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José María Maravall e Íñigo Errejón, un diálogo sobre las estrategias de la crispación

El exministro socialista y el diputado de Sumar, profesor y alumno hace 20 años, conversan sobre política, polarización, amnistía y democracia

Pilar Velasco modera el debate entre José María Maravall e Íñigo Errejón en el plató de La Coproductora, en Madrid, en una imagen de 'TintaLibre'.
Pilar Velasco modera el debate entre José María Maravall e Íñigo Errejón en el plató de La Coproductora, en Madrid, en una imagen de 'TintaLibre'.

Un profesor y su alumno: un catedrático de Sociología, militante del PSOE, que fue ministro de Educación con Felipe González, y un politólogo que dio el salto a la política con la fundación de Podemos y que hoy es diputado de Sumar. José María Maravall, de 81 años, e Íñigo Errejón, de 39, ambos madrileños, reflexionan juntos sobre el panorama actual en La Coproductora (productora audiovisual de Prisa, empresa editora de EL PAÍS) para el número de noviembre de la revista TintaLibre.

La crispación. ¿Hay más? ¿Se expresa de distinta manera?

Íñigo Errejón: “El neoliberalismo optimista prometía que la globalización iba a traer prosperidad para todos y planteaba un futuro optimista, que luego no se cumplió o se cumplió solo para algunos segmentos de la población. Pero el neoliberalismo actual es pesimista, enfadado, asegura que no hay para todos. Esto hace que en todo el mundo se esté viendo una oleada reaccionaria muy importante, también favorecida por un momento caracterizado por el cinismo y el nihilismo. Si no vale la pena cuidar nada, ni las instituciones, ni el planeta, ni a tu vecino... todo está permitido. Hay un cierto uso de las redes sociales que está contribuyendo a que no haya un terreno cultural mínimo. Los algoritmos favorecen que escuches siempre aquello que estás predispuesto a escuchar y que te relaciones con aquellos que piensan como tú. No hay un terreno mínimo de valores. En el plano doméstico español, la derecha ha teorizado que a la nación le sobra la mitad del pueblo porque no es suficientemente español, habla otras lenguas, tiene ideologías que dicen ellos que son foráneas y por eso cada cierto tiempo proceden a un intento de mutilación, para que el pueblo español encaje bien en el molde estrecho de su idea de nación española”.

José María Maravall coincide con el planteamiento: “Parte de la frustración de la derecha es que el PSOE ya ha gobernado el doble de tiempo. Las estrategias de crispación tienen que ver con dividir la fortaleza que pueda tener el adversario, desmovilizar a sus votantes, bloquear algunas políticas que han sido una obsesión para ellos. La derecha es también muy hipócrita, no ha tenido reparo en pactar con el nacionalismo catalán cuando lo ha necesitado, ha pactado con [Jordi] Pujol. Ha habido momentos del pasado que han sido horrendos; contra Felipe González se desencadenó una campaña terrible: insulto tras insulto. Lo mismo sucedió con Zapatero. Es decir, esto no es nuevo”.

Deshumanización del rival y maniobras de distracción

Dice Errejón: “A mí no me gusta el término polarización, porque me parece que se puede deslizar peligrosamente a la equidistancia. Desde 2017 o 2018, lo que ha habido es un aumento de la agresividad de las fuerzas reaccionarias que se expresa en el debate público, en la calle y en la convivencia. Pero eso no es una polarización, porque no se está produciendo por los dos lados. Lo que ha habido es un envalentonamiento en la calle, en las redes sociales, en la discusión mediática de los sectores reaccionarios. Creo que muchas encuestadoras se equivocaron de manera rotunda para las elecciones del 23 de julio por el efecto burbuja que produce Madrid, porque hay sectores permanentes de la derecha española que confunden lo que va a votar Madrid con lo que va a votar España, y porque el clima en la calle era de ofensiva ideológica y cultural. Muy duro. Defiendo que se puede chocar y discutir a fondo con el adversario. La diferencia es reconocerle el derecho a existir”.

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Y opina Maravall: “La crispación sirve como velo, es una manera de ocultar la desigualdad que existe y de ocultar la relevancia que tienen algunas políticas sistemáticamente boicoteadas por la derecha, como son las que refuerzan la sanidad o la educación pública o políticas fiscales redistributivas. Estas cuestiones se ocultan con la polarización”.

El debate de la amnistía

Argumenta Maravall: “Algunas personas deberían ser coherentes con su pasado. Por ejemplo, respecto a la amnistía, en 1986, el Gobierno de González aprobó un real decreto sobre extinción de responsabilidades a funcionarios donde señalaba cómo una de las razones por las que se podían extinguir responsabilidades era por una ley de amnistía. Es decir, reconocía que las amnistías podían ser constitucionales. Las cosas están muy claras jurídicamente y quien no lo quiera ver es porque quiere estar ciego”. Errejón opina: “Tengo plena convicción en los efectos políticos positivos que va a tener la amnistía. Creo que cuando las fuerzas progresistas lo defienden con la boca chica, se hacen un flaco favor. Creo que es justa, no puedo comprender cómo, en un país donde se ha indultado a gente que entró con armas en el Congreso, alguien se lleve las manos a la cabeza por que una amnistía impida que alguien pueda afrontar un proceso que puede acabar llevándole a prisión por abrir un colegio para que se pongan urnas. Es una barbaridad”.

Distintas visiones

Errejón celebra que hoy estén los dos “más de acuerdo” de lo que estaban hace algunos años. Lo que Maravall achaca, entre bromas, a los “daños que produce la vejez”.

—No sé, pero si coincidimos en el diagnóstico sobre que en las últimas décadas el poder en el sistema político, en el Estado y en la sociedad civil se ha desbalanceado mucho hacia los sectores más conservadores, ¿qué no hicieron bien esos gobiernos socialistas?—, dice el diputado de Sumar.

—Esa es una visión que no comparto del todo.

—Aquí volvemos un poquito a clase.

—Sí. Si comparo la España de comienzos de los ochenta con la actual, se han mejorado muchas cosas. Me gustaría que nos pareciéramos más a otros países más igualitarios, pero vamos poco a poco—, concluye Maravall.


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