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La Armada tendrá un buque para rescatar submarinos y proteger tesoros sumergidos

Defensa incluye el barco de intervención subacuática, con un coste de 192 millones, en su presupuesto para 2021

Miguel González
Recreación virtual del futuro BAM IS (Buque de Acción Marítima de Intervención Subacuática) de la Armada.
Recreación virtual del futuro BAM IS (Buque de Acción Marítima de Intervención Subacuática) de la Armada.Navantia

Tras haber invertido 3.907 millones de euros en el nuevo submarino S-80, España carece de un buque capaz de rescatarlo. Si se produjera una catástrofe como la que llevó al fondo del mar al sumergible ruso Kursk (2000) o al argentino Ara San Juan (2017) no hay medios adecuados para auxiliar a sus 40 tripulantes. El Gobierno ha aprobado ahora la construcción de un nuevo buque de rescate de submarinos, pero no estará disponible antes de 2024.

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Spanish navy’s newest project: a submarine rescue ship to protect underwater treasure

El único barco de salvamento que tiene actualmente la Armada española es el Neptuno (A-20), una antigualla de 45 años (se botó como remolcador en 1975) que no se ha desguazado todavía porque se necesita para las prácticas de buceo.

Entre otras limitaciones, no puede embarcar un vehículo de rescate o por control remoto ni tampoco permanecer fijo en el mar (suministrando oxígeno, agua o alimentos a un sumergible hundido debajo) salvo fijando sus cuatro anclas. Y eso exige que no haya mala mar y que el lecho marino no esté a más de 50-80 metros de profundidad. La cota máxima a la que operará el S-80 en tiempo de paz (en guerra es secreto militar) son 350 metros.

La Armada lleva años reclamando la construcción del BAM IS (Buque de Acción Marítima de Intervención Subacuática) y, por fin, Hacienda dio su brazo a torcer en julio pasado y el Ministerio de Defensa lo ha incluido en su proyecto de Presupuestos para el próximo año: su coste asciende a 167 millones de euros (53,4 en 2021) por la plataforma; a los que hay que sumar otros 25 para la compra de equipos.

A diferencia del Neptuno, el nuevo buque podrá permanecer fijo en un punto del océano (no importa a qué profundidad esté el fondo marino), incluso si el estado del mar fuera poco favorable, gracias a su sistema de posicionamiento dinámico, que maniobra con sus cinco propulsores y empujadores de proa, todos eléctricos.

Dispondrá de radar de barrido lateral, dos cámaras hiperbáricas, dos teléfonos submarinos, sistemas de suministro de emergencia a una nave hundida y helipuerto para evacuar heridos o para recibir material. Su plataforma está basada en la del BAM, un buque de vigilancia oceánica del que la Armada tiene ya seis unidades, pero con mayor tonelaje (5.000 toneladas frente a 2.670) y doble cubierta, a proa y popa, para que puedan operar los equipos de rescate.

El buque estará preparado para albergar el Sistema de Rescate de Submarinos de la OTAN (NRSS), que incluye un sumergible operado por control remoto (SRDRS), que se acopla a la escotilla de escape del submarino hundido para evacuar a la tripulación. El minisubmarino está a disposición de los países de la OTAN, listo para desplegarse en 72 horas en caso de emergencia.

El rescate de submarinos siniestrados será el cometido más específico del futuro BAM IS, pero no el único. Más frecuentes que los accidentes de sumergibles es el hundimiento de pesqueros o la caída de aviones y helicópteros al mar. La recuperación de los cadáveres de los tripulantes, por razones humanitarias, y la de los restos de las aeronaves, para investigar las causas de un accidente, será más fácil con equipos que pueden operar a gran profundidad.

La Armada le atribuye, además, la misión de apoyar las instalaciones y tareas subacuáticas, la desactivación de explosivos submarinos o la remoción o colocación de obstáculos; es decir, desde operaciones de salvamento a guerra naval especial.

Una de sus tareas más importantes, al margen de las militares, será la protección del patrimonio subacuático. El futuro buque irá dotado con dos robots submarinos (ROV), guiados por cable y equipados con cámaras, que permitirán identificar y balizar los pecios de los buques hundidos en las proximidades de las costas españolas.

La localización y vigilancia de estos pecios evitará que se repitan episodios como el saqueo de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, cuyo tesoro fue esquilmado en 2007 por la empresa Odyssey hasta que el Tribunal Supremo de Estados Unidos ordenó en 2012 que se devolviera a España.

Una vez que se firme la orden de ejecución, a principios del próximo año, la construcción del nuevo buque en el astillero de Navantia en Puerto Real (Cádiz) llevará 36 meses. Según la SEPI, el proyecto supondrá 1,3 millones de horas de trabajo y 1.115 empleos, entre directos e indirectos, en la bahía de Cádiz.

No llegará a tiempo para las pruebas de mar del primer submarino de la serie S-80, el Isaac Peral, previstas entre diciembre de 2021 y diciembre de 2022. Es uno de los momentos más peligrosos, pues se trata de llevar al sumergible hasta el límite de sus capacidades para comprobar si responde según lo previsto. La Armada deberá probablemente recurrir a la ayuda aliada para superar ese bache pero, al menos, tendrá un buque de rescate cuando los cuatro submarinos estén operativos.

El gasto en Defensa llegará al 1% del PIB

El Ministerio de Defensa está convencido de que el gasto militar de España llegará al 1% del PIB en 2021. Aún estará muy lejos del 2% que fijó la OTAN como objetivo para 2024, pero supondrá un salto respecto a años anteriores, cuando apenas superaba el 0,90%, y así lo trasladará la ministra Margarita Robles a sus homólogos aliados, según fuentes de su departamento. El presupuesto de Defensa para 2021 será de 9.409 millones, un 4,6% de aumento. A ello hay que sumar unos 600 millones de operaciones en el exterior y 676 de créditos de Industria. Pero la verdadera razón de que aumente su peso respecto al PIB no está en que el gasto militar sea mucho mayor, sino en que el PIB será menor.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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