Escuchar el océano para salvar a las ballenas
El biotecnólogo Michel André ha desarrollado un sistema de alertas acústicas que previenen que estos cetáceos choquen contra embarcaciones. Su iniciativa le ha valido ser uno de los laureados de los Premios Rolex a la Iniciativa en 2002
En los últimos años, los casos de ballenas que chocan contra grandes embarcaciones, resultando en la muerte del animal, están cada vez más documentados. Solo en las aguas de las Islas Canarias, una de las zonas del mundo con mayor concentración de estos animales, se han producido más de 80 casos en las últimas dos décadas. El científico francés Michel André, formado tanto en los campos de la biología y la biotecnología, es un apasionado de estos grandes cetáceos y de la manera en la que perciben el mundo debajo del agua, lo que le ha llevado a realizar investigaciones que estudian cómo los ruidos que produce el hombre en los océanos están relacionados con estas colisiones.
Desde el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas en la Universidad Politécnica de Cataluña, BarcelonaTech (UPC), que fundó en 2003, ha llevado a cabo distintas investigaciones que muestran cómo los ruidos de embarcaciones y otras acciones del ser humano en alta mar afectan a esta y otras especies. Consciente de que el oído de las ballenas puede ser sensible al sonido provocado por el hombre, André creó el primer sistema anticolisión para ballenas (WACS, por sus siglas en inglés, Whale Anti-Collision System), que utiliza un prototipo de boyas pasivas acústica que envían señales que permiten determinar la posición de las ballenas en un área determinada para prevenir un posible choque. Este proyecto le valió ser uno de los laureados a los Premios Rolex a la Iniciativa 2002, impulso con el que pudo desarrollar su sistema.
A partir de entonces, André ha ampliado sus investigaciones sobre cómo la contaminación acústica en los océanos afecta a distintas especies. Mediante su proyecto LIDO (siglas de Listen to the Deep-Ocean Environment, escuchar las profundidades oceánicas), los centros de observación submarina de todo el mundo pueden conectarse y compartir información, creando una red que nos muestra la primera representación global del ruido del océano y sus efectos. “Hoy día seguimos sabiendo muy poco de cómo el sonido producido por el hombre puede interferir en la vida de los océanos, pero el público en general y los científicos cada vez muestran más preocupación por esta reciente fuente de contaminación. Además, los datos de los que disponemos actualmente sugieren que esa preocupación está justificada”, explica André.
Otro de sus proyectos, The Sense of Silence Foundation (TSOSF), está dedicado a la conservación de la vida animal, tanto en los océanos como en la superficie, a través del despliegue de sensores acústicos pasivos, que permiten, por ejemplo, prevenir los coques de elefantes con trenes en varias zonas de India, o seguir los movimientos de los delfines rosados en la Reserva Mamirauá, en el Amazonas, una especie gravemente amenazada.
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