La misión para salvar al “ave de la fortuna” de Ruanda
El veterinario Olivier Nsengimana lidera la campaña que persigue la preservación de la grulla coronada cuelligrís y devolverla a su hábitat. Su proyecto le ha valido ser uno de los laureados de los Premios Rolex a la Iniciativa 2014.
Mide cerca de un metro, con sus alas desplegadas abarca el doble en envergadura y su plumaje gris y, en especial, el penacho de color dorado que luce en la cabeza le otorga un aire entre exótico y majestuoso. La grulla coronada cuelligrís es un símbolo en Ruanda, donde se la asocia con la prosperidad y la longevidad. Sin embargo, las circunstancias del país africano amenazan su supervivencia: a los conflictos que han amenazado su hábitat se une la moda entre parte de la élite del país de convertirla en animal doméstico, recluyéndola en jardines privados. Proteger a esta especie tan codiciada y concienciar sobre la importancia de la preservación de la fauna del país es la misión que se ha propuesto el veterinario Olivier Nsengimana, y cuya labor ha sido reconocida con uno de los Premios Rolex a la Iniciativa 2014.
Nsengimana se inició como conversacionista en campañas para salvar a gorilas de montaña en peligro de extinción, pero más tarde tomó conciencia de la situación de la grulla coronada cuelligrís, y como el mercado creciente de compraventa de estos animales estaba propiciando la caza furtiva, proceso durante el cual muchas de ellas son heridas o muertas, y que había reducido su población en un 80%. El otro gran problema al que se enfrentan es la pérdida de su entorno natural. “Nuestro país tiene una densidad de población alta y hay una gran presión sobre los recursos naturales, especialmente en los humedales, de los que dependen las grullas para sobrevivir”, explica Nsengimana. “Muchos humedales se están transformando en tierras de cultivo y las grullas pierden un hábitat digno para su cría y su alimento”.
La elección de esta especie para centrar sus actividades no fue casual. “Me di cuenta de que había un arma muy poderosa, que podía usar. En el fondo, los ruandeses aman a las grullas. Las quieren porque son hermosas”, afirma este veterinario, que decidió aprovechar ese símbolo nacional para difundir su mensaje. Como parte de su programa, creó una base de datos de grullas de posesión ilegal en Ruanda que ha ayudado a liberar a 242 ejemplares hasta la fecha, 166 de los cuales se han devuelto a su hábitat natural tras una etapa de adaptación en un centro de rehabilitación.
Otra de sus iniciativas consistió en una campaña en la televisión y la radio nacional explicando por qué esa pasión por las grullas estaba poniendo a la especie en peligro, lo que provocó que algunos propietarios de grullas empezasen a ofrecer sus aves para devolverlas a su entorno. Nsengimana encontró también una reserva natural y un santuario en la capital de Ruanda, Kigali, que sirve ahora de hogar a las grullas enfermas o incapacitadas para sobrevivir en la naturaleza después de una vida en cautividad.
Nsengimana, que trabaja en colaboración con el gobierno de su país, también impulsa programas de educación en escuelas, y así como de información para las comunidades locales, de manera que puedan procurarse medios de vida que no supongan una amenaza para la fauna. Sus esfuerzos han logrado resultados: de 2017 a 2020, el censo de ejemplares de la grulla en Ruanda casi se ha duplicado, pasando de 487 a 881.