Mina Serrano, la vedete inesperada: “Las personas trans vivimos en el realismo mágico”
Los teatros y cabarets han visto crecer a la granadina como actriz y artista de performance. Y las pasarelas la convirtieron en una estrella de la moda. Ahora Mina Serrano interpreta a Cris Miró en la serie que relata la vida de la primera diva trans de Argentina que revolucionó los noventa
“Es algo vulgar, pero los años travestis son como los de perro, cuentan por siete. Yo tengo 27, pero me siento ya una vieja”, dice entre risas la española Mina Serrano (Granada, 27 años). Lo explica desde su apartamento en París y con un acento en el que conviven el sur de España, Buenos Aires, París e Italia. Rincones del planeta en los que ha trabajado y vivido y que se cuelan en el habla de esta artista, de presencia hipnótica e imposible de encasillar en una sola disciplina. “Cuento historias utilizando el medio más apropiado. A veces es la interpretación en audiovisual, otras la performan...
“Es algo vulgar, pero los años travestis son como los de perro, cuentan por siete. Yo tengo 27, pero me siento ya una vieja”, dice entre risas la española Mina Serrano (Granada, 27 años). Lo explica desde su apartamento en París y con un acento en el que conviven el sur de España, Buenos Aires, París e Italia. Rincones del planeta en los que ha trabajado y vivido y que se cuelan en el habla de esta artista, de presencia hipnótica e imposible de encasillar en una sola disciplina. “Cuento historias utilizando el medio más apropiado. A veces es la interpretación en audiovisual, otras la performance, el arte plástico —del dibujo a la cerámica— o el teatro. No me mueve tanto el formato como lo que estoy comunicando”, explica. Su versátil currículo navega desde performances en salas independientes de capitales europeas a desfiles de alta costura, y de protagonizar portadas de revistas de moda a interpretar el papel principal de la serie Cris Miró (Ella), un biopic sobre la vedete argentina que, sin haberse estrenado todavía, ya ha disparado su popularidad en Latinoamérica.
Mina cuenta que tuvo una infancia solitaria. “No encontraba en Granada a nadie que se pareciera a lo que yo quería ser. No tenía ningún referente y me refugié en los cómics que mi madre coleccionaba. Algunos no debería haberlos leído de pequeña, como Djinn, de la dibujante española Ana Miralles, con el que estaba obsesionada”, dice al sacar un ejemplar que guarda en su hogar parisiense. “Me fascinaban ese tipo de mujeres misteriosas. Y como yo era muy introvertida, me pasaba mucho tiempo sola, leyendo, viendo cine y dibujando. Si hubiera sido más popular entre los niños, seguramente no hubiera hecho nada de eso”, cuenta. Pronto se interesó por el teatro. “Acompañé a Madrid a un novio que tenía a hacer las pruebas de acceso de la RESAD y me presenté yo también. Al final me cogieron a mí”, recuerda. Tenía 17 años y en su cabeza sobrevolaba Marina Abramović como la figura en la que le gustaría convertirse. “Yo quería estar desnuda, prender fuego… y pensaba que en las escuelas de arte dramático haría eso. Pronto me di cuenta de que no era así, que una escuela te enseña disciplina y una ética del trabajo. Y eso es lo que aprendí allí”. Pero también encontró un grupo de gente que buscaba experimentar y juntos formaron la compañía La Dalia Negra. “Hacíamos revista posdramática con cierto gusto por el transformismo, las folclóricas y lo experimental. Llegamos a tener tres funciones por semana en las salas de la escena off del teatro madrileño y estrenamos un cabaret en Matadero”.
Al poco tiempo, Mina saltó del cabaret madrileño al berlinés. “Berlín es una ciudad mágica e inesperada, fuera de la convención. Allí exploré la transgresión y la sexualidad, porque lo que hacía era muy explícito y muy punk. En ese momento necesitaba expresarme así y poner las botas de charol encima de la mesa”, explica. Un día, recibió un e-mail inesperado. “Ponía que Riccardo Tisci, entonces director creativo de Burberry, quería conocerme. No sé cómo dieron conmigo, pero para mí era el diseñador icónico que había descubierto a Lea T, una de las primeras top models trans”. En aquel momento, Mina orbitaba la escena alemana más alternativa y, de nuevo, saltó a otro mundo que la esperaba con los brazos abiertos. “Me mandaron a Londres, a las oficinas centrales de la firma. Aquello parecía El diablo viste de Prada y, nada más salir, me llegó otro e-mail confirmando que me hacían exclusiva para la firma. Es decir, que me compensaban económicamente por no desfilar para ninguna otra. De pronto me vi en una fiesta con Kate Moss, Naomi Campbell y la propia Lea T”, cuenta. “También empecé a trabajar con la compañía de danza de Marta Izquierdo en Francia, y me mudé a París, donde exploré otros espacios fuera de la noche”. Pero no del cabaret, al que se ha mantenido ligada siempre mientras ha desarrollado su carrera en la danza y la moda. “El cabaret está a medio camino entre el arte contemporáneo y la parte dramática más teatral. Me identifico en ese intervalo y me siento unida a ese universo por la herencia no sanguínea de mujeres que me han precedido y que se han dedicado él”.
En su trayectoria lucen las performances que ha realizado en la capital francesa, en lugares como el Musée des Archives Nationales, con motivo del 380º aniversario de la casa de fragancias y velas de lujo Trudon, o en la Fundación Giacometti, con un homenaje a la artista surrealista Sheila Legge. También en España, en La Pedrera de Barcelona para la diseñadora Paloma Wool o en el Teatro Clásico de Madrid. Y la última, en el Festival de Cannes, donde ha actuado el pasado mes de mayo con Les Moches. “Es un cabaret efímero, que exhibimos cada vez en un lugar distinto y poco convencional, como un circo, una sala de danza o Silencio, el club de David Lynch”. Lo lleva a cabo junto a Axel Ibot, bailarín de la Ópera de París, y Carla Subovici, curadora de arte contemporáneo. “En él se pueden ver a personas que nunca imaginarías juntas en un cabaret, como una cantante de ópera, una primera bailarina, profesionales del pole dance o un transformista de 70 años del Michou, el cabaret mítico de París”, cuenta.
En este tiempo, también ha protagonizado portadas en revistas de moda como Another Magazine, ha colaborado con artistas como Arca y ha debutado en el cine, en la película de Roberta Torre Le favolose, que estrenó en el Festival de Cine de Venecia en 2022. Pero ha sido con su interpretación de la vedete argentina Cris Miró con la que está alcanzando fama internacional sin haber visto aún la luz. La serie se estrenará a finales de junio en Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile (en TNT y Flow); en el resto de Latinoamérica llegará con Max en julio y posteriormente se podrá ver también en España. En Cris Miró (Ella) se narra la vida de la primera vedete trans en el teatro de revista argentina, una artista convertida en icono que rompió barreras y falleció con 33 años en 1999. “La atracción de una revista musical siempre ha sido el morbo: desde una mujer barbuda a unos gemelos siameses. Y la primera vedete simbolizaba el summum de la sensualidad y la belleza de la mujer en ese momento y en esa cultura”, contextualiza Serrano. “Que Cris ocupase ese puesto fue extraordinario porque ella tenía el pecho plano, una feminidad muy poco convencional y más natural que las vedetes mujeres cis que la precedieron”.
Mina descubrió la existencia de Cris Miró leyendo Las malas, la novela de la escritora Camila Sosa Villada. “Yo no sabía quién era hasta que en una página se anuncia la muerte de la vedete por televisión y hace una descripción muy poética de ella. Algo me resonó tan fuerte por dentro que cerré inmediatamente el libro y salté al ordenador para buscar quién había sido”, recuerda. “Fue muy emocionante, porque en aquel momento yo no estaba tan cómoda con mi feminidad, trataba de evitarme, y cuando la vi en la pantalla… —se toma una breve pausa para encontrar las palabras perfectas—, cuando creces en un lugar en el que no te identificas con las mujeres de tu entorno y te sientes como una alien, ocurre algo magnético cuando ves a alguien y piensas que podrías ser como ella y así, tal vez, ser feliz. Por eso, desde que la vi, Cris siempre ha estado ahí para mí como un faro. Y de vez en cuando volvía a buscarla”.
El material que se encuentra sobre la argentina en internet, como la entrevista que le hizo Mirtha Legrand a principios de los noventa, en la que le lanzaba preguntas como cuál era su verdadero nombre, si se depilaba ella misma la cara o si le molestaba que se supiera que era un muchacho, evidencia el juicio público que la icónica vedete tuvo que soportar. “Son entrevistas espantosas en las que le hacen preguntas horribles, de muy baja calidad y con mucho morbo. Pero la esencia de Cris trasciende al formato del programa. Ella poseía una energía mitológica, como si tuviera mil años, pero a la vez era tremendamente cercana y amorosa”. Cuando Mina la describe crea una atmósfera similar a la que logra Camila Sosa Villada en su novela. “Las personas trans vivimos en el realismo mágico. El estilo en el que está escrito Las malas es algo inherente a una generación anterior a la mía”, cuenta. “Las mujeres trans de más edad tienen esa forma de hablar que es extremadamente poética, vulgar e irónica al mismo tiempo, y es hermosa. Estaría horas escuchándolas. Las nuevas generaciones lo tenemos más diluido, pero confieso que yo gravito mucho en esa magia”.
El personaje de Cris Miró también llegó a Mina por casualidad, aunque le costó dar el paso. “Mandé mi material porque unos amigos argentinos me hablaron del proyecto y supe que no encontraban a nadie. Y la primera vez que me caractericé para hacer el casting se me erizó el vello al verme. Noté que algo inexplicable estaba sucediendo, pero había muchas cosas en contra, como que yo no tenía acento argentino o que nunca había protagonizado una serie”.
La artista española nunca ha tenido tanta exposición como ahora. “Cada día se habla de mí y de la serie en Argentina. Es impactante. Espero que, con la situación que hay ahora en Argentina, inspire, emocione y le dé optimismo a la gente. En los momentos de crisis es necesario agarrarte a algo que te ablande y te haga sentir. El biopic de una vedete de los años noventa puede ser muchas cosas, pero este tiene algo genuino que la gente no se espera, algo que va más allá de su contexto. Marina Abramović, en su manifiesto, dice que cuando más profundamente mire dentro de sí mismo un artista, más universal se vuelve. Pues esto sucede con Cris”.