No estamos por la labor

Una familia sin hogar a la puerta de un supermercado en Buenos Aires el pasado noviembre.Tomás Cuesta (Getty Images)

Observen el aspecto de trastos inservibles tanto de la madre como de los hijos. Ellos, tirados de cualquier manera, como muñecos rotos que han dejado de importar a sus dueños. Ella, sentada en el puro suelo, con la espalda apoyada en el escaparate de un supermercado en el que un cartel anuncia la existencia de “precios justos”. El precio justo era el nombre de un antiguo concurso televisivo que consistía en averiguar cuánto costaba exactamente un producto equis de consumo. Creo recordar que ...

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Observen el aspecto de trastos inservibles tanto de la madre como de los hijos. Ellos, tirados de cualquier manera, como muñecos rotos que han dejado de importar a sus dueños. Ella, sentada en el puro suelo, con la espalda apoyada en el escaparate de un supermercado en el que un cartel anuncia la existencia de “precios justos”. El precio justo era el nombre de un antiguo concurso televisivo que consistía en averiguar cuánto costaba exactamente un producto equis de consumo. Creo recordar que el concursante que acertaba se lo llevaba, ya fuera un microondas, un frigorífico o un automóvil. En el caso de la foto, el término “justo” debe de tener otro significado, quizá el de “ajustado a derecho”, el de “equitativo” o “imparcial”, no sé, pero contrasta esa proclama con la evidencia de que la mujer de los pies vendados no pueda acceder a ellos. Ya quisiera ofrecer a sus hijos ese aguacate partido en dos, cuya sola visión estimula las glándulas de debajo de la lengua.

Significa que pone “el precio justo” porque escribir lo contrario habría resultado algo chocante en cualquier sitio, pero sobre todo en Buenos Aires, de donde procede la imagen y donde los niveles de pobreza alcanzan cifras que nunca creeríais (el 60% de la población). El pie de foto se refería al grupo como “una mujer y sus dos hijos indigentes”, pero nosotros veíamos una familia rota en el sentido literal de la palabra, es decir, una familia descerrajada, quebrantada, reventada, exhausta. En Argentina abundan, pero aquí no nos faltan, de modo que deberíamos pensárnoslo, pero no estamos por la labor.

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