Un negocio montado sobre la angustia

Vista general de la oficina de la Agencia Tributaria en Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)

Parece un ‘vivarium’, pero es una oficina del Estado, no importa ahora de qué ministerio, dirección general o subsecretaría. Lo llamativo es que tanto los que atienden como los que anhelan ser atendidos tienen un aire de Airgam Boys o de Clicks de Famobil. Eran más baratos los segundos que los primeros, pero todos se articulaban por la cintura y por los brazos, creo que también por las piernas, de manera que los podías colocar en distintas posturas en función de a lo que jugaras con ellos. Los que aparecen en la foto están todos sentados o de pie, aunque podrían ponerse de rodillas y quizá alg...

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Parece un ‘vivarium’, pero es una oficina del Estado, no importa ahora de qué ministerio, dirección general o subsecretaría. Lo llamativo es que tanto los que atienden como los que anhelan ser atendidos tienen un aire de Airgam Boys o de Clicks de Famobil. Eran más baratos los segundos que los primeros, pero todos se articulaban por la cintura y por los brazos, creo que también por las piernas, de manera que los podías colocar en distintas posturas en función de a lo que jugaras con ellos. Los que aparecen en la foto están todos sentados o de pie, aunque podrían ponerse de rodillas y quizá alguno tenga la tentación de hacerlo para dar gracias a Dios por haber llegado hasta ahí. Y es a lo que íbamos precisamente, a la dificultad de quedar con el Estado, al que nadie llama para tomar una copa, que el Estado no bebe (o sí, lo ignoro), sino para renovar el DNI, para tramitar la jubilación, para pedir asilo político o para apuntarse a la cola del paro.

El Estado te aconseja que pidas cita previa, pero luego, por lo que sea, no responde a las llamadas telefónicas desesperadas de los contribuyentes o se le cuelga todo el rato la página web. De ahí que haya surgido una especie de mafia que vende citas previas semejantes a la reventa de las grandes finales de fútbol o de los conciertos de los Rolling Stones. Según la información de este mismo periódico, una cita previa para pedir asilo cuesta 200 euros, un dinero libre de impuestos, suponemos, un gran negocio, en fin, montado sobre la angustia y del que el Estado es consciente, aunque incapaz de solucionar por ahora.

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