Las islas Diómedes, Llívia y otras fronteras insólitas que revelan apasionantes historias
Pueblos unidos por una carretera en la que no se puede parar o separados por un día de distancia, lugares aislados que no pertenecen a ninguno de los países que lo rodean o islas que cambian de manos cada seis meses. Diez enclaves marcados por límites poco habituales
A veces las fronteras entre países o regiones no están demasiado claras y, además, esconden situaciones curiosas. Algunos países han quedado divididos por conflictos y otros se han visto obligados a dejar fragmentos de su territorio atrás. Esto ha dado lugar a fronteras insólitas, ciudades o islas separadas en dos e, incluso, lugares que no existen sobre un mapa.
Una localidad alemana que no forma parte de la Unión Europea, pueblos vecinos unidos por una carretera en la que no se permite parar o separados por un día de distancia, islas que han cambiado de manos centenares de veces a lo largo de su historia o lugares aislados que no pertenecen a ninguno de los países que lo rodean son algunos ejemplos. A continuación, te mostramos 10 lugares marcados por una frontera diferente a la habitual que suele revelar una apasionante historia.
1. Las islas Diómedes (Rusia - Estados Unidos), separadas por cuatro kilómetros y un día de distancia
Solo hay una frontera que no se justifica por la política o la geografía: la línea internacional de cambio de fecha, un trazo imaginario que se extiende del Polo Norte al Sur separando regiones por un día de calendario. A pesar de que sobre todo atraviesa zonas poco pobladas del Pacífico, es en su paso por el estrecho de Bering, donde Norteamérica y Asia —Alaska y Rusia— están más cerca, donde se crea una situación insólita. La razón es las dos islas del archipiélago Diómedes, que están a solo cuatro kilómetros de distancia pero pertenecen cada una a dos superpotencias mundiales: Diómedes Mayor es rusa, mientras que Diómedes Menor forma parte del Estado de Alaska (EE UU).
Pero lo más curioso es que desde cada isla se ve otro país, otro continente y otro día. En una mañana despejada, desde Diomédes Menor —también conocida como Yesterday Island (isla de ayer, en español)— se puede ver el día siguiente en Diómedes Mayor —o Tomorrow Island (isla de mañana)—, porque los relojes de esta están 24 horas por delante de los de su vecina más pequeña. Lo normal es que hubiera una diferencia de 23 horas pero no es así porque cada Estado tiene el derecho a fijar sus propios husos horarios.
En los 30 kilómetros cuadrados de la isla de Diómedes Mayor solo hay una base militar porque la población autóctona fue obligada a trasladarse al continente durante la Guerra Fría. Por el contrario, en Diómedes Menor, de siete kilómetros cuadrados, viven 150 personas, en su mayoría chukchis, el grupo étnico natural de la península de Chukchi, en el extremo oriental de Rusia. La vida es muy dura en Yesterday Island, aunque se habla de un ambicioso proyecto de conectar Norteamérica y Asia mediante un puente, un túnel o una combinación de ambos que cambiaría mucho su situación.
Más información en la guía El Mundo de Lonely Planet, en el Atlas de fronteras insólitas y en la web lonelyplanet.es.
2. Gorizia y Nova Gorica (Italia - Eslovenia), capital europea de la cultura 2025 por partida doble
La ciudad eslovena de Nova Gorica y la vecina ciudad italiana de Gorizia han sido nombradas de forma conjunta capital europea de la cultura en 2025. Este título compartido pondrá en el mapa a estas dos ciudades hermanas, creadas y separadas por el Tratado de París en 1947, pero sin fronteras nuevamente tras la adhesión de Eslovenia a la Unión Europea en 2004. Con el Adriático al sur y los Alpes al norte, Gorizia y Nova Gorica tienen historias diferentes pero compartidas: mientras que la primera, con su castillo medieval y calles empedradas, recuerda al imperio austrohúngaro; en la urbe eslovena se refleja el espíritu de la Yugoslavia de Tito.
Gorizia —”pequeña colina”, en lenguas eslavas— nació en el valle del río Isonzo, junto al mar Adriático, pero en el siglo XVI, con los Habsburgo, se transformó en una importante población multiétnica. A principios del siglo XIX se convirtió en el destino turístico predilecto de la nobleza de Austria, que la conocía como la “Niza austriaca”. Tras la I Guerra Mundial, el Ejército italiano se apoderó de la ciudad e italianizaron todo aquello que era esloveno. Entre otras medidas, se prohibió el uso del idioma y se cambiaron los nombres de las lapidas. En la II Guerra Mundial, Gorizia fue liberada por partisanos yugoslavos y entregada a los aliados. Al cabo de unos años, se decidió que la localidad debía pertenecer a Italia y sus barrios periféricos y pueblos aledaños al noreste, a Yugoslavia, en territorio de la actual Eslovenia. En ese momento, las autoridades yugoslavas construyeron una ciudad nueva, Nova Gorica.
Cuando Eslovenia paso a formar parte de la UE y del espacio Schengen la frontera que las partía en dos fue suprimida y se garantizó la libre circulación entre ambas. Después, se creó un consejo de administración conjunto de las dos ciudades y la localidad eslovena de Šempeter pri Gorici, un antiguo barrio periférico de Gorizia.
Este 2025, gracias a la capitalidad europea de la cultura, se espera que entre dos y cinco millones de visitantes lleguen a las dos ciudades. A pesar de que desde el pasado año no hay puesto de control ni barrera, todos los visitantes hacen fila para fotografiarse en la Piazza Transalpina, frente a la estación de tren principal, con un pie en Eslovenia y otro en Italia. Eso sí, a pesar de su unión las distinciones son evidentes. En la medieval Gorizia destacan sus calles empedradas y animados cafés a la sombra de su castillo. Mientras que Nova Gorica, de estilo modernista, tiene una arquitectura de hormigón propia del siglo XX.
3. Llívia (Francia - España), la cuna de Cataluña rodeada de territorio francés
Llívia es un ejemplo clásico de curiosidades fronterizas: es un pueblo español de 12 kilómetros cuadrados y 1.500 habitantes que está dentro de territorio francés. A 20 kilómetros al este de Andorra y a 1 kilómetro de la frontera entre España y Francia, es un sitio con una historia interesante que merece la pena visitar.
Llívia fue la primera capital de uno de los condados catalanes, la Cerdanya, y desempeñó un papel fundamental en la segunda mitad del siglo XVII, cuando España y Francia establecieron su frontera a lo largo de los Pirineos. Según el acuerdo, el primer país estaba obligado a entregar todos los pueblos del norte de la Cerdanya al segundo. Sin embargo, como Llívia tenía el estatus de villa, España la conservó. Los habitantes de la ciudad a menudo la consideran como “la cuna” de Cataluña porque su soberano medieval, el conde Sunifred, sentó las bases de la actual identidad catalana.
Además, para compensar el hecho de que Llívia hubiera quedado separada de su territorio nacional, se le asignó una superficie al norte de la villa. Y hoy, aunque el terreno pertenece a la ciudad, está bajo la soberanía francesa. Su lago, a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, es un popular destino vacacional.
Sin duda, lo más llamativo de Llívia es su farmacia, considerada la más antigua de Europa, está documentada desde el año 1594 y se ha convertido en museo. En ella se exponen muchos tarros de cerámica azules (albarelos) que se usaban para guardar ungüentos y remedios secos en las boticas medievales, así como medicinas, productos de cosmética y una de las colecciones más importantes de prescripciones médicas del continente. Además, cada año Llívia acoge un festival de música, que reúne a los músicos más conocidos de la región.
4. Isla de los faisanes (Francia - España), el islote que ha cambiado de manos más de 700 veces
Otro de los territorios que más se citan como ejemplo de frontera curiosa en Europa es la Isla de los Faisanes. Situada donde el río Bidasoa se junta con el golfo de Vizcaya, mide 6.800 metros cuadrados y no está habitada. Pero lo interesante de este lugar es que durante una mitad del año pertenece a la ciudad española de Irún y, durante la otra mitad, a la francesa de Hendaya. Esta situación es posible gracias a un condominio, cuando dos o más Estados ostentan la administración y la autoridad del territorio.
La isla ha sido propiedad conjunta de Francia y España desde un tratado de paz y demarcación de fronteras firmado en la segunda mitad del siglo XVII y que sigue vigente, por el cual est territorio se convirtió en un condominio pero con una característica muy peculiar: no es propiedad conjunta de los dos países, sino que se reparte por meses entre ambas naciones. Lo que se traduce en que durante los últimos 350 años la isla ha cambiado de nacionalidad más de 700 veces.
A lo largo de la historia, ha sido escenario de muchos encuentros de la realeza y políticos de ambos países (aquí se han llevado a cabo intercambios de rehenes o entregas de infantas casaderas), pero, en la actualidad, está cerrada al público.
5. Büsingen am Hochrhein (Alemania - Suiza), un pueblo alemán que siempre quiso ser suizo
Büsingen am Hochrhein (Buesingen del Alto Rin, en español) es una localidad alemana a orillas del Rin totalmente rodeada por territorio suizo. Con 7,5 kilómetros cuadrados y 1.500 habitantes sería un pueblo alemán más si no fuera porque está separada del resto de Alemania por una franja de 700 metros de ancho en su parte más estrecha.
En los siglos XVII y XVIII los conflictos centroeuropeos y los cambios de fronteras hicieron que el pueblo se convirtiera en un territorio austríaco rodeado por zonas alemanas. Y si bien a mediados del siglo XIX pasó a manos del país germano, tras la I Guerra Mundial se celebró un referéndum en Büsingen, en el que el 96% de sus habitantes expresaron su deseo de unirse a Suiza. Este país rechazó la petición porque carecía de un territorio apropiado para intercambiar. En las décadas siguientes, la población insistió pero el resultado siempre fue el mismo.
El estatus de Büsingen ha llevado a situaciones poco comunes. Para empezar, el enclave no forma parte de la Unión Europea, a pesar de que Alemania es uno de sus países fundadores. Y, por tanto, el pueblo forma parte del territorio aduanero suizo, junto con Liechtenstein y el enclave italiano de Campione d’Italia. Además, aunque es posible pagar en euros, la moneda más usada es el franco suizo, ya que la mayoría de sus habitantes trabajan en las vecinas ciudades suizas.
Tanto Suiza como Alemania protegen el territorio con sus policías, y los servicios postales y de telecomunicaciones los proporcionan empresas de ambos países con códigos postales y prefijos telefónicos duales. Büsingen tiene su propia matrícula, con el indicativo BÜS, lo que permite un control simplificado en la aduana suiza, ya que los vehículos se consideran nacionales. Y una curisoidad deportiva: el equipo local de fútbol es el único club alemán que compite en la liga suiza.
6. Kaliningrado (Rusia - Lituania - Polonia), el mayor enclave de Europa
Kaliningrado es un curioso territorio a orillas del mar Báltico de unos 15.000 kilómetros cuadrados y de casi un millón de habitantes. Es una ciudad rusa pero no tiene frontera con su país: está rodeada por Polonia al sur y Lituania al norte y al este; y por el Báltico al oeste. El punto más cercano a Rusia está a más de 350 kilómetros al que se llega por por aire o por tren directo.
En realidad, este no es un caso tan raro en la extensa Rusia, que contiene en su territorio un montón de peculiaridades territoriales: exclaves, enclaves, oblats, territorios autónomos… Sin embargo, Kaliningrado tiene una importancia histórica que lo convierte en objeto de deseo.
Hasta la II Guerra Mundial, fue una importante ciudad prusiana, conocida como Königsberg, sede de una importantísima universidad desde el siglo XVI. Aquí vivieron personajes como los filósogos Immanuel Kant o Hannah Arendt, y siempre fue una ciudad multicultural, con influencias lituanias, alemanas y polacas. Tras la guerra, resultó gravemente dañada por asedios y bombardeos, y Rusia obtuvo la mitad norte de la alemana Prusia Oriental, mientras que Polonia se quedó con la mitad sur. Los alemanes, que hasta entonces eran prácticamente los únicos habitantes de esta región, fueron expulsados y se pobló el territorio con rusos, ucranianos y bielorrusos. Además, el nombre de la ciudad se cambió a Kaliningrado.
Su importancia económica y estratégica se basa en tener unos puertos cuyas aguas no se hielan en todo el año y en su proximidad con la Unión Europea. También posee el 90% de las reservas mundiales de ámbar y está haciendo progresos con la industria y el turismo.
7. La Franja de Caprivi (Namibia), un territorio que aspiró a ser clave para la colonización alemana de África
En plena época colonial, a finales del siglo XIX, las relaciones entre naciones europeas se extendían también a sus colonias africanas. En el sur del continente, Portugal, Alemania y el Reino Unido se repartían el territorio. Fue por esa época cuando se firmó el Acuerdo Anglo-Alemán por el que los ingleses entregaban a Alemania la pequeña pero estratégica isla de Heligoland, en el mar del Norte, mientras que Alemania cedía sus intereses en la rica Zanzíbar al Reino Unido, pero a cambio, obtenían la Franja de Caprivi, una peculiar y alargada faja de tierra al noreste de Namibia (450 kilómetros de largo por 20 de ancho).
La Franja de Caprivi recibió el nombre del canciller alemán de la época, Leo von Caprivi, el cual anhelaba una mejor conexión entre las dos colonias alemanas: el África del Sudoeste Alemana (hoy Namibia) y el África Oriental Alemana (hoy Tanzania, Burundi y Ruanda). Para conseguirlo, los alemanes intentaron tener acceso a través de esta franja al río Zambeze, y llegar al canal de Mozambique, en el océano Índico entre Mozambique y Madagascar, y desde allí realizar el corto trayecto al norte hasta Tanzania. Esta era al menos la teoría, pero fue un gesto inútil para los alemanes, pues gran parte del río Zambeze no es navegable. En primer lugar, la parte del Zambeze que pertenecía a Alemania estaba llena de rápidos, lo cual complicaba considerablemente su navegación. Además, a unos 80 kilómetros río abajo de la Franja de Caprivi se despeñan las famosas cataratas Victoria, con una caída de 108 metros. Todavía hoy, estas cascadas representan una barrera infranqueable para los barcos. Finalmente, varios cientos de kilómetros más río abajo, en Mozambique, estaban los rápidos de Cahora Bassa (ahora un lago artificial), un nuevo impedimento para la navegación.
Así pues, la Franja de Caprivi no supuso ningún beneficio a los alemanes ni, posteriormente, a la independiente Namibia. La zona tenía un escaso valor medioambiental y estaba culturalmente aislada del resto del país. Como la Franja está poblada por grupos étnicos más próximos a los de los países vecinos que a los de la propia Namibia, esto ha generado algunos conflictos (el más importante en 1999) para lograr la secesión de Caprivi de Namibia, aunque de momento sigue perteneciendo a Namibia.
8. Passport Island (Baréin - Arabia Saudí), una isla artificial para unir dos países
La idea de unir Arabia Saudí con su pequeño vecino isleño de Baréin viene de hace tiempo. A mediados de los años cincuenta el rey saudí y el jeque bareiní ya hablaron del tema, pero habría que esperar hasta finales de los años sesenta para que se construyera el puente que hoy une ambos Estados (conocido como la Calzada del Rey Fahd), un proyecto ambicioso que duró de 1981 a 1986. Considerado toda una proeza, el puente es en verdad un sistema de puentes de unos 25 kilómetros de largo, y con una carretera de cuatro carriles de más de 20 metros de ancho, que necesitó una ingente cantidad de piedra, hormigón y acero reforzado. La calzada se compone de tres segmentos: uno que va de Baréin a la isla de Umm an Nasan; un segundo desde Umm an Nasan hasta el puesto fronterizo de Passport Island; y un tercero desde el puesto fronterizo al continente saudí.
Passport Island no es una isla natural, sino artificial, de casi 2,5 kilómetros de largo y más de 0,5 de ancho. Tiene forma de ocho, y cada extremo pertenece a un país. Alberga, además, puestos fronterizos de Arabia Saudí y Baréin, y edificios de la Causeway Authority, dos mezquitas, las torres de vigilancia de la guardia costera de ambos reinos y dos restaurantes, todo ello sumado al inevitable McDonald’s en el lado saudí de la isla. Completa el paisaje su rica vegetación, con bonitas zonas cubiertas de césped e hileras de palmeras, lo que hace que parezca un entorno natural.
Hay planes para ampliar la isla y, de paso, aumentar el número de carriles y seguir construyendo centros comerciales, restaurantes, cafeterías y tiendasen la parte bareiní.
9. Las islas de Man, Jersey y Guernsey (Corona británica)
No todas las islas del archipiélago de las islas británicas forman parte del Reino Unido: hay una serie de islas conocidas como “dependencias de la Corona británica”, que son lugares autónomos pero que tampoco se parecen a otros territorios británicos de ultramar. Son las islas de Man, la de Jersey y la de Guernsey, con diferentes grados de conexión con el Reino Unido y en las que casi todas sus leyes y normativas son dictadas por los gobiernos locales (menos la defensa y la representación internacional).
La isla de Man está situada en el mar de Irlanda, entre Gran Bretaña e Irlanda, tiene una superficie de más de 570 kilómetros cuadrados y una población en torno a los 80.000 habitantes. Existe una unión aduanera entre el Reino Unido y la isla, y son muchas las empresas inglesas que fijan aquí su sede, atraídas por la baja presión impositiva. El jefe de Estado es el rey de Inglaterra, quien detenta el título de Lord of Mann. Tynwald, el Parlamento de la isla, está considerado por muchos historiadores como uno de los más antiguos del mundo (se fundó a finales del siglo X, apenas 40 años después del islandés, el primero de la historia) y fue el primer órgano legislativo nacional del mundo en conceder a las mujeres el derecho de voto en unas elecciones generales. Aproximadamente la mitad de su población es de origen celta y su idioma local es el manés, una lengua gaélica influida por el inglés y las lenguas nórdicas, aunque apenas lo hablan unas 2.000 personas.
Jersey es la mayor de las islas del Canal, con unos 120 kilómetros cuadrados y unos 100.000 habitantes. Está a unos 20 kilómetros de la costa de Normandía (Francia), y en realidad es un conjunto de varias islas, algunas de ellas deshabitadas. Pese a no pertenecer al Reino Unido, este es constitucionalmente el responsable de su defensa, y el rey de Inglaterra, que gobierna en Jersey en virtud del título de duque de Normandía, está representado en la isla por un gobernador.
Guernsey es más pequeña que Jersey y tiene una población de 65.000 habitantes; solo el 2% habla guerneseyés con soltura, un idioma que, al igual que el jerseyés, proviene del normando. Se compone en realidad de la isla homónima, las islas de Sark y Alderney (ambas con Parlamento propio) y un puñado de islas deshabitadas. Como consecuencia de su pasado feudal, el sistema jurídico es bastante complejo y enrevesado; no en vano, Sark es para muchos el último territorio feudal de Europa. Jersey y Guernsey, como parte de las islas del Canal, representan los últimos jirones del medieval Ducado de Normandía y el único territorio del Reino Unido que fue ocupado por los alemanes durante la II Guerra Mundial.
10. El cinturón verde (Alemania), un paraíso natural que creció en una frontera
Durante casi 40 años, el Telón de Acero dividió Europa entre Este y Oeste, una frontera no oficial pero bien sólida que iba desde la frontera entre Rusia y Noruega, en el extremo norte de Europa, hasta la de Turquía y Bulgaria, en el mar Negro. Era una barrera política, ideológica y física insalvable, especialmente acusada en la Alemania dividida.
La frontera entre Alemania Oriental y Alemania Occidental tenía vallas metálicas, muros, alambradas, torres de vigilancia y campos de minas. Para controlar este límite con eficacia, las autoridades de Alemania del Este convirtieron la zona fronteriza en una especie de tierra de nadie, un corredor de unos 1.400 kilómetros de largo y cientos de metros de ancho, casi sin actividad: ni cultivos, ni gestión forestal, ni transito humano. Y la naturaleza aprovechó esta circunstancia insólita y pronto se apoderó de toda la franja del Telón de Acero entre las dos Alemanias. Tras la reunificación del país, la frontera desapareció, y con la ayuda de numerosos grupos ecologistas, el Gobierno federal y las autoridades provinciales, el Telón de Acero se reemplazó por el Cinturón Verde para transformar la mayor parte posible de la antigua frontera en reserva natural, con la posibilidad de añadirle parques naturales próximos.
En la actualidad, el Cinturón Verde es el hábitat de numerosas especies de animales y plantas, y se ha convertido en un destacado destino turístico natural. Otro de sus reclamos es que permite disfrutar de los tres principales hábitats naturales alemanes: el costero del norte, las llanuras centrales y las montañas bajas del sur. Además, forma parte de la futura iniciativa Cinturón Verde Europeo, que se prolongará por la totalidad del antiguo corredor del Telón de Acero, con el eslogan “Las fronteras separan, la naturaleza une”.