Tras los pasos del Camino Lebaniego
El camino que atraviesa Cantabria desde la costa hasta el Monasterio de Santo Toribio de Liébana celebra en 2025 sus diez años como Patrimonio de la Humanidad
Historia, fe y naturaleza se entrelazan en el Camino Lebaniego, un sendero que atraviesa el corazón de Cantabria y que es mucho más que un simple elemento de peregrinación. Reconocido como Patrimonio de la Humanidad en 2015, celebra en 2025 su décimo aniversario como legado mundial. El cumpleaños coincide con un evento de trascendencia espiritual, el Jubileo Universal Español, que tendrá como epicentro el imponente Monasterio de Santo Toribio de Liébana, hogar del Lignum Crucis, el fragmento más grande que se conserva en la actualidad de la Cruz de Cristo.
El momento es perfecto para descubrir, o redescubrir, esta experiencia que conecta el alma del peregrino con el latido de una naturaleza majestuosa. El recorrido arranca en San Vicente de la Barquera, un pintoresco pueblo costero donde el sonido del oleaje y el aroma del salitre ofrecen una despedida melancólica al mar. Desde este punto, el trazado se dirige hacia el interior a lo largo de 72 kilómetros en los que el viajero cruza paisajes muy diversos. A medida que avanza, los valles se estrechan, los ríos brotan con más fuerza y las montañas comienzan a dominar el horizonte.
Lebeña es la puerta de entrada al Desfiladero de La Hermida y hogar de la iglesia de Santa María (siglo X), patrimonio nacional desde el siglo XIX. Asombra esta zona por sus paredes verticales y su atmósfera mística, sobre todo al amanecer. Es en este punto donde el peregrino se convierte en montañero, y se despoja de las comodidades de lo conocido para abrazar la incertidumbre del camino y el poder de la naturaleza. El ascenso hacia la comarca de Liébana es físico y espiritual. Los senderos entre bosques frondosos invitan a conectar con lo esencial.
El Lignum Crucis, venerado por ser el fragmento más grande de la Cruz que se conserva en la cristiandad, otorga a Santo Toribio de Liébana un carácter único, más aún en los años jubilares
Donde el tiempo se detiene
Antes de alcanzar el destino, sorprende la villa de Potes y su bullicio de gente en una especie de canto de acogida. Llegar a Liébana es como alcanzar el corazón de un santuario natural. Luego quedará el último desafío con empinadas sendas, pero la recompensa es inmensa. Desde los miradores de San Miguel o Santa Catalina, las vistas de los Picos de Europa quitan el aliento. Al final se encuentra el Monasterio de Santo Toribio. Sus muros han sido testigos del paso de generaciones de caminantes que buscaban redención, consuelo o simplemente un propósito.
El Lignum Crucis, venerado por ser el fragmento más grande de la Cruz que se conserva en la cristiandad, otorga a este lugar un carácter único, más aún en los años jubilares. Porque al llegar, el abrazo de la calma que envuelve el entorno es un bálsamo para el alma. Y el Camino Lebaniego recuerda que la verdadera riqueza está en los momentos vividos y en las conexiones que tejemos con los demás y con nosotros mismos. Una huella indeleble que permanece para siempre.