La Rioja: lo mejor del planeta sin cambiar de región... ni de provincia
Historia, gastronomía, aventura y naturaleza se abrazan en este mágico rincón lleno de sorpresas para cualquier edad. Una reserva de paz con atractivos para todas las estaciones del año
Cercana y accesible, la comunidad uniprovincial más pequeña de España brinda también la mayor variedad de placeres en un mismo territorio. En apenas 5.000 km₂ confluyen tres itinerarios del Camino de Santiago: el francés, el jacobeo del Ebro y el vasco de interior. Un plan original para apreciar la multiplicidad de sus atractivos es combinar el deporte en la estación de esquí de Valdezcaray, que permanece abierta hasta el próximo 18 de abril (si las condiciones meteorológicas lo permiten), y aprovechar el viaje para conocer los cercanos monasterios de Yuso y Suso en San Millán de la Cogolla. En el siglo X, un monje realizó allí las primeras anotaciones (‘Glosas emilianenses’) en el español medieval antecesor de la lengua que hoy usamos. Conocer el nacimiento de nuestro idioma es un pilar de su continuidad como lenguaje de referencia en un siglo XXI globalizado.
Retrocediendo aún más en la historia, ningún lugar del planeta ofrece tantas oportunidades de revivir el mundo que habitaron los dinosaurios. Dejaron más de 11.000 icnitas (huellas de todas las especies) en 170 yacimientos riojanos, su mayor concentración mundial, y los Centros de interpretación de Enciso e Igea satisfacen la curiosidad de quienes desean saber cómo fue La Rioja del Cretácico Inferior y cómo se desenvolvían aquellos descomunales animales.
Naturaleza 'gran reserva'
La Rioja es tan reducida en tamaño como rica en biodiversidad, y ello permite pasar de entornos glaciares con montañas que superan los 2.000 metros a climas mediterráneos. Más de 650 kilómetros de itinerarios verdes recorren sus Espacios Naturales Protegidos (el 40% del territorio lo es), sembrados de alojamientos rurales que la convierten en destino ideal para senderistas. Estos pueden añadir el aliciente deportivo al cultural a solo 50 kilómetros de Logroño, recorriendo la antigua vía romana del río Iregua, que atraviesa el Parque Natural de la Sierra de Cebollera hasta el puerto de Piqueras.
La fauna y flora que habita este Parque Natural está especializada para soportar condiciones ambientales adversas de frío, hielo y vientos fuertes. Destaca la variedad de comunidades forestales presentes a lo largo de su extensión: encinar montano, rebollar, hayedo, robledal atlántico o pinar silvestre, entre otras. Los corzos, ciervos y jabalíes son algunas de las especies animales que pueblan la sierra, y en sus ríos es posible avistar nutrias y ejemplares del escaso visón europeo, además de truchas.
La Reserva de la Biosfera de La Rioja ocupa casi una cuarta parte del territorio regional, repartida entre los valles de cuatro ríos: Leza, Jubera, Cidacos y Alhama-Linares. Entre los tesoros de estos valles deslumbran las gargantas del Leza desde su Mirador del Cañón; el poblado celtíbero de Contrebia Leucade, en el Alhama, y las icnitas que se encuentran por toda la Reserva, y especialmente en el valle del Cidacos, cuyo epicentro económico, Arnedillo, es famoso por sus aguas termales.
La ausencia de contaminación lumínica y ruidos engrandecen la experiencia natural. La pureza de sus cielos ha permitido a la Reserva revalidar en 2021 su condición de Destino Turístico Starlight tras exigentes mediciones.
Otra particularidad de la Reserva es la posibilidad de realizar nueve Rutas del Silencio, itinerarios creados para disfrutar de su paisaje sonoro mediante una aplicación móvil en distintas épocas del año. Y la naturaleza continúa derramando belleza en otros seis espacios naturales que surcan buitres leonados, águilas y búhos reales, entre otras aves.
De la aventura a la buena mesa
La infraestructura turística riojana permite disfrutar al máximo tanto de un retiro familiar como del plan más activo. Rutas a caballo, travesías en moto por los valles de Najerilla, Iregua y Leza, e incluso deportes acuáticos en sus ríos o en el Club Náutico de El Rasillo. Fascinantes excursiones a cuevas como las de Ortigosa de Cameros o la de los Cien Pilares de Arnedo, o parques multiaventura como el de paleoaventura Barranco Perdido Encisa o el de Lumbreras hacen que los retos se multipliquen para todos los gustos, edades y situaciones.
Rutas menos fatigosas, pero muy satisfactorias en La Rioja, son las gastronómicas. Bien pueden comenzar en la bulliciosa calle Laurel de Logroño, que concentra decenas de bares de pinchos, cada cual con su especialidad. En esta comunidad autónoma, con cinco restaurantes que suman seis estrellas Michelin, la cocina tradicional convive con la más sofisticada gracias a una despensa privilegiada. A sus excelentes alcachofas, cardo y coliflor hay que añadir platos de carnes de pastoreo como la caldereta de cordero o el famoso cabrito asado de los pastos de la Demanda y Cebollera.
Tras un viaje placentero, es una buena costumbre hacer hueco en la maleta un puñado de experiencias y sensaciones únicas, y algún producto que las prolongue y las recuerde. Por ejemplo, un queso camerano, algunas nueces de Pedroso y dulces como los fardelejos de Arnedo, fieles a la receta que ya usaban los árabes en el siglo IX.
Por qué es tan bueno el vino de la DO Rioja
En el año 873 ya se cultivaban vides en La Rioja, y la calidad de sus vinos elaborados en condiciones climatológicas y orográficas óptimas atrajo a los viticultores franceses que vieron sus viñedos arrasados por la filoxera a mediados del siglo XIX. Hoy existen 567 bodegas riojanas, 400 de las cuales ostentan la DOCa (Denominación de Origen Calificada) Rioja, y la región se vuelca en la gozosa labor didáctica de explicar sus caldos de mil maneras en su pujante concepto del enoturismo, que ha marcado tendencia en todo el mundo. Las rutas que proponen Rioja Alta y Oriental invitan a conocer el origen del vino desde la misma viña, pasear a caballo o recorrer en bici viñedos centenarios, sobrevolar en globo una región que es un mar de cepas, participar en las catas de un wine-bar, viajar en el tiempo a través de los calados subterráneos de una bodega centenaria o, incluso, vendimiar en familia la próxima cosecha. Estos planes hacen del vino el mejor pretexto para disfrutar de paisajes y monumentos riojanos.