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Oyambre, Son Bou y otras nueve playas españolas para un baño de historia

Los restos arqueológicos, cuando no las narraciones de sucesos pasados, proporcionan una peculiar visión en numerosos arenales de España. Los hay lindantes a castillos o yacimientos; asociados a naufragios, escenarios de película, desembarcos y aterrizajes. La historia da para mucho, y estas playas lo demuestran

Guillermo Esaín

29 jul 2022 - 05:30CEST

Area Longa, Porto do Son (A Coruña). Los habitantes del castro de Baroña, datado entre el siglo III antes de Cristo y el I de nuestra era, no le hacían ascos a la magnífica playa de Area Longa, si nos atenemos al arqueólogo responsable de las excavaciones, Tito Concheiro, que recientemente ha desvelado una muralla en el recinto superior del poblado. “De la actividad ‘marisqueira’ de los galaicos dan buena prueba varios concheros, y están documentadas las actividades pesqueras y la utilización prehistórica de algas como abono”, cuenta. Por ello, es de notar la concentración de yodo imperante, garantía de intensos bronceados. Detrás del bar O Castro parte el sendero que conduce en 10 minutos a este enclave bordeado por pinares tapizados de helechos, de tradición nudista a la par que surfista. El oleaje, de respeto, solo admite a quienes bracean con desenvoltura. — Area Longa, Porto do Son (A Coruña). Los habitantes del castro de Baroña, datado entre el siglo III antes de Cristo y el I de nuestra era, no le hacían ascos a la magnífica playa de Area Longa, si nos atenemos al arqueólogo responsable de las excavaciones, Tito Concheiro, que recientemente ha desvelado una muralla en el recinto superior del poblado. “De la actividad ‘marisqueira’ de los galaicos dan buena prueba varios concheros, y están documentadas las actividades pesqueras y la utilización prehistórica de algas como abono”, cuenta. Por ello, es de notar la concentración de yodo imperante, garantía de intensos bronceados. Detrás del bar O Castro parte el sendero que conduce en 10 minutos a este enclave bordeado por pinares tapizados de helechos, de tradición nudista a la par que surfista. El oleaje, de respeto, solo admite a quienes bracean con desenvoltura. Pablo Charlon

Doniños, Ferrol (A Coruña). La base naval de Ferrol siempre fue muy deseada por su estratégica ubicación. Doniños era el playazo más cercano a la localidad coruñesa y, por sus casi dos kilómetros, idóneo para el desembarco inglés del 25 de agosto de 1800, origen de la batalla de Brión (que cumple este año su 222º aniversario), que se recrea aquí a finales de agosto. Hoy es el arenal ferrolano que concita mayor ambiente, con bandadas de jinetes sobre tablas dispuestos a sacar partido de los trenes de olas que rebotan en este bravío playón muy arriesgado para el baño. Los ‘green jackets’ fueron repelidos en el castillo de San Felipe y en La Graña, de donde retrocedieron hasta embarcar en su escuadra. Napoleón, al enterarse, dijo: “Brindad por los valientes ferrolanos”. — Doniños, Ferrol (A Coruña). La base naval de Ferrol siempre fue muy deseada por su estratégica ubicación. Doniños era el playazo más cercano a la localidad coruñesa y, por sus casi dos kilómetros, idóneo para el desembarco inglés del 25 de agosto de 1800, origen de la batalla de Brión (que cumple este año su 222º aniversario), que se recrea aquí a finales de agosto. Hoy es el arenal ferrolano que concita mayor ambiente, con bandadas de jinetes sobre tablas dispuestos a sacar partido de los trenes de olas que rebotan en este bravío playón muy arriesgado para el baño. Los ‘green jackets’ fueron repelidos en el castillo de San Felipe y en La Graña, de donde retrocedieron hasta embarcar en su escuadra. Napoleón, al enterarse, dijo: “Brindad por los valientes ferrolanos”. RAMÓN ESPELT

Empúries, L'Escala (Girona). La arribada de naves griegas cargadas de mercaderías fue bienvenida por los pueblos íberos. Así se gestó en el siglo VI antes de Cristo la colonia más alejada de la antigua Grecia, Ampurias, de la que nos ha llegado, entre otros restos, una escollera (que no muelle), el ágora y el templo de Asclepio —dios griego de la medicina—, convertido a la sazón en centro terapéutico y de culto: ya se sabe, la capacidad sanadora de las playas. La estatua de Asclepio (del siglo II antes de Cristo) le confiere al museo de Empúries un carácter único. Tras el yacimiento nos movemos a Sant Martí d'Empúries, antigua isla y capital carolingia, cuyas calles y plaza se recorren en un periquete. En el mirador del Port Grec habrá que decidir si buscamos a mano derecha la playa familiar del Moll Grec o bien, si tiramos a mano izquierda, a la playa de Riuet, menos concurrida por semisalvaje. El restaurante L'Esculapi es tentador para las familias.

San Lorenzo, Gijón (Asturias). Que los romanos fueron unos maestros en el cultivo de la salud por medio del agua es algo de lo que da buena cuenta Campo Valdés: las termas públicas mejor conservadas de la cornisa cantábrica, escondidas junto a la estatua de Augusto. El yacimiento se visita de forma muy intuitiva, en el sentido en que lo haría un bañista altoimperial: entrando por el vestuario y siguiendo por la ‘sudatio’ (sauna), el ‘frigidarium’, el ‘tepidarium’ (zona de agua templada) y el ‘caldarium’. Hoy quedan los ladrillos huecos por donde circulaba el aire caliente, lo mismo que parte de los frescos imitando el mármol. “El edificio tendría conexión con el exterior”, puntualiza la arqueóloga Paloma García, “de suerte que los bañistas pudieran salir a la playa de San Lorenzo, palestra natural donde practicarían ejercicios gimnásticos y baños en el mar”. Hoy esa zona de la playa corresponde a la Escalerona, que en bajamar genera charcos donde generaciones de gijoneses han superado el pánico a bañarse. — San Lorenzo, Gijón (Asturias). Que los romanos fueron unos maestros en el cultivo de la salud por medio del agua es algo de lo que da buena cuenta Campo Valdés: las termas públicas mejor conservadas de la cornisa cantábrica, escondidas junto a la estatua de Augusto. El yacimiento se visita de forma muy intuitiva, en el sentido en que lo haría un bañista altoimperial: entrando por el vestuario y siguiendo por la ‘sudatio’ (sauna), el ‘frigidarium’, el ‘tepidarium’ (zona de agua templada) y el ‘caldarium’. Hoy quedan los ladrillos huecos por donde circulaba el aire caliente, lo mismo que parte de los frescos imitando el mármol. “El edificio tendría conexión con el exterior”, puntualiza la arqueóloga Paloma García, “de suerte que los bañistas pudieran salir a la playa de San Lorenzo, palestra natural donde practicarían ejercicios gimnásticos y baños en el mar”. Hoy esa zona de la playa corresponde a la Escalerona, que en bajamar genera charcos donde generaciones de gijoneses han superado el pánico a bañarse.TONO BALAGUER

Oyambre, Valdáliga /San Vicente de la Barquera (Cantabria). Antes de viajar, uno no puede menos que ver el maravilloso documental ‘La aventura del Pájaro Amarillo’ (documaniatv.com), producido por el actor Antonio Resines, donde se da cuenta pormenorizada la epopeya que entrañaba cruzar el Atlántico en avión en junio de 1929. Al llevar un polizón a bordo, el combustible fue insuficiente para que la aeronave ‘Pájaro Amarillo’ alcanzara París (su destino), de forma que hubo que aterrizar de emergencia, quedando cegado el piloto por la amplitud y belleza de la playa de Oyambre. Recordando la gesta queda en este parque natural un monumento, un chiringuito y una marca de cerveza natural. — Oyambre, Valdáliga /San Vicente de la Barquera (Cantabria). Antes de viajar, uno no puede menos que ver el maravilloso documental ‘La aventura del Pájaro Amarillo’ (documaniatv.com), producido por el actor Antonio Resines, donde se da cuenta pormenorizada la epopeya que entrañaba cruzar el Atlántico en avión en junio de 1929. Al llevar un polizón a bordo, el combustible fue insuficiente para que la aeronave ‘Pájaro Amarillo’ alcanzara París (su destino), de forma que hubo que aterrizar de emergencia, quedando cegado el piloto por la amplitud y belleza de la playa de Oyambre. Recordando la gesta queda en este parque natural un monumento, un chiringuito y una marca de cerveza natural.MARIO GUTI

El Pozo, Yaiza (Lanzarote). Muchos de los que disfrutan de las idílicas playas de Papagayo, en el monumento natural de Los Ajaches, desconocen que la de El Pozo conserva los restos del primer asentamiento europeo en las islas Canarias: el de San Marcial del Rubicón. El sustrato histórico tiene su principal referente en el año 1402, cuando desembarcó la expedición normanda de Jean de Béthencourt y Gadifer de la Salle, que se propusieron conquistar el archipiélago para la Corona de Castilla. Este frente de arenas doradas muestra una separación de roques basálticos cuya presencia empequeñece a los bañistas. En el sitio arqueológico han visto recientemente la luz estructuras defensivas, cerámica aborigen, una casa y vertederos del siglo XV. Un pozo dispone aún hoy de agua potable, pero fue cegado para evitar vandalismos. Del aparcamiento (hay que pagar tres euros) hay que tomar una senda de 300 metros para llegar hasta las calas. Para visualizar Papagayo, nada como ver a Raquel Welch en el filme ‘Hace un millón de años’ (Don Chaffey, 1966).

Son Bou, Alaior (Menorca). Una de las gracias indiscutibles de esta basílica paleocristiana (siglos V-VI) es el lugar en que se halla situada, con el Mediterráneo a unos pasos y el estupendo perfil de la playa de mayor largura de la isla de Menorca. De planta rectangular
dividida en tres naves, su rasgo significativo es la pila bautismal tetralobulada. En la zona arqueológica veremos tumbas antropomorfas excavadas en la roca. La mejor idea es dejar el coche en el aparcamiento principal, para al regreso disfrutar del arenal y sus chiringuitos. — Son Bou, Alaior (Menorca). Una de las gracias indiscutibles de esta basílica paleocristiana (siglos V-VI) es el lugar en que se halla situada, con el Mediterráneo a unos pasos y el estupendo perfil de la playa de mayor largura de la isla de Menorca. De planta rectangular dividida en tres naves, su rasgo significativo es la pila bautismal tetralobulada. En la zona arqueológica veremos tumbas antropomorfas excavadas en la roca. La mejor idea es dejar el coche en el aparcamiento principal, para al regreso disfrutar del arenal y sus chiringuitos. STUART BLACK

Playa Norte, Peñíscola (Castellón). Acudir a Peñíscola sin empaparse, aunque sea superficialmente, del pasado es tan calamitoso como ignorar quién fue el Papa Luna, el aragonés que la habitó entre 1411 y 1423. Es imposible bañarse en la playa Norte sin prestar atención al castillo templario de 1307, encaramado al peñón tombólico con su poderosa presencia. Era inexpugnable porque, para asombro de los sitiadores, los peñiscolanos parecían beber agua de mar, desconociendo los atacantes que en realidad eran surgencias de agua dulce que aún hoy surten las duchas playeras. Para que el baño de historia sea completo, todavía reluce la sucesión de murallas —medievales, renacentistas y dieciochescas—, así como La Porteta del puerto antiguo. Esta estampa, paradigma de turismo familiar, es la que recrea la película ‘El Cid’ (Anthony Mann, 1961), ambientada anacrónicamente en el siglo XI, durante la conquista de Valencia por Rodrigo Díaz de Vivar. Todavía pueden apreciarse, detrás de Charlton Heston cabalgando, las rodadas sobre la arena del coche habilitado para sustentar la cámara. — Playa Norte, Peñíscola (Castellón). Acudir a Peñíscola sin empaparse, aunque sea superficialmente, del pasado es tan calamitoso como ignorar quién fue el Papa Luna, el aragonés que la habitó entre 1411 y 1423. Es imposible bañarse en la playa Norte sin prestar atención al castillo templario de 1307, encaramado al peñón tombólico con su poderosa presencia. Era inexpugnable porque, para asombro de los sitiadores, los peñiscolanos parecían beber agua de mar, desconociendo los atacantes que en realidad eran surgencias de agua dulce que aún hoy surten las duchas playeras. Para que el baño de historia sea completo, todavía reluce la sucesión de murallas —medievales, renacentistas y dieciochescas—, así como La Porteta del puerto antiguo. Esta estampa, paradigma de turismo familiar, es la que recrea la película ‘El Cid’ (Anthony Mann, 1961), ambientada anacrónicamente en el siglo XI, durante la conquista de Valencia por Rodrigo Díaz de Vivar. Todavía pueden apreciarse, detrás de Charlton Heston cabalgando, las rodadas sobre la arena del coche habilitado para sustentar la cámara.PICTORIAL PRESS LTD (Alamy Stock Photo)

Cadaveres Fuengirola — El Castillo, Fuengirola (Málaga). Esta playa de arena voluminosa y oscura, con un sector para el disfrute de mascotas perrunas, debe su tranquilidad a la presencia del castillo de Sohail y su parque circundante, así como a la casi ausencia de chiringuitos. Al lado desemboca el río Fuengirola, que se salva a pie por un puente colgante. Del ‘ribat’ (fortaleza monacal) construido en el siglo X queda el emplazamiento. No obstante, las sucesivas rehabilitaciones —siglos XVI y XVIII— y su media docena de torres cuadrangulares acentúan su monumentalidad. La visita está supeditada a la celebración de conciertos, si bien cuando la audiencia se dispara, las actuaciones se trasladan al escenario Marenostrum, erigido en plena ladera. En la playa están saliendo a la luz los restos de la factoría pesquera de la ciudad romana de Suel, del siglo III.ANTONIO CIERO

La Herradura, Almuñécar (Granada). ¿Quién pensaría que esta rada apacible fuera escenario de una de las mayores hecatombes de la historia naval española? Corría el 19 de octubre de 1562 en el reino de Granada, cuando la flota de Juan de Mendoza y Carrillo —rumbo a Berbería— buscó ponerse al socaire del levante en la Punta de la Mona. El viento roló inopinadamente a poniente y las galeras entrechocaron entre ellas y el acantilado, cobrándose 25 naves con 5.000 marineros. Un monumento los recuerda cerca del chiringuito La Sardina, conocido por sus migas. Luis Schrave regenta desde 1979 la escuela de deportes náuticos Windsurf La Herradura. “No son extraños estos cambios bruscos. En 2021 se hundió un barco en el mismo lugar y hace 15 años ayudé a librarse milagrosamente a otro velero, desgobernado y sin motor”. Lo que no hay que perderse es el museo histórico 1562, La fuerza del Mar, inaugurado el año pasado en el castillo de La Herradura. Para alojarse es buena opción el hotel Peña Parda, y para tomar una copa, La Cochera, que ha cambiado de manos sin perder su talante bohemio. — La Herradura, Almuñécar (Granada). ¿Quién pensaría que esta rada apacible fuera escenario de una de las mayores hecatombes de la historia naval española? Corría el 19 de octubre de 1562 en el reino de Granada, cuando la flota de Juan de Mendoza y Carrillo —rumbo a Berbería— buscó ponerse al socaire del levante en la Punta de la Mona. El viento roló inopinadamente a poniente y las galeras entrechocaron entre ellas y el acantilado, cobrándose 25 naves con 5.000 marineros. Un monumento los recuerda cerca del chiringuito La Sardina, conocido por sus migas. Luis Schrave regenta desde 1979 la escuela de deportes náuticos Windsurf La Herradura. “No son extraños estos cambios bruscos. En 2021 se hundió un barco en el mismo lugar y hace 15 años ayudé a librarse milagrosamente a otro velero, desgobernado y sin motor”. Lo que no hay que perderse es el museo histórico 1562, La fuerza del Mar, inaugurado el año pasado en el castillo de La Herradura. Para alojarse es buena opción el hotel Peña Parda, y para tomar una copa, La Cochera, que ha cambiado de manos sin perder su talante bohemio.JAPHOTOS

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