Naturaleza a lo grande en la región más pequeña
Siete ríos, 650 kilómetros de senderos señalizados y los mayores yacimientos del mundo de huellas de dinosaurios son motivos más que suficientes para contemplar de cerca el patrimonio natural de La Rioja. Pocos kilómetros cuadrados, muchos kilos de atractivo
Dice el refrán que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. La frase le sienta como un guante a La Rioja. La región más pequeña de España en tamaño –poco más de 100 kilómetros de distancia separan sus dos extremos–alberga en su territorio una riqueza natural desbordante, repleta de parajes y rincones propios de todo un continente. Sus viñedos le confieren un aire mediterráneo; las sierras, con cumbres que superan los 2.000 metros y entornos glaciares, recuerdan a paisajes alpinos, y las áreas de secano crean estampas lunares propias de otras latitudes.
Pero si hay un protagonista absoluto en este viaje por esta tierra de bodegas –hay más de 400– y de buenos vinos es el agua, que brota casi en cada esquina y acompaña al caminante a lo largo de sus rutas. Siete imponentes ríos, afluentes del Ebro, nacen en La Rioja, lo que implica una inmensa diversidad natural y ecológica. Así que lo mejor es calzarse las botas, vestir ropa cómoda y cargar la mochila con lo imprescindible, porque por delante aguarda un camino repleto de sorpresas.
Este destino es perfecto para el senderismo: más de 650 kilómetros de itinerarios verdes señalizados, con opciones para todos los niveles, entretejen su paisaje y recorren sus Espacios Naturales Protegidos. Uno de ellos es el Parque Natural de Sierra de Cebollera, con algunas de las cimas más altas de la región. En este paseo entre bosques de pinos, hayas y robles que se elevan junto a arroyos y pequeñas cascadas hay que llevar a mano la cámara de fotos para no perder detalle.
Lo mismo ocurre al adentrarse por la Reserva de la Biosfera de los valles del Leza, Jubera, Cidacos y Alhama. Casi el 24% de todo el territorio riojano está integrado en esta zona, muy desconocida, poco masificada y llena de lugares con un encanto particular. El escaso trasiego permite al viajero conectar de una manera más íntima con la naturaleza gracias a la paz y la tranquilidad que se respira. Lo comprobará cuando culmine alguna de las nueve Rutas del Silencio creadas para redescubrir el paisaje a través del sonido, más allá de los ojos.
El sosiego se traslada por las noches a sus cielos, donde las estrellas brillan con una claridad y una fuerza extraordinarias. Como en estas zonas naturales vive poca gente, la contaminación lumínica no existe. De ahí que los municipios incluidos en esta Reserva de la Biosfera cuenten con uno de los cielos nocturnos más oscuros de Europa, idóneos para iniciarse en la astronomía y observar la inmensidad de las constelaciones, tal y como acredita el distintivo de Destino Turístico Starlight.
Vestigios de dinosaurios
De nuevo en tierra firme, las huellas de dinosaurios que cruzan la región recuerdan el patrimonio geológico de relevancia internacional de este territorio. En ninguna parte del mundo hay una concentración tan grande de pisadas de estos reptiles ya extinguidos: al menos 170 yacimientos, algunos tan espectaculares como los de Munilla o el de Los Cayos, con más de 11.000 rastros distribuidos en 22 localidades. Para conocer mejor aquella época remota, existen centros de interpretación paleontológica en Igea y Enciso, donde también se ubica el parque de paleoaventura de El Barranco Perdido: niños y adultos aprenderán aún más sobre cómo eran los grandes habitantes de esta tierra hace 120 millones de años.
Otros seis espacios naturales de La Rioja están integrados en la Red Natura 2000, como la sierra de La Demanda, Cameros y las lagunas de Urbión. En estos entornos protegidos, de contrastes y panorámicas grandiosas, habitan numerosas especies de aves protegidas como el buitre leonado, el águila real o el búho real. Las opciones para el turista se multiplican, ya que también puede practicar multitud de actividades de aventura: desde puenting en el cauce del Jubera a piragüismo o windsurf en el pantano de El Rasillo o barranquismo por los cañones del río Leza.
Otro buen plan es sumergirse en las cuevas de Ortigosa, perfectamente acondicionadas y con unas vistosas formaciones de estalactitas y estalagmitas de hace millones de años. No es la única gruta que hay en la región. En Arnedo, vale la pena visitar la cueva de los Cien Pilares. A poco más de 30 kilómetros de aquí, en lo alto de la Colegiata de San Miguel de Alfaro, aguarda otro tesoro ornitológico. En este edificio anida la mayor colonia de cigüeña blanca del mundo, con un centenar de nidos donde habitan medio millar de ejemplares.
Porque esta es precisamente una de las grandes virtudes de La Rioja: sus pequeñas distancias permiten vivir aventuras en la naturaleza, disfrutar de actividades deportivas y conocer sus encantos culturales, que son muchos. Solo, en pareja o en familia, siempre hay tiempo para desplazarse hasta la comarca del Alto Najerilla y contemplar de cerca la cantidad de especies protegidas que viven en sus bosques. O conocer cómo era la vida de los pastores en el Centro de la Trashumancia de la Venta de Piqueras, en Lumbreras. En esta misma localidad se encuentra Riojaventura, ideal para pasar una jornada divertida al aire libre.
La lista de ideas es casi infinita: cicloturismo por itinerarios perfectamente acondicionados, rutas en segway, paseos a caballo, ascensos en globo por La Rioja Alta, mototurismo en la ruta de los tres valles (Najerilla, Leza e Iregua), vuelos en avioneta, exhibición de rapaces en Tierra Rapaz, excursiones por los espacios naturales de Ribavellosa… Propuestas perfectas para olvidarse del estrés y enamorarse de una región con muchos secretos por descubrir.