El parque regional de Calblanque es célebre por sus playas, aunque mucho menos por esta calita de campanillas encastrada entre Punta Espada y Punta Negra. Cala Déntoles —o cala Dorada— cobra un valor inusitado por su variedad cromática: del negro en los restos mineros al dorado en la arena. Y además lirios marinos (en floración primaveral), cornicales y algún palmito. Al pie del cerro del Atalayón sorprendemos a un pintor con su caballete retratando la bella escena. El baño, como en toda esta franja de costa abierta al levante, entraña peligros, por lo que hay que ir con tiento. Al regreso, el mirador de Punta Negra ya forma parte del imaginario colectivo costero de Murcia. Acceso: en Calblanque, tras rebasar las salinas, aparcamos en cala Magre. A 600 metros, después de un repecho, alcanzamos los Déntoles. A partir de junio solo se puede acceder en autobús público. El sendero desde cala Reona (unos 2 kilómetros) cuenta con un tramo complicado con cuerdas para sujetarse.