Otoño poético en Rapallo
En temporada baja se intuye el espíritu sosegado que atrajo hasta este bello pueblo de la Liguria italiana a poetas y escritores como Gabriela Mistral y Ernest Hemingway
Rapallo es un pueblo costero al sur de Génova. Cerros ajardinados con viejas villas de colores desvaídos, que asoman entre pinares y palmas, rodean a su encerrada bahía. A lo largo de su playa y de su marina corre un paseo bordeado por hoteles anticuados. Un castillito genovés defiende una de las puntas del puerto, aunque los piratas no lo arrasan desde el siglo XVI. En la otra dirección se encuentran los encantos glamurosos de Santa Margherita Ligure y Portofino, joyas de la Riviera de Levante italiana (caros como joyas, precisamente). Pueblos todos bastante desiertos ahora, en esta estación otoñal, fuera de temporada.
Esta costa bellísima fue descubierta por la élite británica, principalmente, a mediados del XIX como sitio de veraneo o, mejor dicho, de invernada. Las villas, los jardines, las costaneras, se agregaron a las bellezas de los pueblos de pescadores y las antiguas fortalezas sobre roqueríos y acantilados. Luego, en los años veinte, Rapallo pasó de moda, llegó su decadencia. Y con ella llegaron los artistas y los poetas. Es un hecho extraño, pero probado, que la decadencia favorece al arte. Cuatro décadas más tarde arribarían a la zona el turismo masivo y los nuevos ricos, y entre ambos echarían, otra vez, a los poetas.
Sin embargo, durante aquel medio siglo de interludio —cuando el hermoso Rapallo estuvo todo el año fuera de temporada—, mucha poesía residió allí. Es dudoso que exista en el mundo otro pequeño pueblo donde vivieran más premios Nobel de literatura que en este. El dramaturgo Gerhart Hauptmann, los poetas W. B. Yeats y Gabriela Mistral, el novelista Ernest Hemingway…, todos residieron allí. Como también Max Beerbohm, Ford Madox Ford y, antes que ellos, Nietzsche.
Una motivación
Admito mi voyerismo literario. Me gusta buscar las huellas de escritores. Pero no lo hago por razones sentimentales. No me muero de emoción al sentarme sobre el banco desde donde Yeats miraba el atardecer cayendo sobre el peñón de Portofino. Mis motivaciones son más bien iconoclastas. Me gusta conocer los lugares donde vivieron escritores famosos porque es una forma —impune y tardía— de sorprenderlos en paños menores. Algo que deleita a un voyeur, pero que también caracteriza a un iconoclasta. Esos paños menores, escondidos bajo los dignos vestidos de las biografías oficiales, demuestran que ellos también tuvieron una vida diaria, puramente anecdótica. Y la anécdota es una de las materias predilectas de la crónica.
El poeta Ezra Pound, gran vanguardista en Londres y París, vivió más de veinte años en Rapallo, hasta 1945. Entre otras excentricidades, trajo aquí a sus dos mujeres, que tuvieron hijos de él con poca diferencia de tiempo, e incluso llegaron a convivir los tres. No contento con eso, Pound acostumbraba a irse a bailar solo al único dancing del pueblo. Una chilena, de nombre Irma Costa, recordó después que el poeta la perseguía para practicar con ella cierto “baile del oso”. ¿Quién sería esta Irma? ¿Habrá logrado alcanzarla Ezra? La vivienda de los Pound, en el ático de un edificio art noveau, puede divisarse desde la costanera.
Hemingway y su primera mujer, Hadley, pasaron el invierno de 1923 en Rapallo. Se alojaron en el hotel Riviera, un establecimiento más bien modesto. En una de esas habitaciones, Hadley le comunicó a su marido que estaba embarazada. Según parece, el joven escritor lo tomó a la tremenda, convencido de que las obligaciones de la paternidad acabarían con su naciente carrera literaria. Quizás el aire pesimista de los cuentos que Hemingway escribió aquí se deba a esa noticia. ¡Y para colmo Pound le ganaba siempre que jugaban al tenis! Los escritores jóvenes tienden a ver la vida como una conspiración en su contra.
Guía
Cómo ir
Información
» Rapallo se encuentra a unos 27 kilómetros al sur de Génova, a cuyo aeropuerto vuela la bajo coste Vueling (vueling.com) directamente desde Barcelona. Desde Madrid hay que volar con una escala, por ejemplo con Air France o Alitalia.
» Oficina de turismo de Rapallo (www.comune.rapallo.ge.it).
Continúo mi caminata asomándome a una diminuta ensenada: San Michele di Pagana. Dominando la pintoresca caleta encuentro la casa donde vivió Gabriela Mistral. Es una villa blanca, de tres pisos, con un gran jardín y una vista maravillosa a través de la bahía hacia los cerros de Portofino. No negaré mi primer y ridículo reflejo patriótico: la casa de Mistral es mucho mejor que la de Pound o la de Yeats (y, por cierto, mejor que el hotelito de Hemingway).
Dejando esas tonterías aparte, viendo esta mansión me entran sospechas acerca de la frugalidad legendaria de nuestra poeta. Apenas pudo permitírselo, gracias a su Premio Nobel, la divina Gabriela se buscó un deslumbrante mirador sobre uno de los sitios más bellos y exclusivos de este planeta. Anécdota mala para su leyenda de austeridad, pero buena para ella.
Alguien me pregunta que por qué creo yo que vinieron todos estos escritores y artistas a Rapallo. Al fin y al cabo aquí eran unos expatriados. Contesto que esa sería una razón excelente. Quizá buscaron distanciarse de reflejos patrióticos ridículos como el que acabo de experimentar. Aunque también es posible que vinieran, simplemente, porque es tan hermoso. Y porque estaba en decadencia, fuera de temporada. Quién sabe. Es otoño, anochece y esos poetas se fueron hace mucho de Rapallo.
Carlos Franz, novelista chileno, es autor de El desierto y Almuerzo de vampiros.
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