Flechazo rural

Este rincón no es un rincón cualquiera. De hecho, no es ni hotel. Ni siquiera una casa rural al uso. Es un conjunto deslavazado de casitas que seduce a los visitantes de Monasterio, en el parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara, porque se tiene en ellas la sensación de estar alojados en el pueblo entero. La relación con los vecinos, cálida y amistosa, facilita esa simbiosis natural entre el turismo y los quehaceres cotidianos del ruralismo mejor entendido. A primera vista surgió el flechazo entre ellos y la promotora del complejo, Mercedes Álvarez, a la que acompaña en la aventura su marido Mikel, fotógrafo de profesión. Su ideal campestre fue decisivo para instalarse aquí, lejos del ruido mundano y dentro de un pueblecito anónimo, apenas visible en el macizo forestal de nogales, pinos y robles que lo envuelve. En invierno, más apetecible aún que en verano. La chimenea permanece todo el día encendida. Y nunca falta una hogaza con la que distraer el apetito, mientras se inicia una agradable conversación.

Las ocho casas complementan un programa romántico diseñado para parejas. Que si una excursión a caballo por la sierra o un vuelo en parapente biplaza. Que si una ruta en 4×4 o una visita guiada a las bodegas y viñedos Río Negro. Aunque nada resulta más estimulante que zambullirse en la minipiscina de hidromasaje con aromaterapia o recibir un masaje de a dos en la propia habitación. Algo cursi, es verdad, pero increíblemente tentador para los adictos al diván tántrico.

Cada una de las casitas posee un nombre que define sus opciones: Majuelo Love Spa, con vistas al riachuelo; El Arce Spa Relax, con chimenea de pellets; El Roble, con sauna y jacuzzi gemelo; El Romero, abuhardillada, con jacuzzi y estufa de leña; La Amapola, capaz de acoger a una familia entera con niños; El Álamo, con sauna de infrarrojos, jacuzzi redondo y diván tantra; Lavanda, decorada con detalles de ese color, y La Jara, con un ventanal y vistas a los nogales. Además, los propietarios gestionan otra casa rural denominada La Tahona en el pueblo de Arbancón, a tres kilómetros de Monasterio.

Consciente de la belleza virgen que contiene la fronda alrededor de sus casas, Mercedes Álvarez se entretiene en prepararles a sus parejas allí hospedadas unos suculentos pic-nics con cesta, mantel y plano de ruta a los que nadie hasta ahora se ha podido resistir. Tras el paseo, la cena aún promete delicias mayores. Igual que el desayuno, a la mañana siguiente, servido en cada casa. Con huevos de corral, por supuesto.

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