Ourense 'rural chic'
Paseo agitado por la villa ourensana de Allariz, donde 19 outlets de firmas como Adolfo Domínguez o Roberto Verino comparten escenario con carreras de mozos delante de un buey
Aviso a navegantes: que a nadie se le ocurra pensar (o decir) que la Festa do Boi recuerda a los Sanfermines pamploneses. A pesar de que ambas citas están próximas en el calendario. En la villa ourensana de Allariz el protagonista es un buey, que no un toro. Corre sujeto con una cuerda dirigida por mozos que esquivan ávidos sus cuernos por las estrechas callejuelas de la zona vieja. Y después del evento popular, el animal vuelve al monte.
Entre el 18 y el 26 de junio, coincidiendo siempre con fechas cercanas al Corpus, jaleo de carreiras y ambiente festivo. Tiempo también para conocer uno de los conjuntos urbanos más interesantes de Galicia, compras en los 19 outlets de su centro comercial abierto y un chapuzón en el río Arnoia.
Un buey anda suelto
Por dos euros bien merece la pena hacerse en cualquier bar de Allariz con el pañuelo rojo de la Festa do Boi, trofeo para recordar la hazaña de correr delante del buey. Aunque la mayoría de los visitantes se queda rezagada observando su paso desde algún rincón protegido. Dedos cruzados para que el bicho no decida saltarse el itinerario marcado y vistazo rápido a la vía de escape alternativa. Calzado cómodo por si un ataque de valentía anima a correr. Nervios.
Estallan las bombas (como se conoce en Ourense a los cohetes). Seis en concreto, que indican que el buey está suelto por alguna parte. La espera se hace eterna, sobre todo porque no se sabe por dónde aparecerá ni si el mal genio le acompañará esta vez. El entretenimiento es ver las caras ansiosas de alaricanos y visitantes, además de leer los curiosos mensajes de las camisetas que las peñas locales han creado para la ocasión.
¡Que viene! Gritos y agolpamiento hacia la derecha. Pero no aparece... Falsa alarma. Puede que venga por otra calle. Carrerita hacia la izquierda y mirada inquieta. La gente se revoluciona y aparece el buey entre la adrenalina, conducido por una soga para prevenir despropósitos. Pasa por delante, instantánea y suspiro profundo para relajarse. Un despiste inoportuno provocaría perderse su aparición entre el tumulto. Cuando parece que todo ha terminado, más gritos al fondo. ¿Se habrá descarrilado? Falsa alarma de nuevo. La última bomba al aire indica que ha vuelto a la cuadra. Termina el desfile. Nota mental: "el próximo año vengo con tenis y me pongo delante".
El héroe de las hormigas
El Boi conmemora la ingeniosidad del hidalgo Xan de Arzúa. Dicen que todo comenzó en 1318 cuando la colonia judía que vivía en una parte de la villa saboteaba las procesiones del Corpus camino del templo de Santo Estevo. Insultaban a la gente y hacían mofa de los símbolos religiosos, hasta que este avispado católico salió cabalgando a lomos de un robusto buey y sujetado por sus criados, provistos de sacos con hormigas y ceniza para tirar a los judíos.
En recuerdo de este acontecimiento, durante la fiesta del Corpus, se sacaba un toro por las calles de la villa. Aunque su celebración quedó en el olvido, un grupo de jóvenes que habían oído hablar de ella, decidieron recuperarla en 1983. Desde entonces la fiesta popular se vive con orgullo durante toda una semana. Imprescindible tomar consciencia de que los niños deben quedarse al margen y de que provocar al buey no beneficia a nadie.
'Glamour' en entorno rural
Con el acompañamiento de la charanga derrochando ritmo y energía, un paseo por las calles de Allariz, más calmadas tras el paso del astado, descubre un edificio que recuerda inevitablemente a la escuela de la película La Lengua de las Mariposas, de José Luis Cuerda. El que representara el patio del recreo es en realidad la plaza de la románica iglesia de Santiago, de finales del siglo XI y principios del XII. Andar por el suelo empedrado de la villa revela su impronta medieval. El puente y la Plaza Mayor, con su fuente de dos caños, también. Todo armónicamente comprimido en pocas pero intensas pisadas.
Aparecen una detrás de otra tiendas de prestigiosas marcas. Outlets de Adolfo Domínguez, Alba Conde, Antonio Pernas, Massimo Dutti, Roberto Verino o Titto Bluni. Todas entre rúa da Cruz y rúa Fonteiriña. Los mismos portales que servían de refugio a los mozos, minutos después ven desfilar las bolsas con prendas de alta gama. Abiertas de lunes a domingo y con suculentos descuentos, imposible reprimirse aunque el atuendo requerido por las fiestas populares haga que el nivel de glamour no sea tan elevado como de costumbre. A pesar del calor, nadie se quita del cuello el pañuelo rojo.
Empanada de zamburiñas y al río
Las pequeñas tiendas de renombre se mezclan con las de artesanía y dulces de Allariz. Artesanos, herederos de antiguos oficios tradicionales alaricanos. Los típicos almendrados son tentación de golosos. Y las empanadas de zamburiñas en el Forno do Tomás, un pecado salado. Aunque si hay algo que no se puede dejar de probar es el licor café, elaborado a partir de aguardiente. Néctar alcohólico, bastante contundente por lo general; mejor tener precaución y tomarlo en dosis de chupito (o no).
Descendiendo entre callejuelas, el destino es el río Arnoia, rodeado por jardines que invitan a refrescarse. Hay quien se anima a dar un paseo en barca. Y la mayoría no puede reprimirse a darse un chapuzón. Cruzando el puente sobre el afluente del Miño, el Museo del Cuero, donde comprar algún recuerdo artesanal antes no encontrado. En las mismas instalaciones de la antigua fábrica, la terraza del Bodegón Portovelo se llena de fiesteros con pañuelos rojos al cuello.
Degustando la cocina tradicional gallega, al borde del río y rodeado por restos de la muralla de finales del siglo XV, se entiende entonces por qué el rey Alfonso X El Sabio eligió Allariz como residencia durante muchos años. Y también por qué mereció, ya en 1971, la declaración de Conjunto Histórico Artístico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.