Ciudad de hormigas y 'fibers'

Siguiendo el rastro de las hormigas pintadas o en forja, en fachadas, calles, muros y los edificios más importantes, uno camina por el Benicàssim del artista Capi Trillo, que convirtió la hormiga en el símbolo de la ciudad, la ciudad de las hormigas de Capi. Benicàssim tiene muchas caras. La más reciente y cool, la del FIB. La más nostálgica, la de su pasado. Probablemente muchos veraneantes no sepan que entre finales del XIX y principios del XX Benicàssim era llamada la Biarritz valenciana. Allí construyeron sus villas de verano los burgueses más pudientes y en ellas organizaron las jaranas de mayor postín. El León de ojos verdes de Manuel Vicent describe los años 50 de esta ciudad, cuando había alcanzado el mayor esplendor y la Guerra Civil convierte el elegante Hotel Voramar en hospital de las Brigadas Internacionales.

De todo ese pasado glorioso quedan vestigios. Y eso es lo que da un toque especial a este rincón de la costa Azahar. Eso, y que el FIB ha colocado a Benicàssim en el mapa mundial de la música indie. Este es un recorrido por las caras de Benicàssim, la ciudad de los 300 días de sol.

El Biarritz valenciano: Del 'Infierno' al 'Limbo'

Uno de los atractivos turísticos de Benicàssim es la zona de las villas, que recuerdan el pasado glorioso de la ciudad como centro de veraneo de lo más granado de la burguesía, convirtiéndola en el El Biarritz valenciano. Cada propietario dejó la impronta de su carácter en cada una de las villas, eligiendo los más variados estilos arquitectónicos, desde el clásico al victoriano pasando por el modernista. Muchas de esas villas siguen en pie y existe una ruta marcada para admirar sus fachadas. Algunas de ellas son utilizadas ahora como restaurantes. La ruta está dividida en tres, desde la ruta del Infierno, las villas conocidas por ser las más ruidosas por sus espectaculares fiestas, hasta la ruta de la Corte Celestial, habitadas por burgueses más tranquilos. Las dos zonas están separadas por los jardines de Comín, conocidos como el Limbo.

Historia en la terraza del Voramar

El Hotel Voramar es uno de los lugares más queridos por los benicenses. En sus inicios fue un club social en el que se celebraban elegantes fiestas. Sin embargo, fue reconvertido en hospital durante la guerra civil para atender a los heridos de las Brigadas internacionales que resultaron heridos en la Batalla de Teruel. Hemingway, Alejo Carpentier y Miguel Hernández fueron atendidos en el Voramar. A día de hoy el hotel, que conserva su toque de elegancia, es un lugar de encuentro, para tomar el aperitivo en las terrazas o disfrutar de una buena comida frente al mar. Su restaurante ofrece cocina tradicional con toques modernos.

De Benicàssim a Oropesa en bici

Se trata de una ruta litoral para ir en bici o a pie y que une en 5,5 kilómetros Benicàssim con la vecina Oropesa. Es un paseo agradable entre túneles y zonas abiertas al mar. Merece completar el paseo hasta bajar al club náutico de Oropesa y tomar unas fotos a medio camino, en el acantilado junto al mirador situado al lado de una torre vigía. A la vía se accede desde el final de la Avenida Jaume I, dejando a la izquierda el hotel el Palasiet.

A orillas de un desierto verde

A sólo 6 kilómetros de Benicàssim se encuentra el Parque Natural del Desierto de las Palmas. No es un desierto, sino un paraje natural repleto de vegetación. Fueron los padres carmelitas quienes lo llamaron "desierto" por ser un lugar de retiro y silencio. Y aún hoy lo sigue siendo, incluso en pleno agosto. En la zona hay varias ermitas que los religiosos aún utilizan para retirarse un tiempo a meditar y que cuando no están ocupadas se ponen a disposición de quienes quieran aislarse durante unos días. El parque tiene marcadas nueve rutas, de varios niveles y duración, para hacer senderismo. Algunas sendas suben hasta el Bartolo, el punto más alto del parque, a 729 metros de altitud. También se pueden visitar los restos del antiguo monasterio y el actual, a sólo 500 metros, que alberga un museo de arte sacro.