Brindar en la playa

Lloyd Ziff (Gallery Stock)

Naturales, ligeros y con graduaciones moderadas. Los vinos concebidos como bebida refrescante y cotidiana toman fuerza de la mano de jóvenes productores.

Es el vino una bebida demasiado seria para tomar en un entorno desenfadado? En absoluto. Prueba de ello es que productores de calidad se animen a trabajar con formatos y estilos que se adaptan como un guante a situaciones de consumo de lo más playeras.

El auge de los vinos naturales y de baja intervención ha popularizado el concepto “vino de sed” (vin de soif en francés), que se corresponde con un estilo ligero y muy bebible. En un contexto más general, hace ya varios años que se está viviendo un cambio de tendencia desde la corriente de tintos potentes, opulentos y muy llenos ...

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Es el vino una bebida demasiado seria para tomar en un entorno desenfadado? En absoluto. Prueba de ello es que productores de calidad se animen a trabajar con formatos y estilos que se adaptan como un guante a situaciones de consumo de lo más playeras.

El auge de los vinos naturales y de baja intervención ha popularizado el concepto “vino de sed” (vin de soif en francés), que se corresponde con un estilo ligero y muy bebible. En un contexto más general, hace ya varios años que se está viviendo un cambio de tendencia desde la corriente de tintos potentes, opulentos y muy llenos en boca que se impuso en los noventa y primeros dos mil a un modelo más sutil y aéreo, que defiende la complejidad sin excesos y se fija más en la expresión del suelo y la acidez.

En España, el cambio de ciclo ha coincidido con un importante relevo generacional. El trabajo de muchos jóvenes productores ansiosos de revalorizar los terruños y variedades de uva locales ha dado alas a regiones enteras capaces de alinearse con el nuevo estilo: Canarias, Bierzo, Galicia, una Rioja reinventada o un nuevo Mediterráneo que huye de la sobremaduración. Y, de forma paralela, ha ido tomando fuerza la idea de que el vino debe ser, antes que nada, bebible y disfrutable.

La defensa del vino como una bebida cotidiana y refrescante (justo lo que necesitamos en la playa) ha alumbrado, por ejemplo, el movimiento NatCool. Ideado por Dirk Niepoort, uno de los productores más influyentes y con mayor proyección internacional de Portugal, ha ido sumando adeptos en distintos países, incluida España, donde ya se encuentran en el mercado propuestas de Viña Zorzal (Navarra) o Suertes del Marqués (Tenerife). Bajo la idea de que no hay reglas y de que “menos es más”, se buscan vinos auténticos, orgánicos y con niveles bajos de alcohol y extracción. Además de compartir un mismo sello y venderse a precios asequibles (que no baratos), se distinguen por su botella de litro, que realza el hecho de estar pensados para beber.

El contexto y la atmósfera de consumo también son importantes. En Madrid, a unos pasos del Museo Reina Sofía, la genial idea del restaurante especializado en cervezas y vinos artesanos La Caníbal para realzar la cotidianidad han sido los vinos de grifo, que se sirven por copas o en jarras y que se pueden llevar a casa en las botellas de cristal con tapón de cerámica que se han utilizado tradicionalmente para la gaseosa. No son graneles de altas producciones, sino partidas limitadas de pequeños productores, cuyas fotos cuelgan junto a sus respectivos grifos. La creación de una tienda online durante la pandemia ha permitido democratizar la propuesta al comercializarse en bolsas de dos litros. Son envases de plástico reciclables en un 80% y provistos de un grifo que permiten la conservación durante el tiempo que se tengan en la nevera. Perfectos para transportar a la playa o a otro lugar, facilitan la gestión del sobrante. Aunque el plástico, evidentemente, no gusta a todos, la huella de carbono en el transporte es menor frente a la del vidrio.

Otro vino perfecto para la playa es el espumoso ancestral que los franceses llaman pét-nat por pétillant naturel, más aún si tiene la inmediatez del cierre de chapa en lugar de tapón de corcho. Era la forma más artesanal de atrapar las burbujas en botella hasta que se sistematizó la segunda fermentación que se utiliza en la elaboración de cavas y champanes. Aquí se produce una única fermentación que empieza en un depósito y finaliza en la botella, donde queda atrapado el carbónico. Con menos burbuja (la presión suele ser menor) y difícil intervención, ya que el proceso ocurre dentro de una botella sellada, el estilo está muy asociado al movimiento natural, aunque cada vez hay más productores de espumosos tradicionales interesados en esta categoría que ya se admite, por ejemplo, dentro de la DO Clàssic Penedès. Lo mejor: son vinos frescos, de graduaciones moderadas, crianzas cortas, con la chispa que proporciona la burbuja y, casi siempre, sin mayores pretensiones que las de aportar un disfrute inmediato. Algunos productores consideran que esta es la manera más mediterránea de trabajar las burbujas; ventajas de un clima soleado que permite madurar bien la uva sin necesidad de esperar a que se redondee la acidez.

Con chapa

L’Enclòs de Peralba Pét-Nat 2019. Espumoso. Malvasía de Sitges. 12%. Precio: 12,50 euros.

Roc y Leo Gramona, sexta generación de una casa legendaria de espumosos, están a punto de lanzar su propio proyecto de vinos tranquilos, que tiene en este L'Enclòs una divertida avanzadilla de burbujas ancestrales. Han elegido una uva de acidez natural como la malvasía de Sitges que aquí se expresa con toques cítricos, de fruta blanca y lavanda. Frescura adictiva e impecable elaboración para introducirse en el mundo de los pét-nat. Producción muy reducida (poco más de 500 botellas), pero con excelente relación calidad-precio.

En bolsa

Arrayán Rosado 2019. Rosado. Comercializado por La Caníbal. Merlot y Syrah. 13,5%. Precio: 13 euros, la bolsa de dos litros.

Variedades internacionales cultivadas en la finca toledana de La Verdosa que funcionan muy bien en una vendimia más temprana de la que se haría para tinto. Con poca maceración, fermentación natural y el ingrediente secreto de un 5% de garnacha peluda que la enóloga Maite Sánchez cree que contribuye a potenciar el aroma (el vino es muy fragante, pleno de fruta roja dulce y recuerdos de caramelo). Uno de esos rosados que gustan a todo el mundo. Para tener en la nevera este verano y llevárselo a donde haga falta.

Botella de litro

Viña Zorzal Nat Cool 2019. Tinto. Viña Zorzal & Matías Michelini. Graciano. 12%. Precio: 16 euros.

“No lo cates, bébelo”, dice la contraetiqueta y no es difícil seguir la recomendación. Esto es todo fruta (bayas y frutillos azules) con toques herbales que recorren ágilmente el paladar dejándole a uno con ganas de más. La frescura extra se debe a una vendimia temprana. La crianza en cemento realza el carácter frutal y la viveza de este vino, del que se han elaborado 3.000 botellas. Si de lo que se trata es de disfrutar con los amigos, es posible que haga falta más de una. No olvide el sacacorchos en la bolsa de playa.

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