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Niños que vivieron lo inimaginable Las barriadas más pobres, la calle, el abuso, las mafias, las drogas... Filipinas es uno de los países en los que los niños viven en peores condiciones. Algunas iniciativas tratan de contrarrestar el infierno que atraviesan algunos de ellos Filipinas es un país donde el abuso y explotación infantil es una lacra. Según datos gubernamentales, el 19% de los niños filipinos aseguran haber sido víctimas de abuso sexual y el 60% de violencia física. ¿Qué es lo que sucede? Un excesivo consumo de drogas y alcohol, un sistema débil de valores y la extrema pobreza son algunos de los factores que contribuyen a estos datos. Muchos de los niños abandonados proceden de barriadas con extrema pobreza, sin agua potable ni saneamiento. Los barrios en la lengua filipina se llaman barangay. Este es el número 1 de Bacólod, una ciudad al sur de Manila, que tiene salida al mar. La playa está llena de plásticos porque tampoco hay recogida de basura. En esta playa también hay un karaoke con altavoces y micrófono. Para entrar y pasear por los barangays más peligrosos es necesaria la guía del 'captain', algo así como un presidente de distrito. El del número uno, se llama César Rellos. Él mismo reconoce que solo puede garantizar la seguridad en las calles que él gobierna y que todo aquel que quiera adentrarse en el que está justo al lado, lo hace a su suerte. Cuado se interroga a Rellos de por qué se da abuso infantil en Filipinas alude al excesivo consumo de licor que hace que los padres pierdan la cabeza y a la falta de separación de las habitaciones en las casas. "Las madres muchas veces no denuncian porque tienen miedo de perder el único sustento para el resto de sus hijos", añade. Este es el barangay de Banago, uno de los más grandes y poblados de Bacólod, y también impracticable cuando cae la noche. Un entramado de calles sin saneamiento, donde no faltan canchas de baloncesto, el deporte nacional. Estos niños se refrescan del sofocante calor filipino en el mismo agua en el que los habitantes del barrio tiran la basura y hacen sus necesidades. Anna Balcells es hija de un inmigrante español, nacida en Bacólod, en la isla de Negros, al sur de Manila. Hace una década, tras trabajar en el sector del turismo en España, regresó a su hogar y fundó la ONG Kalipay. En este tiempo la organización ha rescatado a decenas de niños de la calle, muchos de ellos en condiciones extremas. Gracias principalmente a las donaciones, les da refugio y educación y lleva los casos de abusos y maltrato a los tribunales. Esta es Sarah, de 18 años. Su padre abusaba sexualmente de ella y de su hermana pequeña. Cuando las rescataron, la ONG Kalipay llevó su caso a juicio, pero ella estaba tan traumatizada que no pudo declarar. Su hermana, sí. Ante el tribunal, su madre se enfrentó a ellas y les gritó que habían destrozado la famila. Procede del barangay de Banago. En la mayoría de estos barrios, la única diversión son estas cibersalas en las que los niños pueden disfrutar por unos 10 pesos (17 céntimos) de unos minutos de juegos o Internet. El 96% de los niños filipinos empiezan primaria pero solo el 37% acaba secundaria. El gobierno da una paga a las familias que llevan a sus hijos a la escuela. Ante el panorama de desatención 2.753 entidades trabajan en todo el país para prestar asistencia a los menores maltratados o abandonados. En 2017 había en Filipinas alrededor de 4.000 niños con posibilidad de ser adoptados, según los últimos datos del Gobierno. En los barrios más pobres se hacen patentes las grandes desigualdades de un país como Filipinas, que ocupa el puesto 116 de 188 en el Índice de Desarrollo humano. La tasa de fertilidad en Filipinas es de casi tres hijos por mujer. Erlinda Barbasa tuvo que dejar a sus dos hijas pequeñas a un párroco de su barrio cuando le fue imposible incluso alimentarlas. "Tenía miedo de que se murieran de hambre", cuenta. Ella se quedó en su casa, un cubículo encajonado en medio del barrio que apenas tiene dos maderos para dormir y un barreño con agua. Allí vive con sus tres hijos mayores varones. Él unico que contribuía a la economía familiar era el menor, con el que posa para la foto, pero desde que le salió un bulto en el cuello se desmaya a menudo y ya casi no puede trabajar. "Solo quiero que mis hijas estudien y no acaben como yo", asegura. Kalipay tiene dos centros, uno para los niños más pequeños y universitarios que se llama Heaven, y otro para los niños de cinco a 18 años que se llama Recovered Treasures. Anna Balcells cuenta que muchos de los niños llegan tan traumatizados que se ponen a comer tierra del jardín porque para ellos eso es lo mejor que pueden comer. Un momento de diversión en una aldea cercana al centro Recovered Treasures de la ONG Kalipay. No hay barrio ni aldea sin su cancha de baloncesto, la pasión nacional. Los niños que están alojados en el centro de Kalipay tienen su propio equipo y compiten en la liga de la aldea. Es sumamente importante que las organizaciones que trabajan con menores tengan una estrecha relación con la comunidad. Un detalle de la capilla (en realidad, una edificación semiderruida) que hay en la aldea cercana a Recovered treasures. Filipinas es un país muy influenciado por la Iglesia en el que el 85% de su población se declara católica. Una familia al completo dispuesta a ponerse en marcha, en la aldea cercana a Recovered Treasures. El gran logro de esta organización es que los niños completen su educación. Los primeros años de existencia del colegio, seguían un plan de estudios ordinario, pero desde que firmaron un convenio con la Universidad de Santo Tomás de Aquino crearon un itinerario personalizado para estos alumnos, adaptado a sus ritmos de aprendizaje. Estos son Gino y Bubbles, un ejemplo de éxito de recuperación de dos vidas abocadas al fracaso. Ambos proceden de familias desestructuradas y fueron rescatados por la ONG Kalipay. En un camino no exento de momentos difíciles y dificultades, se enamoraron, se licenciaron (él en arquitectura y ella en magisterio) y se casaron. Acaban de tener su primer bebé (cuando se hizo este reportaje ella aún estaba embarazada). Cuando Bubbles se licenció, tuvo la oportunidad de marcharse a Manila a trabajar en un colegio, pero ella cuenta que quiso quedarse en Bacólod para trabajar en Kalipay y ayudar a los niños con necesidades especiales. El que sale en la foto, Lemay, nació con un defecto que hizo que parte de su masa encefálica estuviera expuesta y su madre intentó arrancársela con una navaja. La ONG consiguió operarle para mejorar sus condiciones. Las entidades de apoyo a los menores muchas veces recogen a estos pequeños en la calle, o bien les avisa la propia policía o las familias cuando ya no pueden más. Las mafias usan a muchos de ellos para pedir limosna o para traficar con ellos. Durante todo el día es normal encontrar a niños pidiendo limosna en las calles de Bacólod, especialmente a las puertas de la catedral, que está llena todos los domingos. Muchos de estos pequeños también acaban esnifando pegamento para soportar su situación y el hambre que pasan. El interior de una de las viviendas en un barangay de Bacólod.