El desarrollo de los países no siempre frena la emigración

Un informe de la FAO insta a los Gobiernos a maximizar el potencial del movimiento de personas entre zonas rurales y urbanas

Un migrante retornado a Níger, en Niamey. ÁNGELES LUCAS

Por muy férreo que sea el poder de los Estados para levantar fronteras, la voluntad humana, aunque intangible, sortea vallas, muros, mares, ríos, desiertos, selvas, pueblos y ciudades en un constante movimiento de personas. Los gobernantes no alcanzan a controlar las ambiciones, las necesidades, los sueños, las ganas, la desesperación o la ilusión que aguarda cada migrante dentro de sí, cada uno con su historia. "No hay datos comprobados que apoyen el concepto de que el desarrollo dentro de los países conduzca necesariamente a una disminución de los flujos de emigración internacional a corto y mediano plazo. En realidad puede suceder exactamente lo contrario", es una de las conclusiones del último informe de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), titulado El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2018, que insta a los Gobiernos a maximizar el potencial del movimiento de personas entre zonas rurales y urbanas, y entre países.

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"Los datos parecen indicar que, para los países de ingresos bajos y medianos bajos, el desarrollo y el aumento de los ingresos inicialmente conducen a niveles más altos de emigración, que tienden a disminuir solo cuando los países han alcanzado la condición de países de ingresos medianos altos", añade el texto. "El objetivo debe ser lograr que la migración sea una opción, no una necesidad, y maximizar los impactos positivos, al tiempo que se minimizan los negativos. En muchas situaciones, tiene sentido facilitar la migración y ayudar a los futuros migrantes a superar las limitaciones a las que podrían enfrentarse, permitiéndoles aprovechar las oportunidades que ofrece la migración", escribe el director general de la FAO, José Graziano da Silva, en su prólogo al informe. La dinámica se prevé imparable.

La tendencia natural del ser humano, desde el homo sapiens, a desplazarse por el territorio, ya sea por alimento, curiosidad, ganas de estudiar, de trabajar, u obligados por el clima, los conflictos o la represión, choca con las políticas que impiden, dificultan o acaban con sus libertades, y sus vidas. Ya en Costa de Marfil se registraba el año pasado que pese a que su economía crecía al 9% anual, los jóvenes salían del país a miles, o en España, un 64% de los desempleados españoles de entre 20 y 34 años está dispuesto a emigrar para conseguir un trabajo. "El desarrollo debería considerarse, por lo tanto, como algo deseable en sí mismo y no meramente como un medio para frenar la migración", se lee en el texto.

La emigración rural no suele ser una opción para las personas más pobres, cuya movilidad enfrenta los mayores obstáculos

El informe resalta que más de 1.000 millones de personas que viven en países en desarrollo se han desplazado internamente, con un 80% de esos traslados incluyendo un área rural. Y revela también que en países de bajos ingresos, los migrantes internos tienen cinco veces más probabilidades de migrar en el ámbito internacional que las personas que no se han desplazado y que el 85% de los refugiados internacionales son acogidos por países en desarrollo. No obstante, además de interpretar la emigración rural como un medio para diversificar los ingresos, o como una opción válida para huir de las zonas con escasez de agua, el informe destaca que esta emigración "no suele ser una opción para las personas más pobres, cuya movilidad enfrenta los mayores obstáculos". "Hay también que ofrecer oportunidades alternativas atractivas a los futuros migrantes rurales, entre otras vías promoviendo el desarrollo de sus áreas o las zonas vecinas”, añade Graziano sobre el texto, que plantea, que "en líneas generales" las diferencias de productividad y la disparidad de salarios y oportunidades de empleo entre las zonas rurales y las zonas urbanas impulsan estos movimientos.

Más de 1.000 millones de personas que viven en países en desarrollo se han desplazado internamente, con un 80% de esos traslados incluyendo un área rural

Más allá de las decenas de informes económicos elaborados por el Banco Mundial, la Organización Internacional para las Migraciones u otras instituciones que resaltan el efecto positivo de la inmigración, en los países de destino o por el impacto de las remesas en los de origen, el informe de la FAO se centra también en la necesidad de aumentar los recursos hacia las zonas rurales, donde se genera la agricultura y la agroindustria, para fijar a la población. La agencia propone mejorar las infraestructuras y los servicios en ciudades pequeñas, pueblos y sus áreas rurales para crear mejores vínculos entre las comunidades en lugar de que se invierta en una rápida urbanización. "Cuando la población rural se siente atraída por condiciones de vida más prósperas en los centros urbanos, las inversiones en educación rural, sanidad y comunicaciones pueden frenar la migración hacia las ciudades de mayor tamaño", se lee en el texto. En las regiones en desarrollo con tasas de urbanización elevadas, la migración rural en todas sus formas representa al menos el 50% de todos los movimientos internos. En el África subsahariana, la proporción es de más del 75%, recoge el informe.

También tiene su coste en la zona que los migrantes abandonen las familias y comunidades. El estudio indica que "quienes migran son generalmente las personas más jóvenes y con mayor nivel de educación". Aunque por otro lado, el texto resalta la denominada remesa social: "las ideas, aptitudes y nuevos modelos sociales que los migrantes transmiten o llevan a su lugar de origen cuando regresan", señala.  En el caso de la emigración de los varones, la participación de las mujeres en la agricultura es mayor, lo que también puede aumentar su poder en la toma de decisiones. "Sin embargo, esta 'feminización' de la agricultura no es universal y, en muchas sociedades, la emigración de mujeres es superior a la emigración de varones", precisa el texto.

Entre las propuestas, se aboga también por mejorar las condiciones de trabajo de los migrantes en sus países de destino. "En América del Norte y Europa, por ejemplo, la mano de obra extranjera constituye la piedra angular de la producción agrícola. Sin embargo, a menudo la protección de los derechos laborales y las condiciones de trabajo de los migrantes son deficientes. En muchas zonas rurales, los trabajadores agrícolas suelen tener empleos informales, ganan menos que el salario legal y están sujetos a explotación", denuncia la organización, que insta a ofrecer trabajo decente para el beneficio tanto de la persona como para los países de acogida.

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