Virgul, inmigrante de Turquía, lava la ropa en un baño junto a su chabola, en el parque de la Virgen Blanca.INMA FLORESSebidang espera sentada a que Virgul, su suegra, termine de enjuagar los cubiertos para poder almorzar bajo los pinos del parque.INMA FLORESVirgul destapa los aperos de cocina y revisa con cuidado los pocos alimentos que hay sobre la mesa: una docena de huevos, media sandía y unos yogures.INMA FLORESTarful, hijo de Virgul, posa junto a su madre frente a las dos chabolas en las que viven.INMA FLORESCuando necesitan asearse, los tres acuden a unos baños públicos “que están muy lejos” —no conocen el barrio— y cuando enferman, explican, les atienden en el hospital que tienen como vecino.INMA FLORESVirgul, desenfocada en primer plano. Al fondo, otras tiendas donde duermen una veintena de inmigrantes, la mayoría procedentes de Rumanía.INMA FLORESSebidang, sentada en su cama, se anuda un pañuelo en la cabeza. Según asegura, nadie ha ido a preguntarles si necesitaba ayuda.INMA FLORES“Es muy duro. Quiero volver a mi país pero aún tenemos que ahorrar más para comprar los billetes”, relata Tarful.INMA FLORESUno de los muchos carros aparcados en el pequeño asentamiento, cargados de trastos; restos de quincalla que se entremezcla dentro de varias bolsas de plásticos.INMA FLORES
