Induráin dice adiós solo y cansado
El último mito del ciclismo mundial anunció en Pamplona su retirada
El 2 de enero de 1997, Miguel Induráin, uno de los mejores ciclistas de la historia, ganador de cinco tours de Francia consecutivos y de dos giros de Italia, también consecutivos, anuncia su retirada con un comunicado público. Esta es la crónica que escribió el especialista en ciclismo de EL PAÍS, Carlos Arribas. Una auténtica joya de la hemeroteca.
Sobrio como en la carretera, solo como los campeones en el momento de la victoria y con esa media sonrisa en los labios que siempre ha sido su defensa ante el fervor de las multitudes, Miguel Induráin, el mejor deportista español de la historia, dijo ayer adiós a la competición. Tiene 32 años. El 2 de enero de 1997 entra en la historia del ciclismo por segunda vez como día de despedidas. Hace 37 años, un dos de enero, moría Fausto Coppi, el primer gran mito del ciclismo. Ayer, Induráin, el último mito del ciclismo mundial, el dominador de la década de los noventa, dijo adiós voluntariamente. Solo y cansado. Induráin no quería estirar un año más su carrera y arrepentirse después, aunque siempre le quede la duda de saber si podría haber ganado su sexto Tour.
La decisión ya la conocía su familia desde hace unos días. Luego, el primer día del nuevo año, Induráin se la comunicó a José Miguel Echávarri, su director de toda la vida, y a Luis Abril, director general de Banesto. Sólo faltaba darla a conocer públicamente. Para ello, eligió el estilo que siempre le ha acompañado. Junto a su mujer, Marisa, redactó un comunicado, lo imprimió con su ordenador y convocó a la prensa en un hotel para leerlo.Siempre ajeno e inmune a la expectación que ha levantado, Induráin eligió para el acto de la lectura una estrecha e incómoda sala de hotel, a la que llegó a la una en punto de la tarde, después de que la policía le tuviera que abrir un pasillo entre el gentío que abarrotaba la entrada. Televisiones y radios de toda Europa. Periodistas de todo el mundo. El había solicitado una sala para 80 personas, una mesa, una silla y un micrófono. Eso tenía delante cuando se sentó y pidió silencio.
¿Quién iba a protegerle de las preguntas insidiosas a él, que siempre había estado acompañado de sus mentores del Banesto en las situaciones complicadas?, se preguntaba la gente. No necesitaba de nadie, se comprendió enseguida. Con su monótono estilo, siempre presente en sus declaraciones históricas, sin emocionarse, Induráin leyó sin pausas el texto que llevaba escrito. Impuso respeto. Tanto que, aunque su comunicado deja abiertas a interpretaciones varias las razones finales de su retirada, pocos se sintieron capaces de pedir aclaraciones. Y a quienes lo hicieron, les respondió con un "he acabado, esto es todo". Todo lo que tenía que decir lo había dicho. Como siempre. Quien quiera interpretar sus silencios, que lo haga. El siempre se atendrá a lo que ha salido de su boca.
Sencillez y normalidad
La sencilla escenografía fue muy propia de Induráin. Ninguna palabra desmedida, ningún gesto significativo, la emoción absolutamente contenida, sin concesiones al protocolo y la grandilocuencia. Todo el acto estuvo presidido por la normalidad, una despedida de perfil bajo para el más grande de los ciclistas. Se fue sólo en su coche, entre los gritos de ánimo de la gente de Pamplona, y dejó en la sala una sensación de vacío irrellenable, una sentimiento de orfandad atónita, aunque, como dijo después José Miguel Echávarri, "cuando de verdad le echaremos de menos será en julio".
Induráin no dejó espacio para que se escaparan las emociones. Su despedida fue la lógica prolongación de tantas y tantas intervenciones ante la prensa, en los días de gloria y en los escasos momentos de decepciones
"¿Que si estoy triste?", llegó a contestar a una pregunta entre el barullo. "No. Sabía que era un momento que tenía que llegar y ha llegado". La misma respuesta sin dobleces que ofreció en Hautacam, el día que supo que no podría ganar su sexto Tour en 1996. Siempre en su línea. Más lejos que nunca de la exuberancia efusiva y locuaz de sus antecesores en la cima del ciclismo mundial, de los Eddy Merckx o Bernard Hinault, amantes de las despedidas a lo grande, de los baños de multitudes, de las grandes declaraciones. Quizás sea porque aquéllos lo necesitaban y no sabrían vivir sin ello, mientras que Induráin sólo haya buscado satisfacciones íntimas en los triunfos, el premio a su sacrificio durante una carrera que comenzó entre la esperanza de unos pocos y que ha terminado en medio del reconocimiento general.
Y ahora ¿qué? Si Induráin era un hombre amante de la intimidad cuando era un personaje público, cuánto más lo será ahora que no es más que un habitante más del pequeño pueblo de Olatz. Lo dijo ayer: se dedicará a otras "facetas de su vida". A la familia y a las partidas de caza. A las salidas en bicicleta con su hermano Prudencio, profesional del Banesto. Pero siempre lo más alejado posible del ruido público, como a él le gusta. El final con el que quizás soñaba desde que ganó su primera carrera, aquella victoria que le dio de premio una caja de fantas que entregó a su hermana.
Hasta pronto
Hoy, 2 de enero, de 1997, quiero anunciar públicamente mi retirada del ciclismo. Ha sido una decisión larga y profundamente meditada. Como bien es sabido, he necesitado tres meses para poder tomarla. Se ha hablado y se ha especulado mucho sobre el tema. Lo cierto es que me ha resultado tremendamente difícil decidirme puesto que físicamente estoy bien y pienso que todavía podría estar en condiciones de lograr el tan deseado sexto Tour. Por otra parte, ya en los primeros meses de esta temporada empezó a rondarme la idea de que con el 96 había llegado la hora de dejarlo y dedicarme a otras facetas de mi vida; de hecho, así lo tenía planeado. Intenté ganar el Tour con todas mis fuerzas y no lo conseguí, pero gané la medalla de oro en Atlanta: me parecía el broche ideal para mi carrera. Corrí la Vuelta a España y, muy a pesar mío, tuve que abandonar debido a una infección viral. Este hecho cambió mi visión de las cosas. No podía despedirme con un abandono. En mi entorno me animaban a seguir, tenía que ganar el sexto Tour. Así las cosas, cada día que pasaba me resultaba más difícil ver con claridad cuál era el mejor camino a. seguir. Llevo 12 años en el ciclismo profesional, he corrido vueltas grandes, pequeñas, campeonatos nacionales, del mundo y hasta unas Olimpíadas. En estos años he tenido grandes satisfacciones por los triunfos logrados, pero también me ha costado mucho esfuerzo y sacrificio el obtenerlos. Estar al máximo nivel exige mucho de uno mismo y cada año que pasa resulta más difícil conseguirlo. Creo que ya le he dedicado el tiempo suficiente al ciclismo de competición y ahora deseo disfrutar de este deporte como afición. En definitiva, y tras meditarlo minuciosamente, pienso que he tomado la mejor decisión para mí y para mi familia. Ellos también me están esperando. Quiero aprovechar la ocasión para expresar mi más sincero agradecimiento a todos los medios de comunicación que con tanto interés habéis seguido toda mi carrera, a Banesto por su apoyo y muy especialmente a toda la afición que sigue este deporte con tanto entusiasmo. Gracias por todo y hasta pronto.
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