Opinión

Sistemas alimentarios sostenibles, la clave para acabar con el hambre y la malnutrición

Con la fecha límite de 2030 para alcanzar el Hambre Cero a la vuelta de la esquina, los países de Europa y Asia central no pueden permitirse bajar la guardia

Productos hortofrutícolas en un mercado de Valjevo (Serbia).©FAO/Oliver Bunic
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La comunidad internacional se ha comprometido a erradicar el hambre y todas las formas de malnutrición para 2030 a través del segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Es una meta audaz y ambiciosa y no será fácil alcanzarla, pero estoy convencido de que podemos lograrlo. En la región europea y centroasiática, los países van por el buen camino. La mayoría ha realizado avances considerables en la reducción de la proporción de la población que sufre hambre, pero persisten importantes problemas de seguridad alimentaria y nutrición.

Algunos siguen teniendo dificultades con la llamada triple carga de la malnutrición: desnutrición, deficiencias persistentes de micronutrientes y, a la vez, tasas de obesidad y sobrepeso crecientes. Las deficiencias de micronutrientes y el sobrepeso en niños y adultos se han convertido en dos de las principales preocupaciones en la región, ya que ambas resultan en limitaciones de la capacidad humana y en pérdidas productivas.

Quizá aún más llamativo es el indicador de inseguridad alimentaria moderada o severa que, según la denominada Escala de experiencia de inseguridad alimentaria, revela que 14,3 millones de adultos en la región aún se consideran gravemente afectados por la inseguridad alimentaria. El hambre y la malnutrición tienen muchas causas interconectadas, lo que hace necesaria una respuesta global. Estos podrían ser algunos de sus cimientos:

En primer lugar, sistemas alimentarios sostenibles. Desde las etapas de producción al consumo, la agricultura y los sistemas alimentarios sostenibles ofrecen seguridad alimentaria y nutrición para todos sin comprometer la capacidad del planeta para seguir produciendo para las generaciones futuras. Vistos los efectos del cambio climático, lograrlos implicará practicar una agricultura, silvicultura y pesca sostenibles, diversificar la producción, y garantizar que la agricultura contribuye tanto a mitigar como a adaptarse al cambio climático. También significa que hay que gestionar los recursos naturales de esta región –incluyendo el agua, los suelos, la biodiversidad, los bosques y unos ecosistemas únicos y frágiles– de forma sostenible.

Erradicar el hambre no es el único gran desafío que tenemos. Hoy en día, el mundo asiste a una verdadera epidemia de sobrepeso

En segundo lugar, hay que garantizar el acceso regular a alimentos adecuados y dietas saludables para todos. Erradicar el hambre no es el único gran desafío que tenemos. Hoy en día, el mundo asiste a una verdadera epidemia de sobrepeso y obesidad, y las cifras siguen subiendo tanto en la mayor parte de países en desarrollo como en los desarrollados. En 2015, había más de 1.900 millones de adultos con sobrepeso en el mundo. De ellos, más de 650 millones eran obesos. El consumo excesivo de alimentos procesados ricos en sal y azúcar es el principal motor de ese aumento. Los países deben abordar esta situación promoviendo las dietas sostenibles y, en ese sentido, las políticas públicas nacionales son fundamentales. Los consumidores deben conocer los beneficios y las desventajas de lo que comen. Para ello, debemos redoblar esfuerzos en educación nutricional, aumentar la conciencia sobre su importancia, y regular el etiquetado y la publicidad.

En tercer lugar, hay quehay que acabar con el desperdicio y las pérdidas de alimentos. Un tercio de toda la comida que producimos se pierde o se desperdicia cada año. Para acabar con este absurdo necesitaremos el compromiso de los productores, los comerciantes y los consumidores en todos los países, tanto para minimizar las pérdidas durante la producción, el almacenamiento y el transporte como para reducir el desperdicio de comida por parte de vendedores y consumidores a la vez que fortalecemos las elecciones de los consumidores. Me gustaría destacar que varios actores de la industria alimentaria de la región ya han presentado medidas y propuestas concretas. En varios países ya hay iniciativas en marcha para sensibilizar sobre este asunto, identificar soluciones y adoptar un enfoque legislativo distinto. Las mejoras en la eficiencia de las explotaciones agrícolas en toda la región también reducirán las pérdidas durante la producción.

Finalmente, hay que acabar con la pobreza rural. Apoyar a los pequeños agricultores y a los agricultores familiares es fundamental porque son ellos quienes tienen la llave para alimentar de forma sostenible a una población mundial creciente, y contribuir a erradicar la pobreza extrema.

Quedan menos de doce años para 2030, y los países de Europa y Asia Central no pueden bajar la guardia. Promover sistemas alimentarios sostenibles es clave para alcanzar el desarrollo sostenible.

José Graziano da Silva es director general de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

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