¿Qué es el 'agrocuir'? La lucha LGTBI llega a las aldeas
Este festival de Ulloa (Galicia) lleva cuatro años reivindicando la diversidad sexual y la defensa de la ecología en el rural
¿Qué tiene que ver la explotación de eucaliptos con los derechos del colectivo LGTBI en el rural? Aparentemente nada, pero en el Festival Agrocuir da Ulloa (Lugo) están muy comprometidos con las causas justas, apostando por una programación alejada del típico calendario de verano y con un mayor trasfondo social. Esta iniciativa surgió bajo el nombre de Festival Agrogay para reivindicar la diversidad sexual en la aldea; cuatro años después, no solo ha aumentado el número de asistentes, el concepto también se les ha quedado pequeño. Hablamos con uno de sus organizadores, Adrián Gallero, sobre su última edición -dedicada al colectivo trans y la defensa del bosque autóctono-, la situación del colectivo en el rural y las ideas que reivindican.
El festival acaba de cumplir cuatro años. ¿Cómo se os ocurrió montar esta iniciativa?
Decidimos organizar este festival para reivindicar y visibilizar la diversidad sexual en el rural. Creíamos que era algo muy necesario y que no se estaba haciendo en ningún sitio. Pero no solo eso, también queríamos aprovechar para reivindicar la defensa del patrimonio, la ecología o el feminismo.
Habéis pasado de agrogay a agrocuir. ¿A qué se debe este cambio de nombre?
El cambio de nombre creo que muestra nuestro propio proceso de aprendizaje. Nos dimos cuenta de que el término agrogay –que nos gustaba mucho como sonaba-, no dejaba de ser un concepto que aludía a una sexualidad muy concreta. En Europa o en Occidente, en su mayoría, hace referencia al hombre blanco, de clase media alta y urbanita. Así que le cambiamos el nombre por cuir para hacerlo más coherente con lo que proponemos: algo mucho más inclusivo, de lo que se puede sentir parte quien quiera, independiente de su orientación sexual o de si vive en la ciudad o en el rural.
¿Por qué habéis optado por escribirlo así en lugar de queer?
Lo pusimos en gallego para no utilizar el término inglés. Creemos que tiene una parte buena y una mala. La mala es mucha gente no sabe muy bien lo que significa la palabra queer y menos si la traducimos. La buena es que estamos visibilizando un concepto de vanguardia, en el que se está trabajando en todas partes. Es importante llevar esos términos al rural y no estar siempre veinte años por detrás.
Para la ocasión este año también habéis recuperado la bandera de ocho colores.
Está todo muy relacionado. En el año 78 se desprendieron de dos colores, el rosa y el azul claro. Justo los que representan al colectivo trans. Siempre ha sido el colectivo más expuesto y el más luchador, y, al mismo tiempo, el más vulnerable y al que más se ha dejado de lado. Recuperarla va en esa misma dirección: incluir a la gente que se va sintiendo fuera del colectivo gay, y que cada día es menos reivindicativo.
¿Cómo ves la situación del colectivo LGTBI en el rural?
Hasta hace tres años no existían iniciativas como estas, pero este verano nacieron varios proyectos similares en Galicia, lo que prueba que es necesario y que la gente está interesada. Estamos viviendo como en la propia comarca se nos está acercando mucha gente nueva y otras que están saliendo del armario.
¿Y a nivel nacional o internacional hay colectivos similares al vuestro?
Hace tiempo nos lo preguntamos, pero no tenemos constancia. En Extremadura, por ejemplo, hay una iniciativa de mujeres homosexuales en el rural, pero trabajan a nivel más asociativo y no tanto a nivel festival. Una de las cosas en las que estamos trabajando este año es en crear redes de contacto, ampliar estas redes de colaboración y comunicación dentro del territorio.
¿Y los eucaliptos qué tienen que ver con todo esto?
Siempre decimos que para ser agrogay o agrocuir simplemente hay que estar a favor de la diversidad sexual y el respeto por la naturaleza. Creemos que está muy relacionado porque al final, de lo que estamos hablando es de relacionarnos de una forma más sensible, en cuanto al tratamiento de las personas como del entorno. Siempre ha estado muy presente la reivindicación ecologista pero este año le dedicamos la edición al bosque autóctono frente al proceso de eucaliptación que estamos viviendo.
¿Qué diferencias crees que existen entre el colectivo LGTBI del rural y la ciudad?
En una ciudad es más fácil encontrar tu lugar. Lo que ocurre es que suele ser como un getto. Quizás suene exagerado, pero no deja de ser eso: vas a la ciudad, montas tu grupo de gente que se parece a ti y ya está. Puedes pasar tu vida sin preocuparte, sintiéndote parte de una de una comunidad, pero eso al final no es integración, ni convivencia con todo el mundo.
De entrada, en el rural eso es más difícil. El proceso de socialización es distinto, hay mucha menos gente y menos acceso a una oferta cultural. Cuando vas a un bar te encuentras con el alcalde, con tus amigos, con los vecinos... Al final si la gente ve que formas parte de la comunidad, que trabajas, o que te integras, todo el mundo te acepta. Eso es lo que le importa a la gente y no quien te guste. Quizás en la ciudad caes en más en las apariencias y te juntas con personas acordes a tus gustos.
Y a la hora de afrontar la programación, ¿qué criterios seguís?
Gira en torno al tema especial de cada año. Esta vez fue el bosque autóctono y la visibilización del colectivo trans, así que contamos con Rodrigo Cuevas y Mercedes Peón. Son dos personas muy queer, con unos proyectos en el que reivindican la defensa de la tierra, la naturaleza, la identidad sexual... Intentamos enlazar siempre contenidos y artistas.
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