9 fotosMujeres y sedasEl proyecto Marina Silk ofrece a las residentes de los slums de la ciudad india de Varanasi formación e ingresos extra 09 ago 2016 - 09:40CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceBarro. Inmundicias. Ratas. Toneladas de plástico y papel amontonadas en inquietantes pilas. Niños sentados en el suelo clasificando lo que otros desechan en montoncitos en función del material y de la calidad. Muchachos descalzos y a medio vestir corriendo entre la basura. Esta favela de Varanasi es una bofetada de realidad.Antonio Pampliega“Al principio fue difícil porque no sabían ni coger el pincel. Tuvieron que aprender a hacer líneas, círculos… fueron seis meses de pruebas hasta que salió la primera partida para ser comercializada”, recuerda María Bodelón, fundadora de la ONG Semilla para el Cambio y alma mater de este pequeño proyecto bautizado como Marina Silk. El objetivo no es sólo que estas mujeres tengan un lugar de esparcimiento donde poder evadirse de la realidad- la mayoría viven en 'slums' (barrios chabolistas)- sino también que puedan llevar un sueldo a casa y empoderarlas en una sociedad patriarcal y donde la mujer está supeditada a los designios del marido, sean cuales sean.Antonio PampliegaEn ciudades como Varanasi las mujeres no dejan de ser las parias de la familia. Encargadas de cuidar a los críos. De mantener la casa limpia. De hacer la comida. De rebuscar entre los desperdicios para luego venderlos al reciclaje. Están sometidas a sus maridos. Los malos tratos. Las vejaciones. “Las mujeres sienten que el esposo tiene derecho a pegarlas por lo que jamás se quejan. Es algo que acaba pasando de generación en generación porque se vive en el ámbito doméstico y los hijos maman de lo que ven en el seno del hogar”.Antonio Pampliega“A mí me gustaría salir del 'slum' e ir a un edificio de ladrillo pero cuesta como mínimo 2.000 rupias al mes ¿Quién se puede permitir eso?”, comenta Baisun. Esta mujer vive con su marido y sus siete hijos. Por el pequeño trozo de tierra en el que han montado su precario hogar pagan unas 300 rupias. No pagan suministros. Tienen luz de forma ilegal y extraen agua de un pozo cercano. Así conviven unas 100 familias hacinadas entre la basura. Baisun es otra de las trabajadoras de Marina Silk y se considera afortunada.Antonio Pampliega“Las mujeres, al tener cierto nivel de ingresos, tienen más capacidad de decisión en la familia. Marina Silk las ha hecho darse cuenta de que son más de lo que ellas pensaban. Ha subido su autoestima, han ganado confianza y se están haciendo fuertes”, relata una orgullosa María Bodelón, viendo los progresos de las mujeres que hoy trabajan en un proyecto que han hecho suyo propio.Antonio PampliegaPyari Bibi usa su dedo índice para leer cada sílaba. Tiene 39 años, está embarazada de su cuarto hijo y está aprendiendo a leer. De niña no fue a la escuela porque su familia no tenía dinero para pagar su educación y tuvo que empezar a trabajar en la recogida de basura, actividad a la que se sigue dedicando toda su familia. Su motivación supera a la vergüenza que algunas adultas sienten cuando tienen que aprender como si fueran niñas. “Vengo incluso cuando estoy enferma. Ahora comprendo lo que pone en los letreros, en la calle…”, comenta. El marido de Pyari no ha puesto ningún problema a que acuda a esta clase de alfabetización porque no ha abandonado en ningún momento las labores domésticas. Pyari Bibi es la mayor de un grupo que forman 25 mujeres, casi la mitad de las que empezaron hace dos años. “Al no tener aliciente económico muchas se desmotivan. Su forma de vivir es al día: ganan, gastan. No están acostumbradas a hacer cosas que requieran continuidad o que vayan a ser rentables a futuro. Es difícil para ellas ver el medio y el largo plazo. Hay otras que no pueden venir porque tienen que seguir trabajando o porque tienen dificultades de aprendizaje y se sienten avergonzadas”.Antonio PampliegaLas mujeres, concentradas, tratan de que el color no salga de los bordes y arruine todo el trabajo. Dibujan y colorean sobre frágiles y delicados pañuelos de seda. Risas. Complicidad. Esta docena de mujeres han encontrado un diminuto refugio donde se sienten poderosas. Importantes. Empresarias. Emprendedoras. Y no es para menos. Han conseguido fundar un pequeño proyecto autosostenible donde venden sus propios pañuelos. Antonio PampliegaSangeeta, de 27 años. “Quiero aprender para poder ayudar a mi hija con sus deberes y que tenga un futuro”, sentencia mientras anota el resultado de las operaciones matemáticas que realiza. Ella sola, con los 40 euros que gana lavando platos, se hace cargo de su hija. Vive con su madre y su hermana desde que se separó de su esposo. “Era un mal marido”, nos confiesa sin entrar en más detalles. El divorcio no es habitual en India pese a que la violencia de género alcanza índices altísimos. “Hace unos días, la madre de uno de los niños que participan en nuestro proyecto educativo murió quemada con ácido a manos de su esposo. Le atribuía una infidelidad”, cuenta Virat Gautam, coordinador de educación en la ONG.Antonio Pampliega“Quiero aprender a leer y a escribir para que no me puedan engañar y para poder sentirme orgullosa de mi misma”, afirma Aisha. Esta mujer vive en la ciudad de Varanasi (Este de India) que con 300 'slums' reconocidos, y más del doble ilegales, es una de las poblaciones menos desarrolladas del gigante asiático. Aquí la tasa de analfabetismo entre las mujeres ronda el 80%, según un informe de Naciones Unidas.Antonio Pampliega