14 fotosToma tarascada: los jugadores más fieros de la historia del fútbolHicieron tierra quemada en las décadas de hierro. Hoy ninguno de estos duros del balón hubiese podido hacer la carrera que hizoICON15 jun 2016 - 11:13CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlace“No me pegue usted más, señor Benito”, dicen que suplicaba Biri Biri, delantero gambiano del Sevilla, víctima ilustre del que fue central del Real Madrid en los 70. En aquel equipo, Gento, Amancio o Del Bosque ponían la dosis de poesía y Goyo Benito (Toledo, 1946), la prosa y la leña. El toledano, mito del madridismo más montaraz, firmó un gol cabeceado con el alma contra el Oporto, en la Copa de Europa del 79, y dejó muescas en los tobillos de rivales como su amigo el barcelonista Carles Rexach, al que dijo cierta vez: “El domingo, durante el partido, ya te puedes poner el DNI en la boca, que yo en el campo no conozco a nadie”.EFECélebre sobre todo por forzar con malas artes la expulsión de Zinedine Zidane en la final del Mundial de 2006, Marco Materazzi (Lecce, Italia, 1973), era un digno heredero de la escuela ‘agonística’ italiana, que concibe el fútbol como la continuación de la guerra por otros medios. Poderoso en el juego aéreo y bastante hábil con el balón en los pies, Materazzi era, sobre todo, un auténtico genio de la tarascada, la provocación y el juego subterráneo, un profesional del cinismo y la falta de escrúpulos. Apodado ‘The Matrix’, el central del Inter de Milán fue uno de los gladiadores preferidos de entrenadores como Marcello Lippi y José Mourinho. Este último le despidió con lágrimas de gratitud el día en que se separaron sus caminos, ya que Mourinho dejaba el equipo para fichar por el Real Madrid. “Maldito seas”, le dijo un Materazzi, que se había partido la espalda por él, “me dejas en manos de Rafa Benítez”.Cordon PressPerdió los dos incisivos superiores siendo un niño, al caerse del sofá mientras celebraba un gol de su equipo, el Manchester United. Nunca sustituyó ese par de piezas dentales: su ausencia le daba un aspecto feroz que le fue muy útil en el fútbol y en la vida. Bajito, calvo desde el final de la adolescencia, desdentado y con barriga cervevera, Nobby Stiles (Manchester, 1942) parecía cualquier cosa menos un futbolista de élite. Sin embargo, hizo una sólida carrera en el montaraz fútbol de los 60, llegando a ser campeón del mundo con Inglaterra y de Europa con el Manchester United, siempre al lado de un Bobby Charlton, que se refería a él como “el compañero de trinchera que siempre elegiría para ir a una guerra”. Para colmo, Stiles era miope, motivo por el que sus compañeros apenas se atrevían a pasarle el balón: “No es que no sepas jugarlo, es que ni siquiera lo ves”, solían decirle. Rivera, Mazzola, Eusebio o Jimmy Greaves fueron algunas de las víctimas ilustres del 'asesino' sin dientes.GettyAl de Mendoza (Argentina, 1945), defensa rudo e implacable, le apodaban ‘El cacique del área’. El Atlético de Madrid fue a reclutarlo a Argentina cuando le buscaba sucesor a otro carnicero mítico, Jorge Griffa, el mismo que acabó durmiendo en un calabozo tras liar una trifulca monumental con el público de San Mamés. Ovejero dejó Vélez Sarsfield, con el que había ganado el campeonato argentino del 68, para sentar cátedra en el club colchonero durante un lustro. Allí marcó el listón de virulencia y compromiso con los colores por el que serían juzgados, años después, los Arteche, Juanma López o Tomás Reñones.EL PAISUn solo partido bastó a Antonio Ubaldo Rattín (Buenos Aires, 1937), volante defensivo de Boca Juniors, para hacerse un hueco en la leyenda negra del fútbol. Fue el de cuartos de final del Mundial de 1966 entre Argentina e Inglaterra. Expulsado, en teoría, por pérdida de tiempo y desconsideración al árbitro, el duro Rattín se negó a abandonar el campo, exigió un intérprete para que le aclarasen los motivos de la expulsión y se sentó en el extremo de la alfombra roja reservada a la Reina, exponiéndose a la lluvia de chocolatines y cerveza que empezó a caerle desde la grada. El seleccionador inglés, Alf Ramsey, individuo por lo general afable y ponderado, dijo de él que era un “animal”, el peor deportista que había visto nunca sobre un terreno de juego.GettyEn el fútbol inglés de los 70 y 80 había una regla no escrita, según explica otro célebre carnicero de la época, Stuart Pearce: “Tenías que ser muy duro para ganarte el derecho a jugar bien y jugar muy bien para ganarte el derecho a ser duro”. Graeme Souness (Escocia, 1953) era excepcional en ambos sentidos. Capitán y gran referente del mejor Liverpool de la historia, ganador de tres Copas de Europa con los Reds, Souness era exquisito con el balón en los pies y un leñero inmisiricorde cuando quien lo tenía era el equipo contrario. A finales de los 80, según empezaba a perder velocidad y a retrasar su posición en el campo, propinó hachazos escalofriantes, lesionando de gravedad al islandés Siggi Jonsson, al escocés George McCluskey o al rumano Iosif Rotariu. A día de hoy, no se le recuerda nada parecido a un acto de contricción: “Aquello era fútbol de verdad, no lo de ahora”, suele decir cuando le preguntan.GettyEl futbolista calabrés se pasó 13 temporadas ejerciendo de perro de presa en el centro del campo de uno de los equipos más competitivos que se recuerdan, el AC Milan de finales del siglo XX y principios del XXI. Allí, arropado por talentos como Andrea Pirlo (“viendo entrenar a Andrea llegué a preguntarme si yo también era futbolista”, declaró hace años) o Clarence Seedorf, Gennaro Gattuso (Italia, 1978) suplía su falta de condiciones naturales para el juego con entusiasmo marcial y absoluto desprecio por los huesos de sus rivales. La prensa italiana le llamaba ‘la Bestia’, por razones obvias. Y sus compañeros, ‘el Rinoceronte’, nunca se supo si por sus andares torpes y su aspecto rechoncho o por sus salvajes ronquidos durante las concentraciones. A Gattuso se le recuerda por hazañas bélicas como propinarle un cabezazo en la nariz al segundo entrenador de los Tottenham Hotspurs, Joe Jordan, o por haber realizado alguna de las entradas a destiempo más brutales y aparatosas de la historia del fútbol. Él llegó a atribuirlo a que sufría una enfermedad neurológica que le afectaba el nervio óptico, de ahí que “midiese mal”.Cordon PressVerle repeler el balón con una brecha abierta en la frente y la camiseta de la selección inglesa empapada de sangre fue una de las imágenes más chocantes de la Eurocopa de Suecia de 1990. Así era Terry Butcher (Singapur, 1958), orgulloso representante de esa clase obrera británica que, como decía George Orwell, da los mejores soldados del mundo porque no tiene el menor instinto de supervivencia. Tras una década rebanando tobillos a diestro y siniestro con el Ipswich Town, Butcher fue uno de los cuatro defensas ingleses que aparecían en la foto del mítico gol de Maradona en el Mundial de 1986. “Quise derribarlo”, ha reconocido, “pero dudé una fracción de segundo y él salió despedido con el balón en los pies, como una centella”.GettyEn 1971, el Granada Club de Fútbol importó a un ‘pincharrata’. Es decir, se trajo de Argentina a uno de los míticos jugadores del Estudiantes de la Plata, ganador de tres copas Libetadores de una tacada. Un equipo tan canchero y bravo que convertía sus partidos en batallas campales y que, según la leyenda, cada vez que perdía acababa con alguno de sus jugadores en el calabozo. Aguirre Suárez, nacido en Tucumán en 1944, había jugado en el centro de la defensa del equipo platense a las órdenes de un gran estratega del fútbol marcial, Osvaldo Zubiría. En Granada, formó pareja con el uruguayo Pedro Fernández y se convirtió en bestia negra y pesadilla de jugadores del talento de Amancio y Asensi. Este último aseguraba que jugar en Granada era “como ir a la guerra”. Y a Carles Rexach se le oyó decir, según pasaba en autobús cerca de la plaza de toros de la ciudad de la Alhambra: “Benditos los toros, que no tienen que jugar contra el Granada”. “Aguiire y yo llegamos a pelearnos entre nosotros antes de que empezasen los partidos para intimidar a los delanteros contrarios”, ha reconocido Fernández, “pero la verdad es que tampoco era para tanto: ¡No nos comíamos a los niños!”.AsComo en el caso de Migueli, una entrada basta para situarle entre la élite de 'criminales' balompédicos. Zurdo de talento y hombre culto y refinado (habla cuatro idiomas), el brasileño (nacido en 1969) ha pasado a la historia por el cruce de cables que sufrió en el Brasil-Estados Unidos de octavos de final de la Copa del Mundo de 1994. En una jugada del todo intranscendente, a más de 60 metros de su portería, Leonardo le propinó un espeluznante codazo al extremo norteamericano de origen uruguayo Tab Ramos. Una acción tan brutal que acabó con Ramos sufriendo convulsiones sobre el terreno de juego y hospitalizado a continuación con una fractura de cráneo de la que tardó tres meses en recuperarse. Leonardo ha reconocido que aún siente un escalofrío al recordar el estruendo de huesos rotos y las convulsiones de Tab Ramos.Getty“Soy un gitano, gano mucho dinero y te voy a arrancar la oreja con los dientes, gordo. Fuera de campo estás a salvo, pero aquí estamos solos tú y yo”. Estas palabras, dirigidas en 1989 a una joven promesa del Newcastle llamado Paul Gascoigne (en la foto, sufriendo los métodos de Jones), resumen a la perfección el tipo de futbolista y ser humano que fue Vinnie Jones (Watford, Inglaterra, 1965). El centrocampista era un perro de presa, pésimo con el balón en los pies, pero con una falta de escrúpulos y un desprecio por la integridad propia y ajena que le convirtieron en pieza clave del Winbledon de principios de los 90, uno de los equipos más violentos de la historia con premiso del Estudiantes de la Plata de Carlos Bilardo.EL PAISEl central bonaerense del Atlético de Madrid (nacido en 1946) era tan virulento y se tomaba el fútbol tan a pecho que incluso le partió el pómulo de un puñetazo a su íntimo amigo y compañero de equipo Santos Ovejero pocas horas antes de jugar una semifinal de la Copa de Europa contra el Celtic de Glasgow. “La culpa fue del míster, por no vestirnos del mismo color en el entrenamiento”, se disculpó Panadero Díaz. Central de Racing de Avellaneda durante muchos años, este hombre al parecer cabal y sensato, hijo del propietario de una panadería de Buenos Aires (de ahí su apodo), fue colchonero entre 1973 y 1977 y aún se le recuerda como un implacable coleccionista de tibias. En aquella semifinal disputada en Glasgow vio la tarjeta roja por patearle las costillas a Jimmy Johnstone. “Me estaba mareando con tanto regate”, se justificó."No hubo muertos porque Dios existe", diría años más tarde el madridista Isidoro San José. La final de Copa del Rey de 1983 fue una auténtica carnicería. Una guerra de trincheras en la que Barcelona y Real Madrid compitieron cegados por la inquina y con el cuchillo entre los dientes. Para la crónica negra queda el instante en que Miguel Bernardo Bianquetti, ‘Migueli’ (Ceuta, 1951), hizo añicos la rodilla del prometedor Francisco Bonet con un golpe de guadaña seco y preciso. Migueli era un central firme y expeditivo, al gusto de la época, pero no un carnicero. Sin embargo, la de su torpedo a la línea de flotación de Bonet sigue siendo una imagen que, vista 30 años después, duele como el primer día.EL PAIS“Maradona no se murió con aquella entrada”, decía hace unos meses Andoni Goikoetxea (Alonsotegi, Vizcaya, 1956) cuando un diario catalán le recordaba una de sus más infaustas hazañas deportivas, la patada al tobillo que dejó fuera de combate al astro argentino en septiembre de 1983. Un par de años antes, el central del Athletic había fulminado al otro jugador franquicia del Barcelona de la época, Bernd Schuster, con un plantillazo que le rompió los ligamentos de la rodilla. Dos entradas para el museo de los horrores en casi veinte años de carrera, sí. Suficiente para que ‘The Sun’ le considerase en 2008 el segundo jugador más duro de la historia del fútbol. El primero de la lista fue el escocés Graeme Souness, también en esta lista. En la foto, Goikoetxea se ensaña con Maradona, al que propina una patada con todas las ganas del mundo en la célebre pelea barriobajera de la final de la Copa del Rey de 1984 entre el Athletic y el Barcelona.Diario AS