8 fotosSúper héroes prematurosSufrieron secuestros, violaciones y el asesinato de familiares a consecuencia del conflicto que sigue vivo en el norte de Malí. Aún niños, hoy rehacen su vida lejos de ese horror e intentan olvidarLola HierroBamako - 09 mar 2016 - 18:34CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceProviene de la región de Tombuctú, en concreto de un pueblo llamado Amnassey. Kadidiatou, de 17 años, llegó a Bamako a finales de 2012, por lo que vivió el inicio del conflicto yihadista. "Para mí, la crisis empezó cuando los rebeldes entraron en mi pueblo y se llevaron a un grupo de niños. Yo estaba entre ellos". Así inicia su relato. Sus captores la llevaron a un campamento y allí fue violada durante tres días. "Al cabo de ese tiempo, uno de esos hombres tuvo piedad de mí y me dejó escapar", explica serena y directa. Tenía 12 años y quedó embarazada de un niño que hoy tiene cuatro. Cuando llegó a casa, su familia decidió escapar a la capital. Huérfana de padre, su madre ha intentado sacar adelante sola a sus tres hijos. Kadidiatu es alumna del taller de confección. Ella comenzó hace cuatro meses pero ya piensa en montar un negocio con la ropa que ella misma diseñe.Lola HierroRamatoulaye, de 16 años, nació en Gao, una de las ciudades más castigadas por el conflicto. En 2014 se mudó a Bamako después de que su padre fuese gravemente herido. "Unos hombres armados intentaron robarle la moto y como él se opuso, le dispararon en una pierna. Quedó tirado en el suelo, desangrándose, hasta que le encontraron unos vecinos", relata la adolescente. En Gao recibió los primeros cuidados sanitarios pero la herida pintaba muy mal, así que un amigo de la famila decidió llevar a toda la familia en coche hasta la capital en busca de un hospital con más medios. Pese a los esfuerzos de los médicos, el padre de Ramatoulaye no se recuperó del todo y ahora usa muletas para desplazarse. Antes de la agresión era albañil, pero ahora no puede trabajar por lo que su tío mantiene a todos. Ramatoulaye ya iba al colegio en Gao y ahora sigue cursando sus estudios. Destaca en biología, física y matemáticas, y planea estudiar medicina para convertirse en ginecóloga, pero cuando se le pregunta la razón, sólo se tapa la boca con la mano y ríe.Lola HierroYa en 2012 Unicef alertaba de que al menos 175 niños con edades comprendidas entre los 12 y 18 años estaban siendo utilizados con fines militares pr grupos armados que operaban en el norte de Malí. Dos de esos menores fueron Ibrahim y Aliou, de 12 y 11 años. Nacieron en Gossi, cerca de Tombuctú y allí mismo fueron secuestrados por un grupo rebelde. "Estuvimos haciendo de recaderos. Preparábamos el té, recogíamos leña y robábamos corderos". Habla Aliou, sonriente y parlanchín, mientras que su hermano Ibrahim permanece en silencio durante la entrevista, serio y aparentemente perdido en sus pensamientos. Durante su cautiverio no tuvieron una residencia fija, sino que vagaron de un lugar a otro y durmieron al raso con unos 30 hombres que no les quitaban ojo. No había mujeres ni más niños que ellos. "A veces nos pegaban con un palo y para comer nos daban sus sobras", cuenta Alioiu. En varias ocasiones les intentaron enseñar a manejar un arma. "Decíamos que no porque nos daba miedo", asevera el niño. Un día, al cabo de seis meses, supieron que estaban a unos 10 kilómetros de Duru, un pueblo donde tenían parientes. Aguantaron toda la noche despiertos y, cuando todos dormían, escaparon. Ora andando, ora a lomos de asnos salvajes que encontraron por el camino, llegaron y consiguieron encontrar a sus familiares. Sabedores de que los niños estaban desaparecidos, los metieron en el primer autobús que salía hacia su ciudad natal, donde por fin pudieron reunirse con su madre. Por miedo a que sus captores regresaran a por ellos, la familia decidió mudarse a Bamako, donde ahora los hermanos asisten a la escuela. Ambos quieren ser policías para ayudar a su familia "porque ganan mucho dinero", dice Aliou. "Y porque hay que quitar a las malas personas de la sociedad", añade Ibrahim en una de sus contadas intervenciones.Lola HierroMoussa, de 19 años, recuerda el día exacto en el que salió de Kidal, su ciudad de origen: el nueve de enero de 2013. "Al día siguiente se produjo el primer ataque de los franceses a Mopti, a 45 kilómetros de mi casa, para detener el avance yihadista", comenta el muchacho. Su escuela llevaba más de un año cerrada, por lo que se estaba planteando mudarse a Bamako para continuar los estudios y para zafarse de quienes le presionaban para unirse a los rebeldes. "Iban por las casas para convencerte de que te fueras con ellos o utilizaban a compañeros de clase que ya habían sido captados. Que te unieras a la causa, te decían, pero yo siempre respondí que no porque prefería estudiar". Moussa asegura que muchos de sus amigos acabaron por enrolarse. Cuando su padre fue herido durante una refriega, el adolescente decidió que era el momento de marchar. "Quisieron sacarlo de casa y él se resistió, así que lo hicieron por la fuerza". Su padre fue curado de sus heridas en la capital y luego toda la familia se instaló en Menaka, una de las primeras ciudades en ser tomadas por los rebeldes y que posteriormente fue liberada por las tropas francomalienses. Todos menos Moussa, que se quedó con un tío en la capital para continuar estudiando. Acude a una escuela pública y está preparando las pruebas de acceso a la universidad. Ama la filosofía, la historia y la sociología -"las matemáticas se me dan peor", dice- y pretende ser profesor. "La vida en Bamako es más segura, pero no he vuelto a ver a mi familia y la echo de menos".Lola HierroHalima tiene 17 años y procede de Menaka. Ya en 2012 comenzaron los problemas para la familia de esta adolescente. "Unos hombres pegaron a mi padre, le humillaron y le rompieron un pie", recuerda ella, testigo de la agresión. "El problema es que el ya estaba mal de salud, tenía problemas de corazón y diabetes. La paliza no ayudó y murió al poco tiempo". En ese momento, la madre de Halima decidió coger a sus cuatro hijos y huir a Bamako, donde todos se reincorporaron a la escuela mientras la progenitora trabajaba como lavandera y cocinera para mantenerlos. No obstante, las dificultades económicas han obligado a Halima a dejar los estudios temporalmente. "Hasta que pueda pagar las tasas", suspira. Ahora ayuda a su madre con las tareas del hogar y espera tiempos mejores porque quiere volver a los libros para convertirse en doctora.Lola HierroEl padre de Oumar e Issa, de 12 y 14 años, fue asesinado en 2012 porque se negó a entregar su rebaño de corderos a un grupo de hombres armados. Ese año, Tombuctú acababa de ser tomada y la violencia y el saqueo era el pan de cada día en la ciudad y sus alrededores. Los niños presenciaron la ejecución. "Mi padre era pastor y estaba en el campo cuidando unas reses. Cuando se las quisieron quitar, él se negó porque no eran suyas. Le dispararon un tiro en la cabeza". Los hermanos llevan en Bamako tres años y han vuelto a la escuela. Su madre vende condimentos, una actividad que produce unas ganancias exiguas. A Oumar se le dibuja una enorme sonrisa en la cara cuando se le pregunta si le gusta el colegio. Issa, más callado, asegura que sus asignaturas preferidas son la historia y la geografía. Ambos quieren ser futbolistas como Messi, su jugador estrella. El menor no ha pensado en un plan B por si la carrera deportiva no es como él espera, pero Issa sí: "Seré ingeniero agrícola".Lola HierroAliou, de 17 años, nació en Gao y llegó a Bamako en 2014, un año después de que las tropas francesas y el ejército de Malí arrebataran la ciudad a los grupos rebeldes. Pero la violencia continuaba. El adolescente decidió marcharse después de que su tío fuera asesinado. "En 2012 vivíamos en un barrio periférico y los rebeldes llegaron y saquearon todas las casas, incluida la nuestra", recuerda. La familia se fue a un pueblo de los alrededores en busca de mayor seguridad. Cuando Gao fue liberada, volvieron a su hogar pensando que el peligro había pasado. Y entonces asesinaron a su tío. "Le acusaron de ser informador del ejército de Malí y lo ejecutaron, pero no era cierto, él era pastor", confirma el joven. Hoy vive en Bamako porque sus padres decidieron mandarle lejos tras observar que muchos chicos estaban siendo secuestrados para servir como niños soldado. "Yo me libré por los pelos; un día vi a un coche que se dirigía directamente hacia mí, me escapé por una callejuela y no consiguieron llevarme", explica. "Ya estaba alerta porque llevaba tiempo escuchando que estaban secuestrando chicos. Aliou narra su experiencia mientras enseña algunas prendas de ropa diseñadas y cosidas por él en el curso de confección que está realizando. Sus profesores dicen que es el alumno más aventajado. Éll se confiesa un apasionado de la moda, y aspira a llegar lejos como diseñador.Lola HierroEs el único de su grupo de amigos que no apoya al FC Barcelona sino al Real Madrid. Y, por supuesto, él también quiere ser futbolista de mayor. No ha probado nunca a golpear el balón con la cabeza pero se anima a intentarlo durante su sesión fotográfica. Suleiman, de 12 años, da unos cuantos toques con la frente, se le da bien manejar el esférico. Y toda esa alegría y desparpajo que demuestra cuando habla de deportes o del colegio, -le encanta recitar, asegura-, se esfuman en cuanto recuerda Tombuctú. ¿Por qué viniste a Bamako? "Porque mataron a mi padre", dice el niño con un hilo de voz y encogiendo la postura. Su vida cambió un día de 2012, cuando tenia ocho años. Su padre, agricultor, y él iban al campo a trabajar la tierra, una actividad en la que Suleiman ayudaba en sus ratos libres. "Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que faltaba una herramienta y fui a buscarla a casa. Cuando me alejé un poco vi que unos señores se acercaban a él, le rodeaban y empezaban a hablar. De repente sonó un disparo y mi padre cayó al suelo". El pequeño se escondió hasta que esos hombres se hubieron marchado y entonces corrió a su hogar. El niño recupera la sonrisa cuando habla de las clases, de los juegos y del futuro. Si no es futbolista, será profesor "porque da mucho dinero". ¿Y qué harás con él? "Ayudar a mi familia", afirma sin dudar.Lola Hierro