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La herencia del topo Lanz

La historia de El retablo de maese Pedro , la obra que Títeres Etcétera repone por la conmemoración cervantina

Cuenta ahora su nieto, Enrique Lanz (en la imagen), cómo nació esta obra en la Granada de principios del siglo XX, y lo hace porque es el director de Títeres Etcétera y es el director de Títeres Etcétera porque la herencia de su abuelo, al que nunca conoció, fue el amor por el arte y la elección titiritera como forma de vida. “Mi abuelo defendió en su momento un cambio en la sociedad de esa época, lo artístico y lo cultural. Propició desde las escuelas del trabajo (ahora institutos de formación profesional), hasta la recuperación del cante jondo, las misiones pedagógicas… Y murió en el 49, con 56 años, joven, amargado, siendo un topo, escondido y apartado”. La represión de la contienda no perdonó a nadie.Jaime Villanueva
En medio de aquel despropósito cultural, Lanz, el abuelo, se reunía con Manuel de Falla y Federico García Lorca, entre otros muchos nombres. En esas tres mentes se gestó la forma de recuperar la tradición de los títeres de cachiporra, que estaba renaciendo en algunas zonas de Europa. “Aunque siempre se ha dicho que son de Lorca, en realidad son de Falla, que era el más interesado en probar previamente lo que ocurriría después con su retablo en París”. Un equilátero en el que se aportó literatura, escenografía y música. “Mi abuelo, Manuel Ángeles Ortiz y Hernando Viñes se pusieron a la producción, dos escenas cada uno; y después empezaron con los títeres corpóreos. En ese aspecto hicieron algo novedoso para la época, el teatro planista, lo que ahora se conoce como teatro de papel en el centro de Europa”. 'El retablo de maese Pedro' de Falla se estrenó el 25 de junio de 1923 en el palacio de la princesa Edmond de Polignac.Javier Del Real
Aquello flotó en la memoria de Enrique Lanz durante años. “Solo cuando creí que tenía la fuerza y las herramientas suficientes para ponerme con ello, lo hice”. En 2009, la compañía Títeres Etcétera –premio Nacional de de Teatro para la Infancia y la Juventud 2014- estrenó su retablo después de tres años de intensa producción. “Desde entonces sigue igual, si acaso mejorando; eso sí, todo el montaje ha sido con el máximo respeto al original”. Lanz contaba con el archivo de su familia, allí, la correspondencia entre su abuelo y Falla no dejaba dudas sobre cómo el compositor quería que fuese la pieza: “Había cosas muy concretas, por ejemplo que la torre de Melisendra estuviese inspirada en el salón de frescos de la Alhambra, y así la interpretamos”.Javier Del Real
Muchas veces Lanz se ha planteado la obra como un monumento a esa época, es breve pero densa y considerada en ciertos círculos como la principal obra musical del siglo XX. “Es un recorrido por toda la música española y fue una tremenda aportación de la vanguardia española a la europea, que estaba empezando a mirar hacia el teatro de títeres de otra forma, con ojos de artista”. La pieza no puede estar continuamente en repertorio, “por la situación del sector, sobre todo”, alega Lanz. “En Salzburgo puedes escuchar obras de Mozart cualquier día, sería bonito que hubiese un sitio así en Granada, donde poder escuchar a Falla o ver el teatro de Lorca en cualquier momento”.Enrique Lanz
El juego de realidad e irrealidad en el que se mueve 'El retablo de maese Pedro' es una de las facetas que lo hace especial para Lanz, y algo que él también utiliza en muchos de sus espectáculos. “Es también una mirada al teatro de Cervantes, al teatro de títeres, una de las primeras reseñas que se hace en la literatura de ese mundo… es tantas cosas”. A pesar de la densidad del episodio quijotesco, Lanz tenía claro que tenía que funcionar para todos -algo inherente a su obra-. “Se me ha criticado que no es una obra para niños. Evidentemente no lo es, pero he querido que esas referencias profundas lleguen también a ellos. Que puedan ser tema de trabajo en clase, una referencia de épocas y estéticas pasadas. ¿El Museo del Prado es para adultos o para niños? Ambos pueden ir y disfrutar igual, esto es lo mismo”.Jaime Villanueva
Carlos Montes (Jaén, 1973) es la mano derecha de Trujamán, con la que hace los vibratos y señala la narración, es Carlo Magno y es la espada de Don Quijote en el momento final, la parte favorita de Lanz y la suya propia, en la que el caballero arrasa con todo y canta a Dulcinea y a los caballeros. Para ambos son unos minutos musicalmente maravillosos, con la emoción inevitable de la lucha por los ideales.Jaime Villanueva
Montes es también uno de los padres de los enormes títeres del retablo: “Teníamos un libro de imágenes e íbamos haciendo bocetos. Tallando esculturas, buscando referentes del románico hasta el árabe. Fue un momento tremendamente especial”. Gomaespuma, fibra de vidio, poliestireno expandido, varillas, poleas y contrapesos. Un entramado que Montes y el resto de la compañía manejan y dan vida desde el suelo: “A veces ocultos, como sombras, a veces visibles, formando parte de la historia”. Una historia necesaria para comprender la locura que Cervantes dio al Quijote.Javier Del Real