Guía de Roma en agosto
Acabo de volver de Roma, una de mis ciudades favoritas. Como en agosto está literalmente invadida por los turistas (¿como yo?) y el calorcillo húmedo te hace sudar más que a Spartacus después de un combate de gladiadores o una cita con la dómina Drusila, se impone un cambio en el guión.
01.- La Capilla Sixtina en fila india. Salvo que sea la primera vez que viajas a Roma, evita los Museos Vaticanos en agosto. Los grupos de guía y banderita forman auténticos trombos humanos, y los gritos de "¡¡¡Silenzio, silenzio!!!" de los vigilantes te impedirán disfrutar de los frescos de la Capilla Sixtina como se merecen.
02.- ¿Minifalda? No gracias. El acceso a la basílica de San Pedro es libre y no hay que esperar grandes colas (salvo para subir a la cúpula), pero tras el control de seguridad hay que someterse a la mirada escrutadora de unos jovenzuelos rubios (¿cadetes de la guardia suiza?) que te obligarán a volver sobre tus pasos y comprarte un pareo (3 euros) o renunciar a la visita si consideran que tus hombros, piernas o escote muestran más chicha de la debida. ¿No creó Dios al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza? Entonces, ¿por qué taparse tanto?
03.- Pasta estilo 'kosher'. Por detrás del teatro Marcelo, arropando la sinagoga, se extienden las calles y placitas del antiguo gueto, donde un puñado de restaurantes kosher ofrecen especialidades como Carciofo alla giudia (alcachofas a la judía), Fiori di zucca (flores de calabaza gratinadas), Filetti di baccalà (bacalao rebozado) o Carbonara alla giudia (pasta estilo carbonara en la que la panceta se sustituye por cordero churruscadito, ñam, ñam) a precios asequibles. En el reportaje Donde comen los romanos, una guía imprescindible para comer bien y barato en Roma, Tommaso Koch recomienda Sora Margherita, en la Piazza delle Cinque Scole (hace unos dias estaba cerrado, quizás por vacaciones).
04.- Al rico 'gelato'. En agosto, sobre todo si se va con niños, apetecen más los helados que los monumentos. Son deliciosos, y los mejores los preparan en gelaterias modestas, presentes por toda la ciudad. Un capricho: los tartufos de Tre Scalini, en Piazza Navona. En la terraza cuestan el doble (10 euros) que si se piden en la barra y se toman sentados en un banco de la plaza (5 euros). Y están igual de ricos.
06.- Iglesias secretas. Basílicas paleocristianas como la de Santa Prudenciana o la de Santa Prassede all'Esquilino, son una estimulante (y poco conocida) alternativa al masificado vaticano. O iglesias como San Luis de los Franceses, en una plaza detrás del Panteón, con sus luminosos y sombríos caravaggios, que vuelven a brillar tras introducir una moneda (50 céntimos o un euro) en la maquinita que enciende las luces de la capilla Contarelli.
07.- Capuchinos fríos. En el corazón de la Roma más mundana, la Vía Vittorio Veneto de los paparazzis y La dolce vita, un monumento a la fugacidad de la vida: la cripta de los Capuchinos en la iglesia de la Concepción. Vértebras, húmeros, tibias y calaveras decoran las bóvedas y paredes de este lúgubre museo, con esqueletos y momias amojamadas de monjes que aún visten los hábitos franciscanos. A los niños les encanta.
08.- Un hotel 'pop' en Trastevere. Perpendicular al río, el Viale di Trastevere, por donde circula el tranvía 8, parte en dos uno de los barrios más castizos de Roma. La mayoría de los turistas se concentran en los aledaños de la piazza de Santa María in Trastevere, con sus terrazas y trattorias pintonas. A la derecha del Viale (si se mira en dirección el Tíber), el barro gana en autenticidad, con muros cubiertos de exvotos, callejones pintados de almagre y sitios donde comer rico y barato como Da Enzo al 29 (Vía dei Vascellari, 29; solo admiten reservas para cenar a las 19,30) o Panettoni (Viale di Trastevere, 53), donde preparan algunas de las mejores pizzas de la ciudad (cierra los miércoles). El hotel Ripa Roma, con una estética pop muy setentera (de los arquitectos Ricardo Roselli y Jeremy King) es una recomendable opción de alojamiento (dos adultos y un niño, con opíparos desayunos, desde 66 euros la noche).
09.- De ángeles y demonios. Dos de mis monumentos favoritos en Roma, una ciudad de ángeles caídos y artistas maravillosos y diabólicos como Michelangelo Merisi, alias Caravaggio, están asociados al emperador Adriano, nacido en la provincia romana de Hispania (en Itálica, a las afueras de Sevilla) e hijo adoptivo de Trajano, quien hacia el año 125 mandó construir el Panteón sobre el templo precedente de Agripa. La bóveda, construida con un cemento a base de cenizas volcánicas que se ha mantenido intacto durante más de 2.000 años, tiene un diámetro de 43,30 metros, la mayor realizada nunca de fábrica (la de San Pedro mide 42,56). La altura es igual al diámetro, por lo que el interior forma una esfera ideal, perfecta y armoniosa que se ha mantenido increíblemente conservada, hasta hoy. Allí está enterrado el pintor Rafael, y donde hoy hay estatuas de santos, se alzaban dioses y diosas como la Venus que, según Plinio, lucía unos pendientes con una enorme perla partida por la mitad: la que, según una leyenda romana, Marco Antonio arrebató de las manos a Cleopatra para evitar que se la bebiese disuelta en vinagre, como si fuese una Mahou.
Los versos que Adriano escribió justo antes de morir, y que cierran la célebre novela de Marguerite Yourcenar (Memorias de Adriano), se pueden leer en una placa de mármol en el corazón de su mausoleo, transformado en bastión papal, el castillo de Sant Angelo:
"Animula, vagula, blandula
Hospes comesque corporis
¿Quae nunc abibis? in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis iocos..."
(Alma, vagabunda y cariñosa,
huésped y compañera del cuerpo,
¿dónde vivirás? En lugares
lívidos, severos y desnudos.
Atrás quedarán los parajes conocidos, los juegos de antes...").
10.- Guárdate, César de los idus de agosto. "¡Romanos, compatriotas y amigos! Oídme defender mi causa y guardad silencio para que podáis oírme. Creedme por mi honor y respetad mi honra, a fin de que me creáis. Juzgadme con vuestra rectitud y avivad vuestros sentidos para poder juzgar mejor. Si hubiese alguno en esta asamblea que profesará entrañable amistad a César, a él le digo que el afecto de Bruto por César no era menos que el suyo. Y si entonces ese amigo preguntase por qué Bruto se alzó contra César, ésta es mi contestación: «No porque amaba a César menos, sino porque amaba más a Roma".
Desde la colina del Capitolio, centro de poder durante siglos, Bruto arengó al pueblo con el cuerpo de César todavía caliente. En la plaza diseñada por Miguel Ángel se alza la estatua en bronce del sabio Marco Aurelio (el emperador bueno de Gladiator), y los retratos de Cómodo (el hijo malo de la película), Calígula, Nerón y otros emperadores de Roma se exhiben, junto a la testa y la mano gigantes del emperador Constantino en los Museos Capitolinos, el mejor lugar para abarcar el paisaje en ruinas de los foros y el Palatino. Como el horario del recinto arqueológico no se ajusta a las temperaturas estivales (cierran a las siete, justo cuanto empieza a hacer fresquito), lo mejor es madrugar o rodearlos por la tarde, desde el Ponte Rotto y siguiendo el perímetro del antiguo circo Máximo hasta el Coliseo, ya medio vacío y con la mejor luz para los fotógrafos.
PD.- En agosto, la ribera del Trastevere está llena de terrazas y chiringuitos, y en la Isola Tiberina ponen cine al fresco en la tarde noche.
Fotos: Isidoro Merino
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