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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Me siento oxidada

"Montero llamó a Igartiburu para ofrecerle sus disculpas cuando en realidad lo que debieron plantearse es hacer el programa juntas. Siempre han sido filón de audiencia las peleas de gatas"

Boris Izaguirre
Anne Igartiburu, durante la presentación de la programación de TVE 2012-2013.
Anne Igartiburu, durante la presentación de la programación de TVE 2012-2013.GTRESONLINE

¡Es maravilloso cuando algo inesperado oxigena una entrevista promocional! El más que tenso encuentro de Mariló Montero con Anne Igartiburu ha sido, con perdón de la Diada 2012, el momento de la semana. Cuanto más lo ves, más sientes cierta angustia y que, desde luego, la oxidación está en el aire. Ese instante en que Mariló Montero le arroja a la Igartiburu lo de “¿te sientes oxidada?” es herrumbre brutal acompañada de una gran sonrisa. Incluso un género en sí mismo en el entorno de las entrevistas. Debería convertirse en una pregunta obligada para cualquier tipo de invitado. A Mariano, a la Merkel, a Artur Mas, una cadena de personas todas preguntándose “¿te sientes oxidada?”.

Todo el mundo habla de esa entrevista y del clamoroso anuncio de independentismo catalán. Montero llamó a Igartiburu para ofrecerle sus disculpas cuando en realidad lo que debieron plantearse es hacer el programa juntas. Siempre han sido filón de audiencia las llamadas peleas de gatas, aunque lo de Montero fue de dama de hierro. Por ejemplo, en los años ochenta, la teleserie Dinastía creó otro auténtico subgénero con las riñas y bolsazos entre Alexis y Krystle, las dos esposas de Blake Carrington. Más que óxido, lo que descargan esas peleas entre mujeres es un añejo componente machista y morboso al que no podemos resistirnos. Por eso el momento más deseado, el minuto de oro en la entrevista entre las dos damas de TVE, es al finalizar el encuentro, cuando Mariló le medio dice algo a Anne y esta ni se gira a mirarla. Suponemos que cuando las cámaras se apagaron se habrá montado una marimorena importante que nos quedamos sin ver. O sin oír, como las respuestas de Rajoy en su entrevista también promocional.

Oxidados, en realidad, nos sentimos todos. Todo es más lento, Rajoy parece hacer pausas más largas y respuestas más cortas ante las amables preguntas de su entrevistadora de TVE. ¡Qué pena que esa entrevista no la hiciera Mariló Montero! Es cierto que se nos ha ido el brillo. TVE dejó claro que sus directores de información también están oxidados, pese a que lleven poco tiempo en el cargo. Prefirieron colocar la manifestación en Barcelona como quinta noticia y relegada hasta el minuto 20 de emisión del Telediario. Manipular los telediarios es un clásico; el director de informativos, el señor Somoano, se disculpó igual que lo hizo la señora Montero, con elegante retraso, pero los deberes hechos.

La nueva y reluciente web de la Casa del Rey quiere reflejar que la nuestra es una Corona inoxidable. La política de la Casa sigue empeñada en hablar de transparencia y en esa estrategia de celebraciones superpequeñas, íntimas e invisibles. Nos escamotearon la celebración de las bodas de oro de los Reyes con la herrumbrosa excusa de la crisis. Y repiten con unos felices 40 años de Letizia a puerta cerrada. Cumplir los 40 siendo princesa y que te lo celebren con una merienda no parece el mejor regalo. Javier Ayuso explicó que la nueva web real tardó 18 meses en armarse. Hay páginas web que se crean en minutos, pero, claro, no tienen tantas fotos que desempolvar, ni tampoco el óxido propio de una casa antigua. También se ha sabido que la infanta Sofía, hermana menor de Leonor y tercera en la sucesión al trono, al ver lo que pasaba, insistió en estar en la foto. El Príncipe, que también es padre, accedió a los deseos de la niña antes de extraviarse en busca de argumentos convincentes de por qué ella no. Es lógico su deseo de estar en la foto sucesoria porque la imagen no deja de ser el retrato de una hipótesis: nuestra Constitución aún no contempla que la primogénita pueda llegar a ser reina de una posible república federal. Pero es lo que tienen las webs, te hacen ilusión, y anticipan el futuro.

Si Catalunya insiste en la federación o, directamente, en convertirse en otro Estado, ¿en qué quedamos, más Estado o menos Estado? ¿Y el Estado de bienestar? Es complicado ser independiente y solvente. Como ni la Casa del Rey ni casi nadie hace fiestas, las tiendas del centro de Madrid han decidido llenar las calles chic de la ciudad con un maratón de adolescentes de hasta sesenta años imitando a Sarah Jessica Parker. Sucedió en la llamada Vogue Fashion Night Out, un festín popular disfrazado de verbena pija como antídoto a la crisis. El nerviosismo volvió con la inauguración de la tienda de Roberto Cavalli. Se bebía champán como si fuera la última vez, y Aída Nízar parecía organizar un photocall sin líder mientras Cavalli miraba todo con su aspecto de Flavio Briatore en Billionaire y desnudaba el futuro al que nos acercamos: clamando por una copa gratis rodeados de trajes sin vender.

Afortunadamente, como antioxidantes, aparecen noticias felices en el horizonte, como la recuperación de ese primo lejano, una nueva especie de pequeño primate llamado Lesula (Cercopithecos lomamiensis), una monada cuyo aspecto no tiene nada que ver con Carmen Lomana, pero sí un poquito con todos nosotros. Es el mono más humano que hayamos visto desde hace tiempo; tímido pero sociable, su profunda y sabia mirada nos recuerda que cualquiera que sea nuestro estado, de crisis, de óxido o de independencia, nuestro origen está en lo más profundo, verde y vivo de África.

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