Violencia machista

Desde algunos blogs se propone el envío de una carta de protesta a este diario por el tratamiento informativo del asesinato de una mujer por su pareja en Elche. He recibido decenas de copias de la misma. La carta expone lo siguiente: Quiero manifestar mi indignación ante el tratamiento informativo dado por su periódico, tanto en la edición en papel como en la electrónica, del 2 de Mayo 2012, a la noticia del asesinato machista en Elx (Alicante). Tras casi siete años de vigencia de la Ley Integral contra la Violencia de Género, cuando las campañas y los esfuerzos de sensibilización, de formación, de educación, de prevención, acaban en la mínima expresión presupuestaria, al igual que los siempre insuficientes (y ahora insignificantes) recursos de atención; creo que, como mínimo, hemos de exigir a los medios de comunicación el respeto debido a las víctimas. La mujer asesinada ayer es, era, una víctima de violencia de género. Y PUNTO. Las alusiones a su presunta dedicación a la prostitución, a sus presuntos problemas de drogadicción, a los múltiples antecedentes policiales de la víctima, que contrastan con la ausencia de antecedentes del agresor, o la posibilidad de que la fallecida tuviera otra u otras relaciones sentimentales, para nada cambian el hecho esencial del que se había de informar: la mató el hombre que era su pareja. Dar voz y nombre a las personas del vecindario, como si de expertas se tratara, contraviene las normas de tratamiento informativo de la violencia de género que, si bien no obligan sí son de consenso en los medios de comunicación democráticos. Todas esas informaciones solo contribuyen a restar credibilidad a la víctima y, por ende, a todas las mujeres víctimas de violencia de género. Cuando se descalifica a una mujer, nos descalifican a todas, no debemos olvidarlo. ¿Por qué no hicieron hincapié en los aspectos de la noticia que sí son significativos de esta violencia: la desigualdad, la vulnerabilidad, el abuso de poder…? Creo que la responsabilidad de los medios de comunicación en la trasmisión de valores sociales es ineludible. Aplaudo el trabajo que desde la profesión periodística se ha hecho durante años para visibilizar y nombrar la violencia contra las mujeres, reconozco su labor de sensibilización. Pero en momentos en que vemos retroceder nuestros derechos no podemos consentir que también se vulnere nuestra dignidad.
Por su parte, el responsable de la edición valenciana de este diario, Josep Torrent, me ha remitido una respuesta tras trasladarle la citada carta: La noticia a la que hace referencia la carta se trató como lo que era: Un delito de violencia de género que no admite ningún atenuante. El titular, el subtítulo, los sumarios y el cuerpo principal de la información responden a un tratamiento informativo en el que se tuvo siempre muy presente quién era la víctima de la agresión. En ningún momento hubo el menor intento de ocultar, disimular o justificar su condición de víctima de violencia de género. Lamento muy sinceramente que se pueda haber interpretado la inclusión de datos personales, que a nosotros nos parecían relevantes, como un intento de enmascarar el drama. La inclusión de los mismos no tuvo como objetivo restar credibilidad a la víctima. Nuestro único propósito era dar a conocer el submundo en el que vivía y no creo, en absoluto, que informar sobre estas cuestiones pueda entenderse, ni de lejos, como un atenuante de su asesinato. No haberlo hecho, ignorar las condiciones de vida en que se desenvolvía la víctima hubiera supuesto ocultación consciente de información o una autocensura en absoluto recomendable. El texto describe, en la segunda línea, que se trata de la segunda víctima mortal de la violencia machista de la Comunidad Valenciana este año. Al final del mismo artículo, la delegada del Gobierno expresa su repulsa por este tipo de hechos e insta a la sociedad a que se comprometa para acabar con esta lacra social y apela a la obligación de denunciar de quienes conozcan, vean o tengan conocimiento de casos de violencia machista. No acude, por tanto, a rechazables eufemismos como el de violencia doméstica. Por otra parte, que la víctima ejerciera presuntamente la prostitución o tuviera supuestamente adicción a las drogas, según la investigación, es un dato que en ningún momento ha de suponer ninguna comprensión a la conducta criminal de su pareja.
Referido a su biografía, la noticia también recoge que en 2006 fue víctima de una falta de lesiones que se resolvió con una condena a un hombre distinto del ahora implicado. El texto, sin embargo, menciona los múltiples antecedentes policiales de la víctima, sin aclarar de qué tipo, frente a que el agresor solo tenía un antecedente como víctima de una agresión, lo que introduce una comparación irrelevante para explicar lo sucedido. También se afirma, sin más, que la investigación apuntaba ayer la posibilidad de que la fallecida tuviera otra u otras relaciones sentimentales. La exposición de este supuesto dato puede tener una intencionada lectura penal (según el Código Penal español es atenuante obrar por causas tan poderosas que naturalmente hayan producido arrebato y obcecación) que, en el momento actual de la investigación, no procede anticipar hipotéticamente. El hecho de que la investigación no suministrara mayores datos sobre la biografía del agresor puede hacer creer que su tipo de vida era totalmente ajena a la que vivía su pareja.
En la edición digital, la noticia está acompañada de un despiece con el título No se debe bajar la guardia en el que la Asociación de Mujeres Vecinales de Elche (Alicante), que se manifestó en contra del crimen, expone su más enérgica repulsa por la muerte de una mujer más en Elche, víctima de violencia de género, y ha remarcado que no se debe "bajar la guardia en la prevención y erradicación de esta gran lacra, que está costando la vida a tantas mujeres año tras año", lo que ayuda a subrayar, por parte de la redactora de la noticia, de qué se está hablando.
Un tema que debe administrarse siempre con extremada prudencia, hasta obviarlos si no se comprueban, en este tipo de noticias es el acercamiento que hacen los vecinos al suceso y personalidad de los implicados. Son testimonios de los que, en su mayoría, se desconoce su objetividad, por lo que pueden introducir connotaciones confusas sobre el hecho que importa: la violencia de género.
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