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Un autobús mata a una niña junto a un paso de cebra

La pequeña, de dos años, murió en el acto aplastada por una rueda

Una niña murió esta mañana de una manera espantosa en el barrio de Batán, a un paso de la zona sur de la Casa de Campo. El autobús municipal de la línea 65 la aplastó con la rueda trasera derecha. La pequeña, E. S. C., de dos años, iba acompañada por su madre. Su cuerpo quedó machacado a dos metros de un paso de cebra, según informa Emergencias Madrid. Los psicólogos del Samur atendieron al conductor y a la madre, que luego dieron su declaración a una unidad de investigación de la Policía Municipal.

El atropello ocurrió a las doce del mediodía en la calle de Villamanín, al final de una cuesta suave que acaba en un paso de cebra sin semáforo (prioridad para el peatón). "Oí un golpe y me di la vuelta", contó un testigo; "el autobús estaba quieto, muy pegado al bordillo de la acera. La niña estaba debajo: me di la vuelta y me fui a casa a tomar una tila".

Sobre la una y media de la tarde los servicios de limpieza del Ayuntamiento limpiaban con agua a presión los restos de la horrible muerte de la chiquilla, apuntando poco más allá del paso de peatones, donde seguía parado el autobús, que en el momento del accidente llevaba pasajeros. La única versión significativa que tiene este periódico es la de un amigo de la madre de la chica (una boliviana de menos de 30 años) que estuvo con ella en la furgoneta del Samur. De acuerdo con el testimonio del conocido, J. A., boliviano de 29 años, la mujer estaba en el paso de cebra (no se sabe si cruzando o a punto de hacerlo) cuando "notó que el coche agarró a la niña. Ella la jaló [la cogió] del brazo, pero ya estaba debajo de la llanta. La tuvo que soltar, porque el bus se la llevaba también a ella. Se oyó un ruido. El chofer se bajó y preguntó que había pasado. Estaba muy nervioso".

J. A. escuchó decir a la madre que llevaba en una mano a su hija (la única que tenía) y en otra un carrito con el que iba "a comprarle el regalo de Navidad a la niña". Las dos vivían modestamente en un piso compartido del barrio de Batán. El padre, también boliviano, de 27 años, estaba separado de su mujer y no vivía con ellos. Según J. A., amigo suyo, estaba trabajando en una obra cuando lo llamaron por teléfono para decirle que su hija estaba muerta. Llegó en media hora. A las dos y media, cuando el escenario del brutal atropello se vació de gente, atendió a algunos periodistas. Dijo que no sabía cómo había pasado todo, que no logró entender bien las palabras en shock de su esposa. Luego cruzó el paso de cebra, solo, y se fue a coger un autobús.

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