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Intervención de Josep Antoni Duran Lleida en el debate sobre el estado de la nación

Señoras y señores diputados, en primer lugar, señor presidente, de bien nacido es ser agradecido y aunque muy posiblemente mis palabras después le obliguen a hacer alguna derivada en su intervención, le agradezco muchísimo que reiteradamente ponga de manifiesto su confianza en que el próximo Gobierno de Cataluña va a ser de Convergència i Unió. Veo que tiene buenas encuestas y coinciden con las nuestras. Por tanto, gracias, en cualquier caso, por el reconocimiento expreso.

Señor presidente, señorías, la naturaleza de este debate nos obliga a evaluar la acción del Gobierno a lo largo de los últimos doce meses, a tenor de cuáles son los problemas de la sociedad española y cuáles han sido las políticas concretas que se han aplicado. Sentadas estas premisas -por todos conocidas-, nos parece lógico echar una mirada retrospectiva a lo que fue este mismo debate celebrado el 11 de mayo del año pasado. En él se aprobaron un conjunto de propuestas de resolución y, al mismo tiempo, el presidente del Gobierno anunció compromisos para el año que culminamos. Quiero recordar a la Cámara, y por supuesto también al Gobierno, que lamentablemente este grupo parlamentario no podrá hacer balance del cumplimiento de sus resoluciones. Por primera vez en un debate sobre el estado de la Nación, el Pleno del Congreso utilizó las mayorías parlamentarias que le apoyaban para rechazar la totalidad de las propuestas de resolución presentadas por nuestro grupo parlamentario. Fuimos, señor presidente, y somos muy conscientes de que aquella decisión no coincidía con la disposición del Gobierno. Fuimos y somos muy conscientes de que aquella exclusión fue consecuencia de la exigencia de una de las fuerzas políticas que le apoyaba parlamentariamente. Usted, señor presidente, en el mismo debate reconocía la generosidad de ese apoyo parlamentario. Un apoyo que -según sus propias palabras- se daba no en función de intereses o de exigencias o de reivindicaciones no razonables. Pues bien, aunque nunca nos pareció razonable condicionar un apoyo parlamentario a que el Grupo Socialista no votara a favor ninguna de nuestras propuestas, aunque nos pareciera más bien infantil tal exigencia, éramos y somos -repito- muy conscientes de que usted, su Gobierno y el grupo parlamentario que le apoya no participaban de tal actitud política. Si se lo recuerdo ahora, por tanto, señor presidente, no es para recriminárselo ni a usted ni a su grupo parlamentario ni a nadie en la Cámara, es para comunicarle precisamente a usted, a su Gobierno y a su grupo parlamentario, y a la Cámara en general, que si en el transcurso de este debate, que se prorrogará el próximo martes día 6, se planteara una situación a la inversa, nuestro grupo parlamentario nunca le exigirá aplicar el mismo rasero.

Si lo recuerdo hoy, señor presidente, es también por una segunda y poderosa razón. Este grupo parlamentario nunca supeditará el reconocimiento de logros positivos para nuestra sociedad en función de quienes los obtengan, algo muy distinto de lo que hoy se da en el debate político catalán, donde la posición de algunos respecto al nuevo Estatuto no se afirma basándose en los contenidos sino en la reacción tan pueril como irracional y desatinada de quién y cómo, entre otros, lo ha hecho posible. Esta reacción puede entenderse durante unos días pero aparece para nosotros como absurda, inmadura e irreflexiva cuando se sostiene más allá del comprensible rebote inicial.

Empezaba el 11 de mayo su intervención, señor presidente, como lo había hecho en su debate de investidura, hablando de la política contra el terrorismo. Por tanto, como decíamos ayer al encarar este complejo capítulo de la acción de Gobierno, hoy el recuerdo y reconocimiento de Convergència i Unió es para las víctimas y sus familiares, para aquellos que, fruto del terror, han visto truncado su proyecto de vida, su familia, su derecho a vivir en paz. Señor presidente, hablando de la política contra el terrorismo usted remarcaba que se necesitaban dos condiciones: la fortaleza del Estado de derecho y la unidad democrática. Las necesitaba y las sigue necesitando. Añadía después, señor presidente, enlazándolo también con su discurso de investidura, que esta legislatura, la que estamos viviendo, iba a ser de gran trascendencia para el final de ETA, a la que solo le admitía un futuro: disolverse y deponer las armas. En todos sus objetivos estamos de acuerdo, señor presidente. De hecho, siempre hemos estado al lado del Gobierno y de su ministro del Interior, de este y de los anteriores gobiernos, fuesen del partido que fuesen. Somos de los pocos que podemos afirmarlo sin problemas de conciencia. El presidente del Gobierno, por otra parte, nos recordó en ese debate su deber de trabajar para lograr el fin de la banda terrorista, y dijo algo que nos pareció y nos parece sumamente importante: el fin de la violencia no tiene precio político, pero la política puede contribuir al fin de la violencia. Creemos que la política está haciendo su contribución. El anuncio de ETA de un alto el fuego permanente es fruto no solo de la política, pero también de la política, y no solo de la política de su Gobierno, pero también de la política de su Gobierno. Señor presidente, si el 11 de mayo del año 2005 usted decía que nadie debía hacerse ilusiones, pero que su obligación era trabajar por la esperanza, hoy hay motivos para la ilusión y para la esperanza, sin ignorar que para que esta se consuma, para que la ilusión no tenga sombras que la eclipsen, nos falta por recorrer todavía un camino largo y muy dificultoso. Señor presidente, cuente con nuestro apoyo para transitar por este camino, que no le brindamos desinteresadamente. Nos interesa que llegue el día, cuanto antes mejor, en el que el terror, el asesinato, la extorsión y la violencia den paso a la convivencia, a la garantía del derecho a la vida y, en definitiva, a la paz. No obstante, señor presidente, a pesar de ese apoyo que reconozco interesado en los términos que expresé, solo le pedimos que contribuya tanto como esté a su alcance a la unidad democrática, a la unidad de todos los partidos democráticos y al diálogo con todos y cada uno de ellos, primando al principal partido de la oposición y a su líder, pero no excluyendo a ningún otro grupo parlamentario, hablando lo menos posible y trabajando lo máximo que puedan. Esta unidad exige sensibilidad por parte suya y de su Gobierno, señor presidente, hacia quienes representamos la pluralidad de esta Cámara y, especialmente, hacia el grupo principal de oposición y hacia el propio Gobierno vasco, para que conozca los pasos a dar por comunicación directa y no a través de declaraciones o intervenciones públicas.

Dicho esto, señor presidente, y a partir de estas premisas, el principal partido de la oposición y el conjunto de esta Cámara tienen, a juicio de este grupo parlamentario, que asumir sus responsabilidades y apoyarle en todo y para todo, sabiendo y asumiendo que la política puede contribuir, como usted señalaba, al fin de la violencia. Estamos a su disposición para este objetivo sin más matices que los expresados.

Le vamos a acompañar en este largo camino, señor presidente, incluso si la ilusión colectiva y la esperanza que hoy compartimos se frustraran. Si fracasara en el empeño de su objetivo final, señor presidente, también tendría nuestro apoyo. Si otros lo intentaron y fracasaron, justo es que ustedes también tengan nuestro apoyo ante tal eventualidad; usted y su ministro del Interior, señor Rubalcaba, al que también queremos expresar nuestro apoyo en este objetivo, como antes lo expresamos a su antecesor, señor Alonso. Pero, señor presidente, señoras y señores diputados, no solo la política puede y debe contribuir al final de la violencia. No debe haber precio político. Por supuesto, estamos de acuerdo. Lo decía muy bien el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, en una entrevista: La paz no puede ir vinculada a un precio político porque esto sería como legitimar la violencia para un objetivo político. Estamos de acuerdo, señor presidente. El Estado de derecho es el que debe imperar en todo el proceso, desde su inicio hasta el final, pero vuelvo a remarcar que no solo desde la política puede y debe contribuirse al final de la violencia. Todas aquellas instituciones cuyas decisiones afectan al proceso no pueden ignorar el objetivo. Atención, no se puede vulnerar la ley jamás, por supuesto, ni nadie puede esperar que eso ocurra, pero sí se pueden atender las circunstancias políticas y sociales en las cuales debe aplicarse la ley, dando valor a lo que legalmente tenga valor y dejando para la política lo que políticamente sea relevante para este objetivo final que perseguimos. Es la hora de mirar con firmeza el futuro, pero con las luces largas, no con luces de posición. No es la hora de protagonismos personales, ni del Gobierno ni de nadie, ni dentro ni fuera de la política. Es la hora de intentar todos juntos -policía, víctimas, jueces, políticos- sentar las bases para que el final de la violencia sea irreversible. Si el fracaso llegara un día, señor presidente, y ojalá que no llegue, nunca pueda señalarse a otro responsable que no sea ETA y su entorno. Ese es nuestro claro objetivo.

Señor presidente, quiero hablarle ahora de otro problema ya suscitado en el debate anteriormente mantenido, el problema de la inseguridad ciudadana. Recordará que en la última sesión de control le pregunté al respecto. Este último fin de semana he dialogado con sus ministros de Justicia y de Interior respecto a esta cuestión. Creo que podemos coincidir en que tenemos ante nosotros un grave problema, un problema que además es percibido por la ciudadanía como un gravísimo problema, me refiero al de la delincuencia organizada. Tenemos el deber de transmitir a la ciudadanía señales inequívocas de que estamos, como ellos, preocupados, pero al mismo tiempo ocupados en resolver con eficacia el problema. Sin seguridad no hay libertad, y una de las obligaciones fundamentales del Estado es garantizar esa libertad. En torno a la delincuencia organizada y al problema serio y grave que se nos plantea, hasta el extremo de popularizar esa expresión de ni en casa puedes vivir tranquilo o seguro, permítame, señor presidente, expresarle algunas consideraciones. La primera de ellas es formalista, pero no por ello carente de importancia. En contra, señor presidente, de voceros interesados y destacados en airear falsedades que perjudican al autogobierno de Cataluña, debe quedar claro que el hecho de que solicitemos más presencia de la Guardia Civil en las comarcas de Tarragona y sur de Barcelona, unas de las más afectadas, no es porque los mossos d'esquadra, es decir, la policía de Cataluña se haya mostrado más o menos efectiva, sino simplemente porque, por los acuerdos adoptados en la junta de seguridad con el Gobierno del Estado -por cierto, el anterior- y sin ninguna discrepancia en Cataluña, se acordó que el último territorio para el despliegue de nuestra policía autonómica serían las comarcas de Tarragona y sur de Barcelona, lo que no significaba para nada dejarlas desprotegidas, si, precisamente, el Estado hubiese cumplido con su deber de mantener los efectivos de la Guardia Civil necesarios hasta que llegaran los mossos d'esquadra en la fecha oportuna.

Señor presidente, por eso hoy solicitamos -lo habíamos hecho antes- más efectivos de la Guardia Civil. Pero no solo es cuestión de más efectivos, sino de cooperación e intercambio de información entre los diversos cuerpos policiales a nivel estatal y también a nivel europeo. Señor presidente, he aquí una de aquellas cuestiones de interés ciudadano que la Constitución europea pretendía dar respuesta cuando se dice, a mí qué me importa la Constitución europea. La Constitución europea pretendía dar respuesta creando un espacio común de seguridad jurídica y libertad. Al margen de más efectivos y de mayor cooperación estamos convencidos de que nos conviene una reforma penal. Sé que su Gobierno comparte esta opinión y nosotros compartimos con ustedes que una reforma seria y eficaz no puede hacerse a golpe de crónica de sucesos de un noticiario. Hemos caído ya en demasiadas ocasiones en ese defecto, como para no evitar tropezar de nuevo con la misma piedra. Existen tres cuestiones que creo conveniente abordar: tratar la delincuencia organizada como asociación ilícita, incrementar las penas de la tentativa del delito de robo y consecuentemente revisar la prisión preventiva para tales casos.

Se mezcla el serio y grave problema de la delincuencia organizada con el de la inmigración por la nacionalidad de muchos de los implicados. Es obvio que requerimos un mayor control de fronteras y que la inmigración es un problema que no puede abordarse solo desde el lenguaje políticamente correcto. No podemos permanecer pasivos. Sería una grave irresponsabilidad, tan grave como implicarse en este debate desde aquellos que tenemos asumidas responsabilidades políticas, responsabilidades públicas, desde la demagogia que fomentan tácitamente o incluso expresamente la xenofobia y el racismo. Señor presidente, de esto ha habido estos últimos días más de lo razonablemente deseado e incluso de lo esperado. Por tanto, no hablaré ahora de inmigración; lo haré expresamente después para alejarme claramente de cualquier tentación o interpretación confusa.

Señor presidente, quiero hablarle ahora también de política exterior y singularmente de política europea. Usted decía, en su último debate del debate sobre el estado de la Nación, que la política exterior de su Gobierno había tenido como una de sus principales líneas de fuerza el regreso al corazón de Europa. De hecho, para nuestro grupo parlamentario hablar de política europea ya no es hacerlo de política exterior, Europa es ya nuestra realidad interior. De hecho, así lo sostiene el propio Tribunal Constitucional en algunas de sus sentencias dictada entre pleitos entre comunidades autónomas sobre esta cuestión y el Gobierno del Estado. Efectivamente, señor presidente, regresamos al corazón de Europa, desbloqueamos la Constitución europea y la aprobamos mediante referéndum y es mucho, sobre todo comparando con lo que teníamos. Sin embargo, el latir de ese corazón es prácticamente imperceptible. No se trata de un paro cardiaco, pero sí de una clara insuficiencia de riego sanguíneo. Los referéndums de Francia y Holanda supusieron dos isquemias coronarias que han dejado huella en el corazón europeo y que han supuesto, al mismo tiempo, una paralización y una inmovilización de la Constitución. Ante tal diagnóstico la Unión Europea acordó darse un año de reflexión, que este fin de semana en Austria los ministros de Exteriores han ampliado. Posiblemente sea la solución más acertada, la más realista. Habrá que esperar nuevos acontecimientos. Mientras tanto ha habido ideas en Alemania, de la canciller y en Francia, de Sarkozy, entre otros países. España hizo bien sus deberes -lo dije antes- con el referéndum y nos dio y nos da una cierta autoridad ante el pronóstico reservado que vive la Unión Europea, pero no lo hemos sabido aprovechar. En un debate de una cumbre europea recuerdo haberle solicitado al señor presidente que creara algún tipo de grupo de reflexión para poder aportar entre todos ideas a este debate. No se ha hecho, pero seguimos pensando que esta es una buena propuesta. El último barómetro de Euroestat nos recuerda, señor presidente, que el 66 por ciento de los europeos temen futuras ampliaciones por entender que va a perjudicar a la cohesión de los países y por equipararlos a mayor dificultad para encontrar empleo. Por otra parte, existe la sensación de que Europa se diluye como proyecto político a medida que se va ampliando. En cualquier caso, el Gobierno español debería apoyar y promover la celebración de una conferencia intergubernamental con unos objetivos muy precisos, no con el objetivo de reabrir ninguna negociación sino simplemente de abordar y dar señales positivas ante cuestiones prácticas sobre lo que se refiere al funcionamiento de la Unión Europea ampliada tras la adhesión de los dos próximos países. Señor presidente, puede que nuestras ideas no sean las más acertadas, pero en cualquier caso entendemos que necesitamos abundar en ese ámbito de las ideas de cara al futuro europeo.

De la política europea nos vamos, señor presidente, a la política exterior. No en vano el compromiso y la voluntad política de este Gobierno es enmarcar su política exterior en el seno de una política exterior y de seguridad común. Permítanme, en este ámbito, recordar que recientemente, en Viena -ustedes han sido unos de los protagonistas-, ha tenido lugar la IV cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe. Me parece bastante realista -y no es responsabilidad de su Gobierno- calificarla de poco relevante, más allá de contactos bilaterales. América Latina, hoy, no ocupa un lugar preferente en la agenda europea, como no lo ocupa tampoco la política euromediterránea, y lo vimos claramente en la conferencia Euromediterránea de Barcelona; en cambio, para España, América Latina y el Mediterráneo tienen un papel relevante, que debe jugar su Gobierno y se espera que lo juguemos en muchos países europeos, en América Latina y en la otra parte del Mediterráneo.

Cuando se habla de política exterior española respecto a América Latina se suele afirmar que ni Venezuela ni Cuba deben ser los únicos referentes de la acción exterior española. Estoy de acuerdo, señor presidente, en que México, Chile Mercosur, son otras áreas o países donde también es relevante nuestra política exterior. Pese a ello, hay factores que España debe tener presentes y que nos deben inducir a la reflexión. El Pacto andino se debilita, el liderazgo de Hugo Chávez influye en la debilitación del Pacto andino; por otra parte, Mercosur no vive sus mejores momentos a raíz de la confrontación entre Argentina y Uruguay por el famoso conflicto de las papeleras. España tiene unas relaciones con Venezuela y su presidente, que debe sin duda continuar, pero debe dejar claro, tanto en la política como en los gestos, cuál es el límite de esa relación a partir de determinadas actitudes de su presidente. Observarán, señor presidente, señor ministro de Exteriores, que no hablo de Bolivia. Lo hago expresamente. Hay una negociación y me parece absurdo añadir comentarios políticos que pudieran entorpecer los objetivos que persigue el Gobierno, en ese caso, no simplemente de cara a las empresas, sino a otras cuestiones o consideraciones políticas que ha puesto de relieve.

El proceso mediterráneo -lo dije antes- está en stand by. Sé que el proceso Israel-Palestina, la guerra de Irak y el conflicto del Sahara no han permitido la actuación y los acuerdos que se necesitan también en la otra ribera del Mediterráneo. Pero es cierto también que Europa, señor presidente -el ministro de Exteriores lo conoce bien-, no sitúa hoy como prioridad la política euromediterránea. No pudimos, pero yo creo que hay que insistir en crear una secretaría, como las conferencias iberoamericanas, que dé continuidad al proyecto de la política mediterránea europea y que garantice, más allá del albur, del interés y de la agenda política de cada presidencia semestral.

Este fin de semana, señor presidente, en unas jornadas del Círculo de Economía -algunos miembros de esta Cámara estuvieron presentes-, oí una conferencia de don Javier Solana. El título de la conferencia era Hacia dónde va el mundo. Conferencia interesante, donde el señor Solana señalaba como problemas del mundo actual -más que prioridades- la seguridad, la necesidad de tratar de manera distinta a quienes sufren la globalización, la reforma institucional, las pandemias y, añadía, la energía y el agua. De energía quisiera hablarle, señor presidente, y también de agua. Actualmente, el petróleo y el gas, juntos, representan en España el 70 por ciento de nuestro consumo energético, superior al promedio europeo -64 por ciento- y al de Estados Unidos u otras economías desarrolladas: 65 por ciento en Estados Unidos, 64 por ciento en la OCDE y 61 por ciento en el mundo. Nuestro consumo se incrementa, incluso, a un nivel que no se corresponde con el crecimiento de nuestro producto interior bruto. Además, tenemos una dependencia de países donde no siempre está clara, por su democracia y su estabilidad política, la garantía del suministro. Tenemos aquí un gran reto de futuro, señor presidente.

El Gobierno abrió la mesa de diálogo sobre la evolución de la energía nuclear en España, convocada en noviembre pasado por el titular del Ministerio de Industria. Me gustaría saber, señor presidente, cuál es la posición de su Gobierno, la suya en particular. ¿Van a cerrar centrales nucleares, como se dio a entender en el último debate sobre el estado de la Nación, o a mantenerlas, como después sugerían usted y el ministro de Industria? Me parece que hoy mismo, o ayer, ha habido unas declaraciones en esa misma dirección. Respecto a la política de residuos, ¿qué opinión tiene el Gobierno? ¿Dónde se construiría el almacén temporal centralizado? ¿No sería la hora de abrir un gran debate sobre la energía nuclear, señor presidente, sin apriorismos, sin complejos, con pedagogía? Varios países de la Unión Europea lo están haciendo, incluso pretenden construir nuevas centrales nucleares, con nuevas tecnologías, ante la escalada de precios de los combustibles fósiles. Lo hacen con la convicción de que la energía nuclear tiene un papel, al menos transitoriamente.

La nueva generación de energía nuclear, dicen, garantiza la seguridad de los reactores; las investigaciones sobre isotrópos de corta duración, dicen, la garantiza respecto a los residuos. El consumo de petróleo -eso es cierto- produce una combustión que emite toneladas de CO2 a la atmósfera, provocando una factura considerable en términos ecológicos y también económicos. Sobrepasamos en mucho las condiciones de cumplimiento del Protocolo de Kioto, entre otras cosas, porque no se negociaron bien ni las condiciones ni el calendario, pero ¿queremos contribuir más al calentamiento del planeta con esas emisiones de CO2 a partir del uso del petróleo? Si el coste de esta factura es conocido en términos ecológicos y económicos, ¿cuánto costaría la cobertura del riesgo de un accidente nuclear? ¿Hay más, hay menos? ¿Existe algún riesgo hoy o no de la nueva tecnología nuclear? ¿Pueden sustituirse las actuales centrales nucleares obsoletas en algunos casos, como la de Zorita, por otras nuevas? Como rezaba el titular de un reportaje de un periódico prestigioso al respecto -yo también lo suscribo-: ¿Nucleares? De entrada no, pero depende. Le invito un día a tener un debate sereno, insisto, para reflexionar en torno a esta cuestión.

Nuestro grupo político, hablando de agua, insiste en algo que ha hecho siempre: volver a plantear la necesidad del trasvase del Ródano para aprovechar el agua sobrante de la Europa húmeda hacia la España seca. Eso permitiría que el agua del Ebro se utilizase para lo que se utiliza; permitiría, en cualquier caso, liberar agua del río Ter a favor del desarrollo de las comarcas de Girona; permitiría, por supuesto, abastecer no simplemente a Barcelona -área metropolitana-, sino al levante. En el Ródano sí hay, señor presidente y señorías, agua para todos. Y alternativas para el trasvase del Ródano hay más de una. Le rogamos que piensen, reflexionen y estudien esa posibilidad.

Puesto que de infraestructuras estamos hablando, estoy convencido de que en los próximos presupuestos, señor presidente, van a corregir el déficit de inversión de infraestructuras de los dos últimos ejercicios presupuestarios. Sé y soy consciente de que hay una previsión en el Estatuto, pero mientras tanto espero -reitero- que sea corregido porque en el año 2006 el peso de la inversión del Estado en Cataluña ha sido inferior al del año anterior y solo las obras del AVE vienen a representar la mitad de toda la inversión del Estado en Cataluña. Hablando de infraestructuras también, señor presidente, este grupo parlamentario lamenta la indefinición del Gobierno y las exigencias de sus aliados parlamentarios, que han impedido el avance de una obra que ya figuraba en los presupuestos del Estado como es el cuarto cinturón, la B-40, en torno al área de Barcelona.

En materia de ferrocarril, señor presidente, los servicios de Cercanías empeoran día a día en Cataluña. No hemos dejado de presentar propuestas para mejorar el servicio de cara a la ciudadanía, a los usuarios. Le pedimos un impulso decidido en esta materia. Sepa, señor presidente, que la propia campaña publicitaria: Sube y disfruta del viaje, provoca las iras de los sufridos usuarios habituales, que ven cómo los trenes de Cercanías les ocasionan retrasos e incomodidades y la consiguiente repercusión de estos retrasos en el propio transporte urbano público del área metropolitana. Señor presidente, en el último debate de política general hablaba de la educación. Nosotros hemos estado con ustedes en lo que ha sido la LOE. Desde esa perspectiva ha sido una ley que en cualquier caso -y después hablaré de ello- ha podido resolver problemas importantes en la medida en que se tramitaba en este grupo parlamentario. Precisamente fue en esa ley -y por ello lo recuerdo- donde nuestro grupo parlamentario también ha insistido en algo en lo que usted se ha comprometido y que yo celebro, que es un compromiso respecto a la seguridad vial. Lo hemos pedido siempre, lo hemos practicado y estamos convencidos de que el presidente es consciente del reto que tenemos frente a nosotros.

Se ha hablado mucho de la economía. Nadie niega que estamos en un crecimiento del 3 por ciento, superior a la media europea, pero también sabe todo el mundo que el crecimiento es del 5 por ciento en cuanto a demanda interna y que al mismo tiempo hay un par de puntos que nos detraen el propio crecimiento de lo que son las importaciones respecto a las exportaciones. Es cierto que se crea empleo: 907.000 nuevos empleos de acuerdo con la EPA, pero se han cambiado las condiciones de la estadística. Lo importante es saber y recordar que por primera vez desde que nos incorporamos a la Unión Europea, si analizamos el PIB per capita y lo comparamos con la Unión Europea, nos llevamos la sorpresa de observar que este año perdemos posiciones relativas respecto a la media comunitaria. El sector económico tiene otros problemas que no mejoran y empeoran: la inflación, señor presidente. El año pasado no conseguimos nuestro objetivo, lo duplicamos. Este año las cosas todavía van peor.

Desde la perspectiva del sector exterior, señor presidente, se incrementan las importaciones, como antes referí, y disminuyen las exportaciones y, por tanto, se desequilibra nuestra balanza comercial.

Esta semana leíamos en los periódicos cómo algunas empresas decían que, en función de las previsiones que inicialmente había en cuanto al trato del I+D+i, podían dejar lo que era el espacio territorial de Cataluña, algo que también puede referirse a cualquier otro lugar de España. Afortunadamente para nosotros nuestro pacto con el Gobierno respecto a la reforma fiscal nos permite señalar a estas empresas que se va a mantener ese tipo de deducciones, que se va a reducir -como se señaló esta mañana- el impuesto sobre sociedades para las pequeñas empresas del 30 al 25 -ya pasó en el anterior Gobierno del 35 al 30 a propuesta de Convergència i Unió-, que se va a aplicar de manera inmediata y que el impuesto para las grandes empresas va a pasar del 35 al 30 y se va a aplicar en dos años y no como estaba previsto, sin perjuicio de nuevas introducciones y modificaciones que añadiremos en el trámite parlamentario, no simplemente en el impuesto sobre sociedades, sino en el impuesto sobre la renta de las personas físicas.

Permítame, señor presidente, que haga referencia a la reforma laboral. Estamos de acuerdo, está bien orientada, pero es completamente insuficiente a nuestro juicio, y creo que el diálogo social ha evidenciado sus límites. Necesitamos más reformas en nuestro mercado de trabajo, orientadas a vincular las mejoras salariales con la productividad y los cambios de horarios, la política de seguridad del trabajo, etcétera.

Quizás alguna respuesta podríamos encontrar en torno a algo que nos preocupa, que es la cultura del valor del esfuerzo, en ese debate que antes refería de la ley de educación. Nosotros hemos cumplido con nuestro deber, pero toda la Cámara debe ser consciente de que no hemos dado respuesta a lo que usted mismo planteaba y exigía a nuestra sociedad: un pacto educativo que acabara con la inestabilidad del sistema. Nosotros cumplimos nuestro deber con el Gobierno de la UCD, hemos cumplido con el Gobierno del PSOE cuando la LODE y la Logse, hemos cumplido ahora, no pudimos cumplir con el Gobierno del Partido Popular con la Ley Orgánica de Calidad de la Educación, pero nadie negará que nuestra contribución en ese sentido ha permitido que hoy la Ley de Educación, como en anteriores ocasiones, sea aceptada por colectivos más amplios del conjunto de la sociedad.

Hace escasamente un año, pocas semanas antes del último debate sobre el estado de la Nación, nosotros planteábamos una moción, que es nuestra hoja de ruta sobre vivienda. No estamos de acuerdo para nada, señora ministra, con lo que ha sido, desde la perspectiva de la eficacia, la Sociedad Pública de Alquiler, seguimos pensando que lo mejor sería cerrarla y transferir a las comunidades autónomas el importe del dinero, que a tales efectos ha conseguido unos objetivos mínimos, y solicitamos para Barcelona lo que se ha hecho para Madrid y para otras ciudades y poblaciones: poner a su disposición instalaciones que eran del Ministerio de Defensa o de la Guardia Civil o instalaciones ferroviarias. ¿Cuándo se va a hacer, como se ha hecho en Madrid la operación Campamento, con el cuartel de Navas en Barcelona? ¿Cuándo va a hacerse con el cuartel de La Verneda en Barcelona? ¿Cuándo con el solar famoso que lleva veinticinco años en un barrio de Barcelona pendiente de esa liberación de suelo por parte del Gobierno? En definitiva, señor presidente, somos críticos, desde esta perspectiva, por lo que hace referencia a la política de vivienda.

Permítame que entre en lo que es el Estado de las autonomías y la reforma de estatutos. En su día nosotros dejamos claro que íbamos a defender, como no podía ser de otra manera, la propuesta que venía del Parlamento de Cataluña respecto a las modificaciones del Estatuto de autonomía de Cataluña. Otras comunidades han expresado su idea de reforma del Estatuto. Nosotros creemos que, en contra de lo que se está diciendo, hemos elaborado un buen Estatuto. Por cierto, cuando se dice que la ciudadanía de Cataluña no reclamaba el Estatuto, quiero recordar en la Cámara que representa la democracia de este país que lo reclamaban todos los partidos políticos y que en democracia cuentan los votos y que las fuerzas políticas, todas, a excepción de una, en Cataluña reclamaron en su campaña electoral, y les apoyaron sus votantes, la reforma del Estatuto. Dicho esto, reitero que entendemos que el resultado es un buen Estatuto. El 18 de junio el pueblo de Cataluña está convocado para refrendarlo en las urnas. La ciudadanía catalana, desde el respeto que le inspira su profunda vocación democrática, sabe que una respuesta negativa o relativamente escasa dejaría el autogobierno donde ahora se sitúa, en el pasado, es decir, en el Estatuto de 1979, y sabe también, en cambio, que una respuesta positiva, entusiasta y participativa sería la mejor derrota de aquellos que durante los últimos meses han contribuido con todas las armas para que Cataluña se quedara en el pasado y no avanzara hacia el futuro.

De hecho, señor presidente, solo el PP -con respeto, por supuesto- ha votado en contra del Estatuto en ambas cámaras, solo una fuerza política. Lo han dicho fuerte y claro: No queremos para Cataluña este nuevo Estatuto, queremos que continúe con el de 1979. Es de hecho la misma fuerza política -se recordó antes- que no quería más autonomía, que no quería el Estatuto de Cataluña de 1979. En este contexto, señor presidente, me permitirá poner acento en una cuestión: la confianza en el futuro me permite y me obliga a advertir al Gobierno de que de ninguna de las maneras podríamos compartir proyectos legislativos que fueran contradictorios con el nuevo marco de autogobierno. Están en discusión la Ley Orgánica del Poder Judicial, la Ley de la Dependencia, la del Estatuto de la Función Pública, la Ley de Bases de Régimen Local, leyes sectoriales de Puertos y deben elaborarse y tramitarse, señor presidente, con escrupuloso respeto al nuevo marco autonómico. Si no fuera así, sería la crónica de una ruptura anunciada ante aquellos que hoy comparten pacto y voto por el Estatuto. Estamos convencidos, no obstante, señor presidente, que no será así y en ello confiamos.

Cataluña se sabe y se siente utilizada -nos sentimos utilizados al menos una parte de Cataluña, aquellos que representamos a una parte, no a la totalidad-. Nuestro Estatuto y nuestras pretensiones se han utilizado más bien para cambiar los titulares del banco azul que no para otros objetivos políticos.

Señor presidente, permítame que acabe con unas palabras que yo le reproducía en el debate de investidura. Le decía en nombre de mi grupo parlamentario lo siguiente. "Usted, señor candidato, ha anunciado que piensa gobernar para todos los ciudadanos, no solo para aquellos que le han votado. Es un propósito que le honra -añadía-. Sin embargo, si atendemos a la realidad de la actual situación política y parlamentaria, usted, señor candidato, y su futuro Gobierno tienen también otro reto: no solo deben gobernar para todos, sino que no pueden o no deben legislar solos. Ya explicará -añadía yo- las preferencias si así lo cree oportuno y, si no, el paso de la legislatura ya dará fe de cuáles han sido." En mi intervención en aquel debate, señor presidente, después de repasar la contribución de Convergència i Unió a la gobernabilidad del Estado desde la restauración de la democracia, le anuncié nuestra abstención en la votación de la investidura, esto era lo coherente con los compromisos que habíamos asumido en el programa y campaña electoral. Ciertamente la legislatura ha ido dando fe de sus preferencias en cuanto a los apoyos parlamentarios. Ni en los Presupuestos del año 2005 ni en los Presupuestos de 2006 contaron con nuestro apoyo. En los Presupuestos del año 2005 pocas enmiendas nos fueron aceptadas, algunas muy importantes. Es cierto, sin embargo, que a lo largo de los últimos meses usted y sus ministros han concertado el apoyo de Convergència i Unión con mayor asiduidad. Mucho antes de que se cerrara el debate estatutario, aún votándoles en contra de los presupuestos del año 2006, aceptaron enmiendas sustanciales presentadas por nuestro grupo parlamentario, después hemos pactado leyes tan importantes como la LOE, la Ley del Medicamento de vital importancia para un sector puntero de I + D +i como es el farmacéutico, la reforma fiscal o esta misma mañana incluso que se consumaba el pacto respecto a la Ley de Deuda Externa. Estamos intentando hacer lo mismo con la Ley de la Dependencia, y sobre un tema que después tendré oportunidad de plantearle -la necesidad de afrontar la inmigración también desde la perspectiva de lo que son intereses de Estado- estamos dispuestos a hablar con ustedes.

Por lo visto y oído de alguna fuerza política, señor presidente, creo que se abre un nuevo ciclo en esta legislatura que empezó con un sólido bloque o alianza parlamentaria que ya no es tal. No creo que vaya a producirse una simple sustitución de unos aliados por otros. El tránsito hacia una nueva situación será seguramente mucho más compleja y no olvide que, en nuestro caso, la política catalana será la que va a condicionar nuestra posición en esta Cámara y no nuestra política en Madrid la que condicione la política en Cataluña. Sabe perfectamente que creemos -estamos convencidos- que en octubre los ciudadanos y ciudadanas catalanes deberán acudir a las urnas para expresar el apoyo a un nuevo gobierno, el que de esa voluntad popular nazca, pero en cualquier caso, más estable, más coherente, que garantice una buena acción de gobierno y la recuperación del respeto y confianza para sí y para Cataluña.

Estamos abiertos al diálogo, señor presidente, somos gente seria, creo sinceramente que sólida. Nuestro apoyo ha tenido siempre contrapartidas, ese es el juego democrático. Supongo que a estas alturas, y si me permite utilizar un término aun a riesgo de que se interprete malintencionadamente como mercantilista, usted se habrá dado cuenta que lo barato sale caro. Nosotros no damos cheques en blanco en primer lugar porque queremos saber qué se va a hacer con el cheque y en segundo lugar porque nos han enseñado que es un grave riesgo poner la firma en un cheque sin que previamente se haya consignado el importe. Señor presidente, estoy hablándole directamente a usted. Supongo que no me atiende, pero, en cualquier caso, mis palabras van referidas directamente a usted. Le decía que, por nuestra parte, hay responsabilidad y diligencia; responsabilidad en ser conscientes de nuestras diligencias ideológicas y programáticas y diligencia también acabar puntualmente este debate máxime dada la actitud del señor presidente.

Muchas gracias.

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