Teherán y el mundo tienen 6 meses de retos para finiquitar la crisis nuclear
Las diferentes interpretaciones oficiales que siguieron al pacto nuclear entre Irán y el Grupo 5+1 muestran la dificultad que tienen por delante para lograr en seis meses un acuerdo definitivo que ponga fin a una década de crisis entre Teherán y la comunidad internacional.
Mientras los responsables en Washington interpretaban el pacto alcanzado hace una semana en Ginebra como un primer paso para acabar con las ambiciones nucleares iraníes, en Teherán se remarcaba que el parón de las partes más sensibles de su programa es absolutamente "voluntario y temporal" y que "jamás renunciará a su derecho" a la energía atómica.
El presidente iraní, Hasán Rohaní, afirmaba tras la firma que el acuerdo supone "un reconocimiento explícito del mundo al derecho a enriquecer en suelo iraní", mientras el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, descartaba los "comentarios interpretativos" y aseguraba tajante que el texto "no significa que Irán tenga derecho a enriquecer. No está en el documento".
Y mientras Rohaní prometía a sus ciudadanos que el pacto significa "el principio del derrumbe de las sanciones", su homólogo en la Casa Blanca, Barack Obama, aseguraba que "la arquitectura básica de las sanciones sigue en su sitio y continuará imponiéndose vigorosamente".
Unos llamaban a Irán a "asumir restricciones estrictas" de su programa atómico, al tiempo que los otros prometían que las instalaciones nucleares de "Natanz, Fordó, Arak, Isfaján y Bandar Abás continuarán sus actividades" y las centrifugadoras de uranio seguirán girando.
Teherán ha dejado claro que seguirá con el incumplimiento de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que exige que cese de enriquecer uranio aunque, eso sí, ha abierto la puerta a negociar con el mundo la cantidad y nivel de ese enriquecimiento y el destino del material obtenido, lo que puede ser clave para lograr un acuerdo definitivo el próximo mayo.
Kerry ha señalado que el gobierno iraní debe reconocer que esta primera fase ha sido "una prueba muy fácil" y ha advertido de que todavía le separan "profundas diferencias" con el grupo 5+1 (EEUU, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania), que se deberán solventar en el próximo medio año.
En este tiempo, unos y otros tendrán, además de la ardua tarea de ponerse de acuerdo, la de convencer a los sectores de su población que se oponen a cualquier pacto.
En Irán el apoyo explícito a la negociación del líder supremo, ayatolá Alí Jomeneí, ha puesto freno a las posibles críticas de los más radicales, aunque se han podido oír algunas voces en contra de diputados como Ruhola Hoseinian o Alireza Zakani, que consideran que el acuerdo pone en riesgo el desarrollo nuclear.
Teherán ha dejado claro que nunca aceptará lo que reclaman Israel y el Congreso de EEUU, el desmantelamiento total de su programa, pero también es patente que ni su economía ni su paz social pueden aguantar mucho más tiempo las durísimas sanciones financieras y comerciales y su aislamiento internacional, por lo que está dispuesto a hacer importantes concesiones.
Llegar a un acuerdo definitivo será un viaje "difícil y tortuoso", advierte el "think-tank" International Crisis Group (ICG), que cifra entre los obstáculos la dificultad de implementar sobre el terreno los compromisos de Ginebra -los inspectores de la ONU han advertido que no tienen medios suficientes-, acordar objetivos conjuntos a largo plazo y mantener el clima actual.
Al igual que otros analistas, esta organización advierte, sin embargo, que la mayor dificultad para un acuerdo que zanje la cuestión definitivamente se debe a que este no se limita a una cuestión de no proliferación, sino que tiene implicaciones geopolíticas y estratégicas mucho más amplias: establecer el papel y el estatus de Irán en la región.
"Un acuerdo nuclear definitivo entre Irán y Occidente solo será sostenible si es acompañado de avances simultáneos en el frente estratégico y, notablemente, por una resolución de los varios conflictos que amenazan Oriente Medio", entre los que destaca el conflicto sirio, donde Teherán supone un esencial apoyo al régimen de Bachar al Asad.
"Aliviar las tensiones regionales debe ir mano a mano con el avance en las negociaciones nucleares", advierte el ICG, que considera que solo así podrá llegarse a una resolución permanente de la cuestión atómica.
Otro centro de análisis, el Afro-Middle East Center, con sede en Johanesburgo, destaca que un acuerdo final entre Teherán y Occidente supondrá "una reconfiguración de la política de Oriente Medio", lo que no es de extrañar que inquiete a más de una potencia en el vecindario.
La resolución del prolongado conflicto, según esta organización, "llevará a Irán a la posición regional y global más fuerte que haya tenido nunca desde la revolución de 1979", lo que explica que países de la zona, en especial Arabia Saudí e Israel, se opongan a un pacto que podría suponer el fortalecimiento de su vecino y el principio de su regreso al redil internacional.
Ana Cárdenes
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