El Banco Mundial de Germoplasma del Olivo de Córdoba archiva la mayor colección genética
Aceitunas que parecen manzanas en miniatura, olivas con apariencia de pasas, de colores morados y verdes intensos... Son sólo algunas de las curiosas variedades que existen en el Banco Mundial de Germoplasma del Olivo de Córdoba, la mayor colección de muestras genéticas de este fruto en el mundo.
Es uno de los tesoros menos conocidos de Córdoba, a pesar de que es, al mismo tiempo, uno de los más internacionales. No todo el mundo sabe que en un terreno de 12 hectáreas, ubicado en el Centro de Investigación y Formación Agraria Alameda del Obispo, están clasificadas unas 800 de las 1.200 variedades de olivo que existen en el mundo, llegadas de lugares de todo el planeta.
La historia de este amplio reservorio genético se remonta a hace tres décadas, cuando el Comité Oleico Internacional arrancó el proyecto con un centenar de variedades oriundas de España, Italia y Grecia, principalmente.
Desde entonces, el reservorio se ha ido ampliando hasta casi el millar, con frutos llegados de países como Turquía, Túnez, Argentina o Portugal, mientras que el trabajo de investigación genética ha abierto campos novedosos, como la creación de nuevas variedades, a partir del cruce de especies.
La responsable del Banco, Angelina Belaj, ha explicado a Efe que este mal llamado banco de germoplasma no es otra cosa que un archivo de muestras de cultivo fuera de su zona tradicional de siembra, cuyo principal objetivo es la conservación.
Además, otra de sus finalidades es la evaluación agronómica de la gran diversidad de las propias variedades, averiguando su porcentaje de aceite, la relación pulpa hueso o la capacidad de maduración del fruto, para que en el campo se amplíe el abanico de posibilidades de siembra.
"A pesar de la gran diversidad que hay en el mundo, actualmente en los olivares modernos se cultivan muy pocas variedades, y en España podríamos hablar de las cinco más comunes", señala Belaj, que cree que esto se debe a que no existen ensayos comparativos del comportamiento de la oliva fuera de su lugar de origen.
Esta práctica, la de apostar por lo conocido, entraña sus riesgos, ya que, según Belaj, las variedades locales también se enfrentan a problemas como el cambio climático o en la forma de cultivo, que podrían ponerlas en peligro.
No obstante, para evitar esos riesgos funciona también el Banco Mundial de Germoplasma, que en este momento tiene en marcha en un proyecto en el que prueban distintos tipos de olivo en siete provincias de Andalucía para comprobar su evolución y poder ofertarlas al agricultor.
Además, cuenta con un programa de mejora de olivo, en el que se cruzan distintos tipos y, tras un proceso largo de selección, surgen variedades nuevas, como la última lograda por el equipo científico y que han bautizado como "Chiquitita".
Lo cierto es que, a lo largo de sus doce hectáreas, el Banco Mundial de Germoplasma del Olivo esconde frutos de formas extrañas, y sabores prácticamente desconocidos para el consumidor medio, debido prácticamente a la creencia de que la aceituna nació en los países europeos de la cuenca mediterránea.
Extremo que desmonta Belaj, ya que especifica que el cultivo del olivo se originó en países como Líbano, Siria, Argelia o Túnez, precisamente de donde llegan hoy en día al banco gran parte de las nuevas muestras.
Prueba de ello es que, después de la colección española, la segunda más importante está ubicada en Marruecos, y la siguiente está en plena construcción en Turquía.
Sin embargo, a la hora de comerlas y extraer su aceite, ahí si destacan las aceitunas españolas y mediterráneas.
"No apostaría por ninguna, porque a mí me gustan todas y es mi obligación cuidarlas. Pero, si hablamos de aceituna de mesa, las españolas, seguidas de las sirias o egipcias, por su gran tamaño", zanja la responsable del banco.
Por Juan Velasco
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