Un escándalo hunde más la confianza de los chinos en sus productos lácteos
El nuevo escándalo sobre la principal marca importada de leche en China (la neozelandesa Fonterra) ha dejado a los ciudadanos sin productos lácteos en los que confiar en el país, donde las firmas locales son miradas con recelo desde el escándalo de 2008 en el que murieron 6 bebés y hubo más de 300.000 afectados.
Desde ese año, la demanda de productos extranjeros -sobre todo, de leche en polvo, la más consumida en el país asiático- ha ido en aumento: de 2011 a 2012 se pasó de 20.000 a unas 70.000 toneladas importadas de leche, principalmente de Nueva Zelanda, según datos de uno de los principales distribuidores chinos, Wahaha.
Es esta firma, junto hasta otras tres grandes distribuidoras, las que esta semana han tenido que comenzar a retirar productos del mercado chino producidos por Fonterra, que anunció el 2 de agosto que algunos de sus productos exportados están contaminados con una bacteria a causa de una tubería sucia en una de sus plantas.
El riesgo es infectarse de botulismo, una enfermedad que puede ser letal para los humanos, y por la que se ha activado la alarma en China, donde la marca de leche en polvo "Kadicare" de la firma Fonterra es la más demandada por los padres chinos.
Fue a marcas extranjeras a las que comenzó a recurrir la población tras sufrir el fallecimiento de seis bebés en 2008 por el consumo de leche adulterada de forma intencionada por productoras chinas con melamina, un compuesto químico usado en la fabricación de cemento y plásticos y que las compañías emplearon para encubrir un abaratamiento de los costes.
El suceso marcó a la ciudadanía, que desde entonces busca productos de mejor calidad y con mayor seguridad en zonas como Hong Kong, por ejemplo, donde se percibe que los controles sanitarios son mayores.
En el primer trimestre de 2012, el número de visitantes chinos a Hong Kong ascendió un 21 por ciento y la imagen de padres cargando cajas de leche en polvo era común en la "frontera" que separa el territorio del resto de China.
Lo era hasta este año, cuando la región estableció una serie de limitaciones, debido al encarecimiento de este producto de primera necesidad y ante el temor de no poder abastecer a su propia población.
De ahí que ahora cada visitante sólo pueda llevarse dos lotes de leche en polvo, lo que no da para mucho para la mayoría de familias.
"Dicen que la limitación desaparecerá el año que viene, pero no está confirmado", explica a Efe un padre de 28 años a la salida de un supermercado de la capital.
Él, junto a su mujer, Xu Jing, de 29, compran leche en polvo alemana a través de un amigo que viaja mucho a Europa y al que le piden el favor.
"No nos fiamos de las marcas chinas después de lo que pasó en 2008, así que, aunque es difícil traerla desde Alemania, nosotros tenemos suerte. Hay mucha gente que no puede", señala Xu.
Con ella coincide otra mujer dedicada al sector financiero, Fang Li, quien explica que las familias chinas cada día tienen ante sí una grave preocupación: "qué marca escoger para su único hijo".
"Y que no salga luego un escándalo", cuenta Xu a Efe mientras sujeta a su hijo de año y medio en brazos cerca de un quiosco de Pekín, en el que la noticia del escándalo de Fonterra ocupa páginas enteras en los principales rotativos.
Es a través de webs de venta por internet (como en Taobao, el Ebay chino) donde la mayoría de madres ven una salida, según cuenta Li, con una hija de año y medio y trabajadora de una empresa que se dedica a ayudar a firmas extranjeras a introducirse en China.
"En Taobao pueden conseguir marcas foráneas, pero tampoco te aseguras que tengan buena calidad", explica Li, quien adquiere la leche para su niña desde Holanda, a través de un amigo.
Según precisa, la demanda ha sido tal desde 2008 que casi todas las marcas grandes están produciendo en China, ya sea directamente o a través de un socio chino, aunque persiste la preocupación sobre su calidad en el caso de que sean producidas en el país.
Ella define el mercado chino en tres sectores: las madres que pueden acceder a productos del exterior por un amigo -como es su caso-, las que compran a través de internet y las que se deciden por las marcas chinas, porque "no tienen recursos y confían en que habrán mejorado los controles"
Ante ello, Li admite enfadarse en muchas ocasiones por no poder "hacer cosas normales": "como darte cuenta de que no tienes leche en la nevera e ir al supermercado más cercano a comprarla para dar de comer a tu hija. Como en cualquier país del mundo", concluye.
Por Tamara Gil
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