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DESAPALANCAMIENTO

Los remedios del curandero

El desapalancamiento no es divertido. Un nuevo informe de UBS Wealth Management prevé una década de crecimiento lento e inestable mientras los Gobiernos, las instituciones financieras y las familias de los países desarrollados refuerzan sus balances generales. El informe de UBS no hace recomendaciones sobre políticas, pero gran parte de la estrategia actual -dinero fácil y déficits fiscales elevados- empeorará el sufrimiento.

En realidad, como señala el informe, la situación esta vez es diferente. El alcance y la escala de la deuda acumulada antes de la crisis de 2008 no tenían precedentes. La relación entre deuda y PIB de muchos países desarrollados supera el 90%, cifra que los economistas Carmen Reinhart y Ken Rogoff identifican como el umbral a partir del cual el crecimiento se ralentiza. En un momento en el que solo el sector empresarial no financiero, relativamente no apalancado, es capaz de obtener préstamos, el pronóstico es sombrío. Después de todo, los tres caminos hacia el desapalancamiento público -austeridad, suspensión de pagos e inflación- son dolorosos.

La mejor forma que tienen los Gobiernos y las autoridades monetarias de reducir el apalancamiento es en realidad poner freno a la creación de deuda y fomentar el crecimiento del patrimonio neto. Ahora mismo están haciendo lo contrario.

Las políticas de tipos de interés exageradamente bajos solo subvencionan el apalancamiento y suprimen el ahorro privado. No se limitan a frenar el desapalancamiento, sino que estimulan la adquisición de préstamos. También empeoran el paro al fomentar la sustitución de la mano de obra por capital, comprado con fondos conseguidos mediante préstamos baratos. El dinero fácil termina conduciendo a la inflación, lo cual reduce la carga de la deuda, pero a expensas de los ahorradores. Este castigo del buen comportamiento pasado socava las bases del crecimiento económico sólido.

Los Gobiernos están igual de mal. Los grandes déficits fiscales hacen más probables los impagos de la deuda soberana. Los déficits son equivalentes a los programas de estímulo indiscriminados, que asignan inadecuadamente los recursos y reducen la confianza en el mayor sector de la economía.

Un cambio en las políticas monetarias y fiscales haría que el desapalancamiento fuese más rápido y, al final, menos doloroso. Unos tipos de interés considerablemente más altos y unos déficits mucho más bajos indudablemente generarían gritos de dolor y predicciones de calamidad por parte de los bancos, los políticos y los despilfarradores. Pero se tendrían bien merecidas sus penas y la consecuencia sería una vuelta al equilibrio normal de oferta y demanda de dinero. La economía en su conjunto estaría más sana.

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