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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Partida escocesa

Cameron busca forzar un referéndum para evitar la independencia y soberanía fiscal de Edimburgo

El primer ministro británico, el conservador David Cameron, está intentando segarle la hierba bajo los pies al astuto ministro principal escocés, el nacionalista Alex Salmond, para que se convoque antes de 18 meses un referéndum sobre la independencia de Escocia. Quiere una pregunta clara, sí o no a la independencia, y el voto del Parlamento de Westminster que considera que algo tiene que decir sobre el futuro de Reino Unido. Salmond, que no dispuso de una mayoría suficiente en la anterior legislatura escocesa para llevar adelante tal consulta, cuenta ahora con una mayoría absoluta y con un mandato. Pero tiene otros planteamientos: realizar el referéndum en 2014 o 2015, en tiempos más propicios para Escocia, y con una triple opción: mantener la autonomía actual, avanzar hacia un régimen sobre todo fiscal similar al concierto vasco, que es lo que más apoyo tiene, u optar por la independencia que hoy por hoy apoya un 38% de los cinco millones de escoceses.

Cameron quiere cerrar así la vía a la independencia y a entrar en una negociación inacabable sobre las competencias autonómicas de Escocia. Es justamente lo que busca Salmond: no tanto la independencia, que es su bandera, sino una mayor autonomía con soberanía fiscal, a pesar de que Escocia recibe más del erario público británico que Inglaterra.

Canadá marcó un hito al dotarse en 2000 de una Ley de la Claridad para afrontar la cuestión de la independencia de Quebec. En un referéndum de secesión la pregunta ha de ser clara, y el nivel de la respuesta en las urnas también. El planteamiento de Cameron respondería a esta exigencia, pero no el de Salmond.

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Las relaciones entre Escocia y Londres están necesitadas de clarificación. En 1997 se inició un proceso de autonomía que bien sabemos en España que ha de ser dinámico. El premier británico debe percatarse de que su creciente euroescepticismo y la marginación a la que está llevando a su país en la UE pueden distanciar a una Escocia que se encuentra cómoda en el marco europeo. Cameron, a la cabeza de una coalición de conservadores y liberales con escasa implantación en Escocia, no debería jugar con un proceso referendario que puede generar dinámicas incontrolables. Ambas partes están, sin embargo, de acuerdo en la necesidad de un referéndum. Que se haga en tiempo debido y con claridad.

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