Yo era artista, ahora soy político
Youssou N'dour se añade a la lista de personajes de la cultura atraídos por el poder
Quien se haya subido alguna vez a un escenario conoce perfectamente el efecto subidón de adrenalina que produce el enfrentarse al público. El poder adictivo que produce el miedo escénico conquista a músicos y actores y es posible que a los políticos les ocurra algo parecido, aunque el carácter y el objetivo de sus trabajos sea muy diferente. Pero tanto si se trata de pasión por la música o la interpretación como de sincera vocación política, en todos los casos es clave la relación con la audiencia y no es raro que un artista dé el salto del escenario de las artes al de la lucha por el poder.
El último en cambiar de plataforma ha sido el músico senegalés Youssou N'dour, quien tras informar hace unos meses de que abandonaría las giras musicales, el primer lunes de 2012 sorprendió a su país anunciando su candidatura a la presidencia del Gobierno. Se enfrentará al actual mandatario, Abdoulaye Wade, que lleva en el poder más de una década. El de este veterano artista de 52 años, propietario como Berlusconi (que también tuvo un grupo musical y últimamente ha vuelto a los discos) de su propio canal de radio y televisión, obliga a recordar a muchos otros artistas que tomaron el camino de la política, con mayor o menor éxito.
Al 'animal' político y al escénico les une la adrenalina del directo
Quizás el más famoso sea el expresidente estadounidense Ronald Reagan, un actor que nunca brilló como tal pero que se dio cuenta de sus dotes persuasivas liderando el sindicato de actores en plena fiebre anticomunista y como portavoz de General Electric. Esos trabajos le hicieron considerablemente más célebre que el cine o la televisión y tras probar su valía enardeciendo a las masas durante un mitin político en apoyo del republicano Goldwater, los miembros de ese partido le propusieron que se presentara a gobernador de California en la década de los sesenta. Consiguió arrasar y ocupar el cargo durante siete años. Poco después daba el salto definitivo al convertirse en el hombre más poderoso del mundo, dirigiendo su país entre 1981 y 1989.
Talento interpretativo tampoco era la virtud principal del actor y exculturista Arnold Schwarzenegger, pero sí tenía la virtuosa cualidad de caer bien. Está de sobra probado que en el caprichoso juego electoral a veces eso basta (los defensores de Bush alegaban que era alguien con quien te irías de cañas) e incluso suple carencias como la preparación para el puesto. El actor austriaco supo aprovecharla cuando decidió dar el salto del gimnasio a la pantalla y de ahí a la arena política californiana, donde ejerció durante ocho años como gobernador. Un lío de faldas fulminó su carrera política el año pasado, tras descubrirse que tenía una familia paralela con su asistenta, que aún trabajaba para su mujer, María Schriver, miembro del clan Kennedy.
Y si los actores estadounidenses han encontrado su nicho político en California, los músicos de todo el mundo parecen encontrarse a gusto en la cartera de cultura. El tropicalista Gilberto Gil ejerció como ministro de Cultura del presidente Lula en Brasil entre 2003 y 2008, mientras que en Perú la cantante Susana Baca abrazó ese ministerio en julio, bajo el mandato de Ollanta Humala.
Entre los músicos más ambiciosos destacan personajes como Jello Biafra, cantante de los Dead Kennedys, quien luchó en 2000 por convertirse en el candidato presidencial del Partido Verde estadounidense. Fue derrotado por Ralph Nader, que acabó disputándose la presidencia con Al Gore y Bush. Otro músico atrevido fue Wyclef Jean, quien tras el terremoto de Haití de 2010 decidió presentarse a las elecciones de su país natal, aunque no pudo culminar su sueño por cuestiones burocráticas.
En España ha habido dos mujeres cineastas en los más altos puestos gubernamentales de la Cultura: Pilar Miró fue directora general de Cinematografía y, más tarde, de RTVE y Ángeles González-Sinde llegó a ministra. El mundo también ha sido testigo de cómo un dramaturgo checo, el recientemente fallecido Vaclav Havel, se convertía en dos ocasiones en presidente e incluso Mario Vargas Llosa estuvo dispuesto a cambiar su pluma por la política, pero los peruanos le obligaron a seguir escribiendo. Si no, quizás nunca hubiera ganado el Nobel. Y seguramente se le respetaría menos: por mucho que a los artistas les guste meterse en política, su profesión original está mucho mejor valorada que la de cualquier presidente de gobierno.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.