Un 'paracaidista' amante de Joy Division
En la difícil búsqueda de rostros amables para una Consellería de Cultura del PP, Feijóo convenció en 2009 a Roberto Varela, diplomático de carrera, y lo puso al frente de lo que le era más ajeno. Nada más aterrizar de Nueva York, Varela (Meaño, 1959) pisó casi todos los charcos posibles. Tras afirmar que la cultura gallega "está ensimismada y acomplejada" y que ya la expresión "limita", algo que podría defender un semiólogo, 11 premios nacionales de literatura exigieron su dimisión. Ante las críticas que insinuaban su falta de preparación o "mundo", Varela se defendía a su manera: "Yo estuve en el último concierto de Joy Division".
Un año después, a la pregunta de si había cambiado su percepción de la cultura gallega, Varela respondía con el mismo candor: "Lo que me sorprende de la cultura gallega es lo implantada que está en prácticamente toda la población". Sin carné del partido y con escasa sintonía con los compañeros de departamento, menos todavía con liberales con peso en Cultura, sobre todo en época de Ignacio López-Chaves, Varela afrontó sin rebelarse un recorte de casi 70 millones en dos años. Dinero, sobre todo, de ayudas al sector, sometido a un proceso de reconversión sin precedentes. La desaparición de la Dirección Xeral de Promoción e Difusión Cultural -una versión rebajada de la que condujo durante el bipartito Luís Bará- no ayudó a visualizar una estrategia de internacionalización. Se le recordará, entre otras cosas, por haber anunciado la suspensión de las obras en el Gaiás. Y por otras razones que tienen que ver con su cercanía humana y, seguramente, con lo que viene. "Muchas veces sentimos su presencia y su dignidad", apuntó Manuel Bragado sobre el conselleiro que hablaba en gallego y alemán en Francfort. "Me hubiese gustado continuar con él", confiesa Blanca Cendán, la directora del Centro Dramático, que este año no producirá nada propio por falta de presupuesto.
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