Autopista hacia el museo
Desde AC/DC a la cultura 'low cost', nada escapa al afán expositivo de los tiempos actuales
Cuando los responsables del Melbourne Arts Centre planeaban la exposición con la que iba a culminar su serie alrededor de los iconos de la cultura australiana, Tim Fisher, uno de los comisarios del museo, lanzó, medio en broma, tres cuartos en serio, una propuesta: AC/DC. La primera reacción fue la estupefacción. La segunda, una mezcla de hilaridad y resignación. Realmente, la banda de los hermanos Young era uno de los mayores iconos producidos por el país, a pesar de que solo uno de sus miembros originales fuera nacido en Australia.
"Nuestro centro ya contaba con una pequeña colección de objetos relacionados con la banda, como el uniforme escolar de Angus Young, pero yo no quería de ninguna forma convertir la banda en material para museos. Esta es una muestra que narra el devenir del grupo, y lo hace, esencialmente, utilizando sus armas, que no son otras que la música y la cercanía con los fans. En la muestra hay más de dos horas de material sonoro -además de objetos relacionados con AC/DC- que durante un año fui recogiendo de coleccionistas, discográficas,...", explica Fisher sobre Australia's family jewels (Las joyas familiares de Australia). La muestra contiene 450 objetos relacionados con la banda y que ha sido personalmente aprobada por Malcolm Young. Arrancó el verano de 2009 en Melbourne y, tras dos años de gira por Oceanía, recalaba el pasado mes de septiembre en el Kelvingrove Art Gallery and Museum de Glasgow, donde permanecerá hasta febrero del próximo año.
El responsable de la muestra intentó traerla a España, sin éxito
"Hay pocos espacios dedicados al arte que traten el rock and roll con dignidad. Aún hay un largo camino que recorrer. Estas exposiciones se deben acometer con profesionalidad, para que, no solo sean atractivas y entretenidas, sino que convenzan al más conservador de los directores de museo o galería de arte de que no se trata de trabajos menores", dice Fisher, quien trató de contactar con varios espacios en España, donde la banda posee una de las más grandes legiones de seguidores del planeta, para traer la muestra, valorada en unos 73.000 euros. No tuvo éxito. "Es una lástima, pues este tipo de muestras ayudan a rejuvenecer las audiencias", se lamenta el australiano.
Una de las principales peculiaridades de esta experiencia alrededor de la historia de este mito del rock es el tipo de público que ha traído a los museos por los que ha pasado. Desde Kelvingrove informan que, durante la primera semana, la cafetería agotó las existencias de ternera y patatas fritas. Los miembros de seguridad del espacio tuvieron que advertir a más de un visitante de que no estaba permitido entrar en el recinto destinado a la muestra con vasos llenos de cerveza. El 60% de quienes acudieron a la gira australiana de la exposición no habían pisado un museo en los últimos cinco años.
La entrada del rock en el circuito museístico se adivina algo más complicada que la de, por ejemplo, la moda; hasta hace poco, tema de discusión en los centros de poder del arte contemporáneo. La moda posee unos valores estéticos y, sobre todo, arrastra un enorme poder económico y otorga unos principios aspiracionales a los que han terminado rindiéndose hasta el más rancio de los directores de centro de arte. El poder del rock, en cambio, ya no es el que era.
"La alta cultura está en un estado de ensimismamiento irrecuperable. Se recurre hoy a la cultura popular para que los museos y palacios de la oficialidad no se mueran. A través de este fenómeno, las subculturas asoman ligeramente. Pero no es su lugar", apunta Mery Cuesta, comisaria de arte y baterista -entre sus producciones se encuentra una muestra sobre al cultura low cost en el barcelonés FAD y otra alrededor del fenómeno quinqui en el CCCB-.
Para Mark Greif, profesor de la New School University y editor de la revista de ensayo contemporáneo N+1, la principal dificultad con la que se encuentra el rock a la hora de meter la cabeza en la primera división de los centros de arte del planeta está en la incapacidad que hasta la fecha se ha mostrado para articular una muestra con cierta personalidad alrededor de los fenómenos musicales. "No se ha encontrado la forma de que el rock tenga un valor por sí mismo. Se lo presenta a través de la indumentaria, por lo que se convierte en una exposición de moda, o mediante la fotografía, en lo que terminan resultando muestras de instantáneas. Algunas exposiciones son como colecciones de fans. Así es complicado trascender. El rock aún debe aprender el lenguaje del museo".
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