El Atlético, al abordaje

Se dejó de remilgos Manzano y el Atlético, que ataca mejor sin un delantero centro fijo, recobró el color y la victoria. Dos movimientos tácticos valientes bastaron para que el equipo recuperara el toque en campo ajeno, para que se definiera en el área rival. Costó materializar la diana porque no estaba Falcao, pero llegó por la insistencia; porque, si el Atlético atiende al frente y no al retrovisor, tiene casi siempre las de ganar: el balón suele ser propiedad privada, suele ser suyo. Lo aclaró ante el Levante, que se desbrava con las jornadas, más disciplinado que efectivo en el Calderón, rácano en la propuesta y sin ambición. Lo contrario que el Atlético.

Reformuló Manzano la táctica, exigido por la lesión de Falcao, y propuso, coherente con el fútbol que pretende -de toque reincidente-, un 4-3-3 sin una boya ofensiva. Situó a Diego como falso punta y a dos extremos profundos. Y sin Falcao -parece acecharle el síndrome Ibrahimovic, ese que espera sin éxito el centro y que, cuando sale del área a buscar el balón, queda debilitado-, el Atlético pareció otro. Sobre todo, cuando Manzano, intervencionista, volvió a dar una vuelta de tuerca a la táctica, de perdidos al río. Entendió que el Levante no se significaba en el ataque, más allá de las jugadas a balón parado -un buen sobresalto dio Barkero con un disparo lejano- y una opción abortada por Courtois en un mano a mano con Valdo, por lo que prescindió de uno de los dos mediocentros. Tiago por Pizzi: un Atlético al abordaje.

Diego entró por todos los lados; Adrián salió por donde nadie se lo espera; Reyes -indultado al fin- corrió por los flancos, y Pizzi aguardó el remate. Un ataque sin ariete, una ofensiva por momentos indescifrable para el Levante, que no supo por dónde le llegaban. Con Diego como director de orquesta, porque con tres opciones de pase se sintió el rey, el equipo resultó un ciclón. Fue cuando el 10 filtró un pase interior que Adrián no culminó, cuando Arda Turan chutó torcido, cuando el propio Diego soltó tres disparos sin tino -uno al cuerpo de Munúa, otro desviado y el último a la pierna de un zaguero, en la línea de gol-, cuando el Atlético expresó que es temible. Hasta que apareció Pizzi para resolver un contragolpe, Adrián para cabecear un centro de Turan y Diego para puntear un error del Levante. Tres goles solo ensombrecidos porque el Atlético, roto en la faceta defensiva, encajó dos dianas en sendos contragolpes.

Nadie pensó ni reclamó el claro penalti de Farinós sobre Adrián porque el Atlético no lo necesitó. Ya tenía el gol.