La importancia de lo que come Michelle
Michelle Obama fue vapuleada este verano por los blogueros ultraderechistas estadounidenses por no comer lo que debía. No es que los intereconomistas de allende los mares sufrieran una súbita preocupación por el tipo de la primera dama: solo usaron unas imágenes suyas pidiendo una hamburguesa con patatas fritas y un batido de chocolate en un local de comida basura para tacharla de hipócrita, mentirosa y gorda en el armario.
La mujer del presidente se ha erigido en campeona de la comida sana en su país. Ha promovido campañas para fomentar el ejercicio y la alimentación correcta entre niños y jóvenes en un intento de frenar esa plaga bíblica norteamericana que es la obesidad. El facherío tenía que aprovechar este supuesto renuncio, a pesar de que Michelle ha declarado en varias ocasiones que no pasa nada por comer hipercalórico de vez en cuando... pero no habitualmente.
En EE UU, lo sano es un concepto asociado a los 'pijoprogres'
La historia acaba de dar un giro después de que un medio online, Politico, hiciera algo también muy estadounidense: buen periodismo. Para comprobar si, en efecto, comía sano o no, una reportera fue a cenar a 25 restaurantes de Washington por los que había pasado Mrs. Obama en los últimos tres años y pidió lo mismo que ella. Obtuvo conclusiones rotundas: "Cuida lo que come, dándose un capricho de vez en cuando, pero sin olvidar nunca las verduras y las ensaladas, y a veces pidiéndolas aunque no estén en el menú. En ocasiones se salta el postre, y pide casi siempre pescado".
A veces la comida es una cuestión política. En EE UU, lo sano, lo ecológico, las verduras y la cocina refinada en general son conceptos asociados por muchos a los pijoprogres, esnobs, liberales o europeos, mientras que el chuletón y la hamburguesa diaria representan los valores del americano conservador que no se anda con bobadas. Por eso lo que come la first lady no es un asunto banal, sino que implica un posicionamiento ideológico contra una dieta carca que se ha demostrado perjudicial.
Con los índices de obesidad infantil por la estratosfera, puede que en España necesitemos pronto una Michelle Obama que predique con el ejemplo. Pero no veo yo a la reina Sofía comiendo zanahorias en Los lunnis ni a la mujer de Rajoy plantando un huerto ecológico en La Moncloa. Como mucho, imagino a Esperanza Aguirre haciendo una córeo en el comedor de un instituto en plan Beyoncé... aunque no sería lo mismo.
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