Los nervios pierden a Hamilton
La agresividad del británico, superado por Button, destroza las ruedas y limita su rendimiento

Una reacción determinada en una situación concreta puede ofrecer más información acerca de la persona en cuestión que una conversación de media hora con ella. En ese sentido, si hay una escudería en la fórmula 1 que cuenta con los individuos más distintos esa es McLaren, que tiene en Lewis Hamilton y Jenson Button a dos polos completamente opuestos, un contraste plausible por sus inercias, tanto dentro de la pista como fuera de ella. Hamilton es todo nervio, un tipo con una personalidad arrolladora, en ocasiones desafiante, mientras que Button es todo lo contrario, mucho más discreto que su compañero, siempre dispuesto a que una buena taza de té le arregle una mala jornada de entrenamientos. "Hubo un viernes de este año en que Lewis lideraba los tiempos y Jenson iba fatal, creo que el décimo. Cuando se bajó del coche, ya por la tarde, vino al taller y me dijo: 'Vaya día, ¿eh, amigo? Me tomaré un té y seguro que las cosas irán mejor mañana'. Eso es propio de alguien que confía mucho en sí mismo. Y lo mejor de todo es que, al día siguiente, salió y lo hizo de coña", recuerda a menudo Pedro Martínez de la Rosa, piloto probador y reserva de McLaren.
Nunca se había encontrado a alguien más rápido que él con el mismo coche
Con el título sentenciado a favor de Red Bull a todos los efectos, la escudería de Woking vive atormentada por la crisis que atraviesa Hamilton, que ayer fue el más rápido en la primera jornada de ensayos del Gran Premio de Corea del Sur, bajo la lluvia, y que prefiere quitar hierro al asunto: "Todo se debe a una combinación de factores, a un poco de falta de ritmo y de estar en el momento justo en el lugar indicado, pero eso no es excusa. Estoy trabajando en ello". El campeón de 2008 se enfrenta a un escenario que para él es completamente nuevo, y ya no solo desde que compite en la F-1, sino en toda su vida como corredor. Nunca se había encontrado con alguien que fuera más rápido que él con el mismo coche y ni siquiera Fernando Alonso, cuando coincidieron en aquel explosivo 2007, fue tan superior a él como ahora lo es Button.
Ambos describen trayectorias opuestas. Button ocupa la segunda posición del Mundial y tiene muchos números de proclamarse subcampeón: acumula tres victorias (Canadá, Hungría y Japón) y un total de nueve podios. Hamilton, fuera de foco, circula perdido en la quinta plaza de la tabla de puntos, lejos del cuarto (a 16 de Mark Webber), se ha impuesto dos veces (en China y Alemania) y solo ha probado el champán en cuatro. Las alegrías de uno son las miserias de otro, por más que McLaren al completo, desde Martin Whitmarsh, su máximo responsable, hasta cada uno de los ingenieros, trate de ayudar a quien hace tres temporadas les devolvió la gloria con un título que llevaba nada menos que casi una década resistiéndoseles.
Hamilton se está enfrentando a sus propios fantasmas de forma equivocada y su equipo teme que la cosa vaya de mal en peor. La ansiedad que le genera su actual situación provoca en él un estado de agitación y estrés que termina por afectarle negativamente cuando se pone al volante del MP4-26. Sus ganas de obtener un buen resultado le tensionan y le hacen bordear los límites demasiado pronto y últimamente traspasarlos. Un ejemplo de ello es el trato que dispensa a los neumáticos.
Las gomas Pirelli se han convertido este año en uno de los elementos protagonistas, como Webber reconocía hace unos días a este diario: "El agarre de los nuevos neumáticos es completamente distinto al de los Bridgestone y eso ha marcado la diferencia. Ha ocurrido en Red Bull
pero también a Jenson y Lewis en McLaren". En el caso de Hamilton, esas ganas que tiene de resarcirse derivan en un pilotaje demasiado agresivo que acaba por destrozar los compuestos de su bólido a las primeras de cambio, lo que limita mucho su abanico de posibles estrategias. Como se suele decir, un pez que se muerde la cola.

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