Egipto y Mesopotamia, a través de los objetos que coleccionó un monje
A Coruña acoge una muestra con 118 piezas sobre las civilizaciones milenarias
Fue todo cosa de un monje aventurero y convencido de que la arqueología podía demostrar la veracidad de los relatos que recoge la Biblia. Cada año, Bonaventura Ubach (1879-1960) regresaba a su monasterio de Montserrat de sus periplos por Oriente Medio cargado con las maletas llenas de pequeños tesoros antropológicos. No buscaba la belleza de los objetos o su interés arqueológico, sino poder ilustrar la Biblia, para darle más contexto, con elementos originales de épocas antiguas. Así nació una de las más destacadas colecciones en España sobre las primeras civilizaciones del Próximo Oriente que ahora llega, en formato reducido, a A Coruña.
Y si interesante resulta la historia de los 118 objetos sobre las primeras civilizaciones de Egipto y Mesopotamia que hasta enero permanecerán expuestos en la fundación coruñesa de Novacaixagalicia, no menos apasionante es descubrir cómo el monje se logró traer poco a poco esta colección y cómo se pudo conservar hasta hoy en el museo catalán de Montserrat.
Trajo incluso una momia, y en Aduanas le aplicaron la tasa del bacalao
Más que dinero, que también hubo con el tiempo, además de importantes donaciones posteriores, fue ingenio lo que desplegó el religioso investigador para conseguir todo tipo de objetos de la vida cotidiana de estas dos grandes culturas milenarias que se desarrollaron hace más de seis milenios a orillas del Nilo (antiguo Egipto), el Tigris y el Éufrates (Mesopotamia).
Bonaventura Ubach trajo con él de todo: contenedores de todo tipo de alimentos o de exquisitos perfumes, collares, figuras de antiguas divinidades y una enorme variedad de artilugios de los imponentes ritos funerarios de los egipcios, desde sarcófagos hasta todo tipo de objetos que se enterraban con el difunto para acompañarlo en la eternidad. Del museo de El Cairo proceden varios elementos que los empleados, para engrosar sus magros salarios, vendían en los años 20 y 30 con el cartel de "repetido".
El monje incluso trajo una momia (que no se pudo llevar a A Coruña por su fragilidad) a la que los aduaneros españoles le aplicaron la tasa del bacalao. "Siempre se salía con la suya", afirmó ayer Josep Laplana, director del Museo Montserrat, al relatar cómo se las ingenió para comprar, extraer y llevarse, sin levantar suspicacias, una piedra negra en la que estaba montada la puerta de una casa en una aldea cercana a Damasco. Resultó ser un antiquísimo talento en forma de pato, con el que se pesaban los alimentos o la plata en el tercer milenio antes de Cristo.
La valiosa pieza está ahora en A Coruña junto a otras de gran belleza que formaban parte de la vida cotidiana de estas grandes civilizaciones. Hay un apartado especialmente destacado en esta exposición, que entremezcla piezas de las dos culturas, dedicado a los ritos y objetos funerarios que tanto veneraban en el antiguo Egipto.
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