Entretenimiento juvenil
En las previas que Dagoll Dagom realizó sobre su musical Cop de rock abundaban las negaciones: ni se quería revisar una época, ni se deseaba repasar musicalmente el momento triunfal del rock en catalán, ni se aspiraba a establecer una jerarquía de sus bandas. En el aspecto de las afirmaciones, se destacaba que lo que se pretendía era contar una historia de amor y mostrar que la vida ofrece en ocasiones una segunda oportunidad. A tenor de esto se puede asegurar que lo mejor de Cop de rock es que no engaña, pues ni retrata una época, ni analiza su música.
Como muchos musicales de la cartelera, Cop de rock cuenta una historia de amor juvenil tópica y banal, que se aguanta con los alfileres de la comprensión que ha de aportar el público, del que parece solicitarse tan solo su adhesión emocional, servida por una banda sonora que marcó su adolescencia. Se ha de suponer que antes de abordar Cop de rock alguien habrá imaginado el perfil de público al que se dirige, pues a primera vista o bien aquellos a los que en principio parece apelar, los que fueron adolescentes en los noventa, se llaman Peter Pan, o bien ya solo a sus hijos podrá interesar la historia de amor párvulo que se narra.
COP DE ROCK
Teatro Victoria
28 de septiembre de 2011
Dejando al lado estos detalles, la obra tiene una primera parte en la que se trama la historia en un sinfín de escenas embutidas por la aparente prisa de exponer los hechos sustanciales. El espectador supone varios finales que se demoran para dar cabida a la exposición. Destaca una escenografía muy lograda, simple y efectiva, que funciona con mucha rapidez e imprime velocidad y ritmo al relato manteniendo ocupada la atención. También cabe señalar la decorosa interpretación de unos actores a los que apenas se obliga a bailar. El Barça de Koeman, los chistes colegiales y las escenas de amor playero marcan un relato pueril en el que no falta una boda con aires de infelicidad. El segundo acto aporta un muerto, la redención, el final feliz y la moralina, en un tiempo que parece muy inferior. Se ha de destacar que la cincuentena de canciones tienen su letra vinculada a los hechos descritos. Este hecho permite otra lectura, y es que las letras del rock en catalán de los noventa no dan para más que un amor playero y muestras de un orgullo local sonrojante.
Pero para sonrojo, esas cuñas dentro del guión que pretenden adhesión y una risa cómplice servida por la demagogia. Ese "yo toco la batería en catalán", esa frase llamada a despertar el orgullo almogávar, "yo canto en la lengua en la que sueño", airean un debate superado, estéril y tramposo que se sugiere en la obra solo porque la respuesta del público será la propia de un agredido. Esta es la única cosa que deja pensativo tras ver Cop de rock.
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