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Reportaje:

Los otros indignados

En Galicia duermen en la calle más de 1.500 indigentes - Solo hay 10 albergues para personas en riesgo de exclusión social en toda la comunidad

Ocuparon las principales ciudades del país y pasaron a la historia por haber puesto en vilo a políticos y banqueros. Con su peculiar modo de aplaudir, los discípulos de Stéphane Hessel extendieron su indignación durmiendo en la calle, a la intemperie o en tiendas de campaña. Cuando el apogeo del movimiento ha menguado y los miles de jóvenes se han retirado, cientos de personas siguen ocupando las calles al caer la noche. En ciudades como A Coruña o Vigo, a las reivindicaciones en contra de la crisis capitalista se le suman las de no tener un techo donde cobijarse. Son los otros indignados.

La Cruz Roja atendió en 2010 a más de 1.500 personas en su programa de ayuda a los sin techo, aunque la cifra real es difícil de fijar debido al movimiento de estas personas y a que no existe ningún censo. "Hay algunas técnicas, que se hacen en Madrid o Barcelona, que consisten en salir un día determinado a contabilizar indigentes. Lo que pasa es que puede haber más o menos, dependiendo de que alguno esté durmiendo en casa de un familiar temporalmente o en lugares de difícil acceso", explican desde la institución. "Además de los que entran en residencias de ancianos o tienen problemas con la justicia y pasan algún tiempo en la cárcel", añaden, y a los que habrá que sumar las víctimas de esta crisis.

Los refugios acogen a 300 personas, que solo pueden estar unos días al mes

Pese a los datos que cifran en 1.500 las personas sin hogar, en Galicia existen solo 10 albergues para indigentes, que suman un total de 300 plazas. Estos centros permiten que la gente sin recursos pueda pernoctar en una habitación, con cena, desayuno y ducha incluido, y el resto del día esté fuera. Derivado del escaso número de camas, las residencias se ven obligadas a fijar un máximo de días al mes para cada individuo, y tienen un horario que muchos no quieren acatar. Por norma general, a las once de la noche todo el mundo debe estar durmiendo, lo que, según los responsables, echa a mucha gente para atrás.

Especialmente grave es el caso de las mujeres. Segregadas por sexo en la mayor parte de los albergues, los hay que incluso no aceptan su entrada pese a ser especialmente vulnerables.

Las personas sin recursos que hacen uso de estos servicios acostumbran a llegar a media tarde, se duchan -en muchos albergues es obligatorio-, cenan y duermen. Al día siguiente, después del desayuno, abandonan el edificio hasta la noche. Así, hasta cumplir los días de asistencia señalados. Al mes siguiente, de nuevo a la calle.

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El perfil de las personas en riesgo de exclusión social es muy heterogéneo. Desde los transeúntes itinerantes, que vagan de una ciudad a otra durmiendo en albergues, a aquellos que perciben una pequeña remuneración y pueden pagarse una habitación, pero acuden a los comedores sociales. Los problemas de consumo de drogas o alcohol también complican la situación. Muchos acostumbran a habitar infraviviendas o choupanos sin ningún tipo de higiene ni condición de habitabilidad. Miguel Fernández, voluntario de Cáritas, alerta: "Cuanto más tiempo se está en la calle, más complicada es después la reinserción".

La Xunta destinó a este tipo de entidades más de 500.000 euros este año, aunque diversas ONGD criticaran los sucesivos recortes. El grueso de financiación proviene también de los propios Ayuntamientos y de donaciones. La labor de los voluntarios es clave para viabilizar estos centros, en ocasiones dirigido por personas de la Iglesia y no por profesionales del trabajo social.

Fuera de los albergues, los indigentes tienen ayudas de instituciones como Cáritas, Médicos do Mundo, programas de acompañamiento como el de Cruz Roja, comedores, pisos tutelados y proyectos de calor-café. Todos ellos hacen la vida un poco menos dura a los más de 1.500 indignados que cada día duermen en la pura calle, aunque ya hayan pasado las movilizaciones del 15-M.

La Iglesia rige la mayoría de centros

Los albergues dependen en su mayoría de instituciones religiosas. En Vigo, donde varias ONG llevan años pidiendo un centro de inclusión municipal profesionalizado, el albergue de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres cobija a 60 personas y el de Las Misioneras del Silencio, a 28. El mismo número que en Santiago recoge el centro franciscano Xoán XXIII. Institución laica, aunque dirigida por las Hermanas de la Caridad, es El Refugio de la Fundación Padre Rubinos, que alberga diariamente a 60 personas en la ciudad de A Coruña. En Ferrol, sor Purificación señala que el Refugio Pardo de Atín cobija a 42 personas. En manos de Cáritas está el albergue San Javier de Pontevedra, con 20 plazas para hombres por noche. Otros 12 pueden pernoctar en el centro San Vicente de Paúl de esta ciudad, administrado por civiles, aunque con voluntarias religiosas.

Dentro de las instituciones laicas, en Vilagarcía, la Cruz Roja gestiona un centro con 10 plazas. Lugo y Ourense son los únicos Ayuntamientos con albergue municipal, con 22 y 20 camas respectivamente.

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