Los huérfanos y el visitante de la zona cero
Las calles, cortadas, encierran estaciones de policía y cuarteles de bomberos donde se entregan placas conmemorativas en recuerdo de los caídos. Hay zonas de Nueva York, como salidas de una escena de la película Soy leyenda, vacías e irreconocibles. Los uniformes de gala toman la ciudad, impregnada por el décimo aniversario de los atentados del 11-S. Nadie, tampoco los tenistas, escapa al duelo. Hoy se juega con la fecha de los ataques pintada en blanco sobre la pista. También, con el recuerdo que tienen el serbio Novak Djokovic y Rafael Nadal, los finalistas, de aquel trágico día.
"Cuatro meses antes de los atentados estuve en lo alto de las torres", rememora Nadal, que en los años siguientes visitó varias veces la Zona Cero; "es una tragedia difícil de aceptar y entender. No soy una excepción. Sentí mucho dolor. Es la imagen más impactante que he visto en toda mi vida. Imborrable".
El número dos mundial repasa esas vivencias cuando aún está sobre la pista, nada más batir por 6-4, 6-2, 3-6 y 6-2 al británico Andy Murray en las semifinales. Djokovic no hace eso. Él baila tras vencer por 6-7, 4-6, 6-3, 6-2 y 7-5 al suizo Roger Federer remontando dos puntos de partido. El número uno tiene una relación tensa con la grada. Una vez, tras derrotar a Andy Roddick, el héroe local, recriminó al público que no le apoyara. Se marchó, dicen, llorando. Al siguiente año, cuentan, le asesoraron para mejorar su imagen. "Se nos ocurrió antes del torneo", dijo en 2009, cuando invitó a un grupo de huérfanos por el atentado a ver sus partidos. "Yo también pasé por algo parecido con la guerra [de la antigua Yugoslavia]".
Ayer, Nueva York repasó estremecida su tragedia más grande. Hoy, en el Corona Park, se hablará del Djokovic-Nadal, el mejor partido.
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