José L. Alonso: Don Quijote en el 15-M
Alto, voz grave, porte distinguido, apariencia de permanente preocupación, palabra clara... José Luis Alonso (Madrid, 1937), fallecido el pasado viernes, no pasaba inadvertido. Don Quijote resucita en el 15-M podría haberse titulado una novela basada en su persona.
Inició su labor de zapa contra el franquismo en la universidad, a finales de los cincuenta. Ideó infiltrarse en grupos evangelistas, en los que esperaba encontrar una reacción contra el nacionalcatolicismo imperante. Fracasó y buscó nuevos derroteros. Se integró en la agrupación madrileña de las Juventudes Socialistas, cuya deriva hacia posiciones radicales disgustó a la directiva socialista, que prácticamente acabó por disolverla. Alonso y el grupo que lideraba eligieron la alternativa marxista-leninista.
Exiliado, viviendo clandestinamente en París, pasaba temporadas en Milán, Ginebra o donde se le necesitara. En París integró un binomio con Huguette Kroulik, personaje de su misma envergadura: una judía de origen polaco -su padre desapareció en Auschwitz- que también había hecho de la militancia política su razón de ser.
Alonso regresó con su familia a Madrid encuadrado en Bandera Roja. Pero soplaban ya nuevos vientos políticos, que se llevaron esa y otras muchas banderas. La política se convirtió en profesión y modo de vida. Los Alonso-Kroulik ni tenían ni querían un lugar en ese espacio. Eligieron el movimiento ciudadano, en el que trabajaron durante décadas con la misma entrega y desinterés de antaño.
En los últimos meses, su frágil corazón no le impidió asistir a las asambleas del 15-M. "¿De dónde salen estos chicos?", me preguntaba entusiasmado; parecía que había vuelto a nacer.
Gran pérdida para todos los que conocimos a este fino intelectual carente de la pedantería de esa casta. Pero también para muchos que no le trataron: querría que los militantes del 15-M, aunque en su mayoría desconozcan la existencia de José Luis Alonso, acepten mis condolencias.
Juan Maestre Alfonso es catedrático emérito de Sociología.