Hasta que el verano nos separe
Veinticinco parejas se casan en Cedeira por el rito celta, que las une un año
Para siempre era demasiado tiempo para los celtas. Concebían el matrimonio como una unión temporal en igualdad entre el hombre y la mujer que debía renovarse y fortalecerse de año en año. Su pragmatismo vital los llevó a programar los casamientos al final de agosto, justo antes de la estación invernal para compartir los rigores del frío. Cada verano podían renovar sus votos o separarse. Lo llamaron Lugnasad, una de las cuatro grandes fiestas de su calendario anual junto al Samaín, el 1 de noviembre. Cedeira ha hecho inventario del celtismo ritual y ha encontrado una fórmula turística para despedir el verano y explotar su tradición meiga. El pasado fin de semana, el autodenominado Druida dos Ártabros, Manuel Aneiros, casó a una veintena de parejas en la playa de A Magdalena en la tercera edición del Lugnasad.
Medio millar de desconocidos se apiñaron de noche para ver las bodas
Aneiros intentó montar un museo de las meigas pero no encontró apoyos
En 2009, Aneiros, el promotor de este revival celta que organiza sin más ayuda que su propio empeño personal, reunió a ocho parejas, que aumentaron a 15 en 2010. Este año se inscribieron casi 30, aunque no todas se presentaron a su boda. Hasta el poblado celta de Cedeira, en uno de los extremos del pinar que bordea la playa, llegaron el pasado sábado 25 parejas de novios de Perú, Madrid, Terrasa, Bilbao, Sevilla, Ponferrada, Ourense, Boiro, Fene o Ferrol. Ataviados con ropajes supuestamente celtas, medievales, en realidad más propios de la saga de El Señor de los Anillos, los contrayentes desfilaron por las calles de la villa durante toda la mañana y por la tarde se pasearon por el pinar, reconvertido en poblado celta, donde acamparon varias pandillas en cabañas tipo castro de madera, plástico y rama que bautizaron con los nombres de Clan Breogán, Triskel o Lian Clan, el más poderoso con una construcción de ladrillos de adobe y paja, con pozo y lareira incluida.
La medianoche del sábado, Aneiros, el druida del lugar por antonomasia, colocó a los novios en el centro de un círculo de arena iluminado por antorchas donde también se colocaron sus pintorescos ayudantes: una mujer rubia que se hacía llamar la Dama del Lago, que sirve de testigo, y un señor bajito con la cornamenta de vikingo que hacía las veces de monaguillo. Por parejas, Aneiros dos Ártabros los fue convocando para coronarlos con una diadema de flores y proclamarlos maridos y mujer por un año, hasta el próximo Lugnasad al son de las gaitas cedeiresas.
La ceremonia, cargada de simbolismo, no tiene más validez que un recuerdo sentimental sin vínculos legales. Los recién casados, muy satisfechos con su falsa boda, agradecieron los aplausos que les dedicaron cerca de medio millar de desconocidos que se apiñaron de noche en el arenal para presenciar la ceremonia. Tanto les entusiasma el bodorrio celta que Germán y Peggy, leonés él y peruana ella, se recasaron este agosto por tercera vez. Yoana y Daniel, repitieron por segundo año consecutivo -"lo mejor fue cuando el druida recordó que el hombre y la mujer son iguales", dice Yoana- y Raquel y Luis, dos ferrolanos de 17 y 21, se presentaron de blanco a su primera boda después de tres años de noviazgo sencillamente porque se les antojó "bonito y romántico".
Entre los felices contrayentes estaban dos precoces madrileños de ocho años y una pareja de 63. A José Ríos y Herminia, vecinos de Cedeira, la casualidad los volvió a reunir 40 años después de un breve romance juvenil que retomaron en la madurez. Para festejarlo, acordaron casarse al estilo celta. "Estamos disfrutando de la vida y nos apuntamos a todas estas caralladas", explica José, contratista local de madera.
El banquete nupcial a base de jabalí asado, requesón y miel con el plato a 15 euros por persona se prolongó hasta la madrugada del domingo y culminó en una gran queimada ritual con la versión extensa del conjuro y el druida en pleno trance figurado. "No se puede leer, hay que decirlo de memoria", explica, con la lección bien aprendida.
Aneiros, que ofició la boda temática de la cantante Karina en Santo Andrés de Teixido hace ya varios años, cuenta que guarda "más de 400 objetos, libros y documentos" para hacer un museo de las meigas que nunca ve la luz "por falta de ofertas" y de ayudas institucionales. El Ayuntamiento de Cedeira, que un día sopesó en serio el proyecto, se escuda en sus estrecheces económicas y se limitó a costear los carteles de este III Lugnasad.
Para Xosé Rodríguez y Xavier Quintelo, cedeireses del Clan de los Postineros, la fiesta celta es una buena excusa para "juntar a 25 amigos y echarse a la calle" con un par de conejos y unas codornices sobre las brasas. "Mitad comprado, mitad cazado", puntualizan. Presumen de haber levantado su castro cruzando troncos "sin clavar una punta". Dentro, colocaron una moderna nevera repleta de bebidas espirituosas realmente nada celtas.
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